La semana anterior hubo un interesante debate sobre quién debe tener más poder de decisión en el Teatro Principal de Alicante y cómo de debe ser su gestión. La Generalitat, no sabemos si es un arrebato electoral, hizo una oferta pública de adquisición de la parte accionarial que actualmente posee el Ayuntamiento de Alicante -consistorio, Generalitat y Banco Sabadell comparten la titularidad al 33%- y el consistorio, por su parte, la replicó con la misma contraoferta para hacerse con el 66%. Aquello quedó como duelo, vacuo, como lo definió Antonio Zardoya, o salvador, como dijo Mónica Nombela. Ambos coincidían en una, la situación del Teatro Principal es desoladora: por una parte, la inversión de los tres millones que prometió la Generalitat no se ha ejecutado, y por tanto, el edificio sigue sin las mejores prestaciones; y por otra, hay pocos, por no decir escasos, proyectos de producción teatral que entronquen con los colectivos o las compañías locales o del entorno.
Esta discusión la podíamos haber tenido hace años, incluso cuando Paco Sanguino era el director del coso teatral. Viene de lejos; yo al menos lo conocí desde cuando Manuel Sánchez Monllor era el máximo responsable de la programación. Pero por extensión, y lo he dicho muchas veces, cuando se ha planteado el proyecto de Alicante como ciudad turística, como ahora, ni ahora ni antes los dirigentes han creído en la cultura como un motor, ya ni tan siquiera de creación y generación del talento de la gente de aquí, sino de elemento de captación de turistas.
Sinceramente, es loable el intento de la Generalitat por hacerse con una mayor parte accionarial del Teatro si de verdad ello supusiera un elemento de agitación en la programación y en la mejora de las instalaciones. Pero primero hay que preguntarse qué modelo de teatro quiere la ciudad: si la idea es seguir con una programación comercial, implementada mayormente de producciones de Madrid que operan como meros arrendatarios, pues nada, dejémoslo ahí. Así ha estado 26 años, con más pena que gloria -incluso con un déficit alarmante-, los players del sector que hagan las reservas pertinente, que dejen espacio para el Alacant a Escena y la Muestra de Autores Contemporáneos; las citas de Hogueras y la Sociedad de Conciertos, así años tras año, hasta que los procesos de Inteligencia Artificial acaben sustituyendo a los actuales gestores. A este paso, con un aplicación se podrá gestionar el Teatro Principal.
Como ese cambio no tiene pinta de producirse, por las diferencias, tanto ideológicas como de gestión, pues seguirá igual; el teatro, modelo coworking: pase, alquile y represente. La función del teatro, en una ciudad, no solo debería esa, la de ser un mero gestor. Debería implicarse más para producir obras, organizar residencias o mentorizar compañías o actores o actrices, no solo de la ciudad, también del entorno más cercano, procedente de las comarcas de la provincia; es decir, en ser también polo cultural. Pero no lo fue nunca, ni lo ha sido en los últimos meses. Con los dedos de la manos se pueden contar las producciones lideradas por el Principal, o a las que les ha dado la oportunidad el Principal.
Insisto, si el panorama va a ser ese, y los actuales gestores de Alicante quieren mantener ese camino (respetable), más vale que la Generalitat centre sus esfuerzos en convertir al Arniches en su teatro de referencia, que ya lo es, y en impulsar iniciativas como el festival de artes escénicas Fresca!, como el que se celebró este verano en Muelle 12. Nada impide a la Conselleria de Cultura gastarse más dinero en la ciudad de Alicante, si ese es el problema, como arguyen el PP y Ciudadanos. Sea dicho de paso, el departamento de Marzà también debería intensificar las relaciones y mejorar el sistema de subvenciones con el sector, que este verano se le levantó en armas en la ciudad de València. De nada sirve tener un tejido cultural, si cuando viene una crisis como la pandemia, son los últimos en cobrar por la burocracia administrativa. El Consorcio de Museos, en cambio, sí que fue algo más ágil para salir en auxilio de los artistas y lanzar convocatorias de adquisición de obras para suplir la falta de exposiciones y actividades.
Alicante sí que tiene un modelo en el que fijarse. Lo tiene en el ADDA, con un director, que es profesional de la materia, que confecciona una programación atractiva y que además ha creado un proyecto, el de la Orquesta ADDA Simfònica, con músicos de la provincia.
En definitiva, que el problema del Teatro Principal de Alicante es de concepto, de concepto de cultura como elemento de agitación con parte de la sociedad, con los colectivos del sector, de transformación y, al tiempo, de atracción por apostar por producciones diferentes. Por las razones que fuere, quiere un modelo de continuidad, operado mayormente por compañías externas y dedicadas a un público mayoritario, es del todo respetable. Lo dicho, rellenar un excel lo puede hacer cualquier, pero lo que no puede sacar es pecho por un modelo que funciona por inercia y sin lograr la implicación del sector cultural de la ciudad, y sin aportar nada extraordinario a la escena.
Y si el contexto es ese, pues la Conselleria de Cultura no tiene impedimento alguno para invertir, subvencionar, producir y desplegar su política en el Arniches, o en otros espacios, como hizo este verano en el Muelle 12, y puede hacer en otros muchos de la ciudad. Y de esta manera, demostrar, como dice, que tiene un modelo diferente. ¿Mejor? Que juzgue el respetable. La creación, si tiene calidad, genera discusión, que es de lo que se trata.