Buscando campos de viñedos, llegó a Jávea. Le hablaron de su tierra, rica y fructífera. Grandes extensiones de campo con el que inspirarse y llenar sus lienzos de dibujos y de colores. Tenía el encargo de Rafael Errázuriz, diplomático chileno, de hacer unos paneles donde reprodujera todo lo que tiene que ver con la plantación y recogida de la uva. Y pintó agricultores, grandes cuadros donde reproducía su duro trabajo y en donde la uva es la protagonista.
Pero lo que a Joaquín Sorolla más le llamó la atención no fueron sus campos, sino el mar de Jávea, su costa rocosa y escarpada. Sus pequeñas calas donde las olas acarician la orilla. El color de la tierra en contraste con el Mediterráneo. Sus aguas cristalinas. Y la luz, luminosa y clara. Le embrujó tanto que volvió en diversas ocasiones. Ya verá, ahora le cuento.
Sorolla llegó agotado a Jávea desde Dénia a lomos de un burro. Era un 6 de octubre (de 1896). Pero conforme se iba acercando a esta localidad le iba cambiando la cara. Le impresionó el paisaje. Su esfuerzo, su cansancio, habían merecido la pena.
Unos días después, mandó un telegrama a Clotilde, su mujer, con la excitación de su descubrimiento. “Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. Supera todo. Estaré algunos días. Si estuvieras tú, estaríamos dos meses”.
Sorolla estaba habituado a las playas llanas y arenosas de Valencia donde pintó a pescadores con sus barcas, a mujeres y niños paseando por la orilla, … Pero en Jávea descubrió otra naturaleza más escarpada con enormes acantilados maltratados por el viento y playas rocosas donde los pinos se bañan en el mar … Su belleza le llamó la atención. En Jávea y en sus alrededores descubrió su luz reflejada en el mar, en las rocas, … En el paisaje. Le impactó mucho y esto lo reprodujo en sus cuadros.
Para pasar esos días alquiló una casita, antes de pescadores, en la Caleta. A su mujer le escribió que “aquí vivo solo, con un criado que me proporcionó un señor del pueblo. La casa es pequeña pero muy bonita, es solo para mí, la he alquilado para estos días que necesite hacer mis estudios”.
Fue agasajado en el Ayuntamiento y le acompañaron a visitar el pueblo y sus alrededores. “Estoy muy obsequiado – escribió Sorolla – parece que esté entre gente que me conozca de tiempo, ayer no me dejaron hacer nada, pero acompañado de la plana mayor visitamos todo el pueblo, tiene una iglesia gótica completa”. Disfruta del paisaje, no oculta sus emociones. “¡Qué maravilla de país este!, no salgo de mi asombro, es preciso volver y pasar dos meses de trabajar firme pues hay cosas magníficas que hacer”, escribió a su mujer.
En un momento de descanso, sólo, sentado sobre una silla de enea, con su lienzo, su paleta y sus pinceles, Sorolla dibujó la escena que tenía delante desde el interior de una casa. Frente a su puerta, abierta, un muelle, el mar y el Cabo de San Martín al fondo. En el marco de la puerta, se apoya un niño tímido que le observa, le sonríe y se queda mirando. Pintó este instante, a contraluz, una escena que casi es un retrato fotográfico. Es lo que queda representado en El Xiquet de Jávea, uno de sus primeros cuadros pintados en esta localidad.
Hizo diversos viajes a Jávea. Del 6 al 14 de octubre de 1896, pintando cinco pinturas de paisajes y dibujos para sus paneles. Del 4 al 21 de junio de 1898, 11 cuadros de paisajes de Jávea a pesar de tener una climatología adversa y molestias estomacales. Del 5 de agosto al 18 de octubre de 1900 Sorolla acude a Jávea con su mujer y sus tres hijos pintando cuadros relacionados con la uva y con la pasa, imágenes de pescadores y – de nuevo – el paisaje de Jávea. En este periodo pintó 35 obras. Del 10 de julio a mediados del mes de septiembre de 1905 Sorolla visita Jávea otra vez con su familia. Sigue pintando paisajes, pero sobre todo a nadadores mostrando transparencias, refracción del agua y reflejos con colores cálidos. Hizo 82 pinturas, nada menos. Entonces preparaba su exposición de París donde se le consideró un excelente pintor y tuvo un reconocimiento internacional. Sorolla volvió a Jávea el 13 de enero de 1919 para observar de nuevo su maravilloso entorno, sus tierras y su costa. Casi como una despedida.
En total hizo unas 136 pinturas y más de 200 dibujos en Jávea y sus alrededores. En concreto, en el puerto, la caleta del Racó, el cabo de San Antonio, la cala Tangó, al Grava, el Montañar, el Arenal o el Portichol.
Este es el año Sorolla (1863-1923). Conmemoramos cien años desde su fallecimiento. “Joaquín Sorolla es conocido como el pintor de la luz y del mar”, escribe la historiadora de arte Carmen Grau. Y sigue manifestando que “las personas que aparecen en sus cuadros están siempre bañadas por una luz muy intensa y brillante. Predominan colores como el azul, el lila, el rosa, el naranja o el verde, pero, sobre todo, el blanco. Su pincelada es larga, rápida y enérgica. Esto es así porque Sorolla quería captar el instante que pintaba igual que si hiciese una fotografía”.
El Museo de Bellas Artes Gravina en Alicante está haciendo una exposición monográfica sobre el arte de Joaquín Sorolla con el título de Sorolla y la pintura de su tiempo. Diálogos y contrastes, que durará hasta el 25 de junio de este año. No se la pierda. Y en toda España se están haciendo exposiciones, conferencias, publicaciones de libros, etc, para reconocer su talento.