Nos colamos en el rodaje de La Ruta, la nueva serie de ATRESPlayer PREMIUM sobre el fenómeno del baile valenciano que verá la luz a finales de este 2022
VALÈNCIA. Silencio, se rueda… o más bien todo lo contrario. Las discotecas de la ruta del bakalao han vuelto a la vida y lo han hecho de día. Durante los casi 30 kilómetros de paseo entre discotecas que recorrían la ruta se han desplazado desde octubre camiones llenos de vestuario, actores y actrices y un enorme equipo de producción, todo ello para el rodaje de La Ruta. Discotecas como Spook y Barraca y las recreaciones de Puzzle, Chocolate y Espiral se convierten en las protagonistas de esta serie que busca eliminar el estigma de la historia de los ruteros a través de un guión con una trama centrada en la historia y desarrollo de sus personajes. En palabras de Borja Soler, creador y director de la serie, el motivo de contar con un enfoque “puramente de personajes” permite al espectador acercarse a este fenómeno desde una conexión mucho más íntima y sincera: “Se trata de un proyecto emocional ante todo, buscamos una forma de desestigmatizar la ruta y rescatar una buena parte de esta”.
La serie cuenta la historia de un grupo de amigos del Perellò, y tal y como lo define su creador Soler se trata de “un viaje de la oscuridad a la luz”, y es que una de las peculiaridades de la serie es que esta se cuenta cronológicamente al revés, empezando en el año 1993 y terminando en el 1981. Entre estos años estos amigos construyen su relación y sus personalidades alrededor de las discotecas valencianas, que dan nombre a cada capítulo de la serie. Cada uno de los integrantes del grupo representa en cierto modo un perfil típico de la ruta, pasando desde la figura del afamado disc-jockey Marc Ribó, interpretado por Àlex Monner hasta perfiles más centrados en el arte y la estética, como es el caso de Nuria representada por Elisabet Casanovas. La puesta en valor de estos personajes permite que ahondando en sus inquietudes y su desarrollo personal los espectadores puedan conocer el punto de la ruta “menos asalvajado y más íntimo”, según aclara Nacho Lavilla, productor ejecutivo de Caballo Films: “La serie comienza con mucha noche y con un enfoque ajeno al grupo, casi con una sensación de frialdad. Sin embargo, conforme más conocemos a sus personajes más nos acercamos al día, y la cámara se convierte en uno más, y por ello lo hace el espectador”.
Quien haya visitado alguna vez en su vida Spook seguro que lo ha hecho también de día, sin embargo no lo habrá hecho con decenas de figurantes paseando por el entorno y entre focos y cámaras. Sin embargo la sala si que muestra una escena familiar, toda plagada de cubatas y con algunas botellas de agua, salvo que ahora hay que esquivar un laberinto de cables para alcanzarlas. En el momento en el que este diario se acerca al rodaje hay un viaje al pasado, a la nochevieja del 1985 al 1986 para ser más exactos. Un punto del rodaje clave, ya que una claqueta que se encuentra por la zona determina que se trata del capítulo 6 de 13, un punto de inflexión para la serie y una noche en la que no todo es lo que parece. Los figurantes descansan a las afueras de la discoteca, esperan vestidos desde la mañana para aparecer en la escena apenas unos minutos en la noche de fiesta, en la que demostrarán como han tenido que aprender a bailar según se les pide.
En el set de rodaje también está Fran Lenaers, cuando me acerco a preguntarle su apellido me dice: "Fran, el de la época", y es que personas como él no necesitan presentación. Era un disc-jockey residente en Spook y fue uno de los más aclamados de la Ruta Destroy. Trabaja junto a los productores y directores para que todo tenga sentido en la serie, desde la música que suena en cada momento hasta como se pinchan los discos: “La serie al final tiene que ser algo con sentido, soy uno de los ayudantes más quisquillosos en este aspecto, todo tiene que quedar perfecto”. En la escena que se graba en este preciso momento se ve al actor Àlex Monner haciéndose una raya, que desde el equipo de arte confirman que es algo más parecido a la harina, y los actores han tenido que recibir consejos tanto para "pintarlas" como para "hacérselas", hasta ahí llega el reto de actuación para contar una historia que se sienta totalmente real.
La Ruta ha querido centrar el presupuesto en pulir cada pequeña pieza y pequeño detalle que aparece en escena. Tanto es así que los actores que encarnan a los personajes principales tuvieron que recibir lecciones de cosas como aprender a bailar según que época se encontraban y en algunos casos según bajo qué efecto de alguna droga psicotrópica: “El baile cambia según qué etapa de la ruta, y hemos tenido que aprender a hacerlo según eso”, aclara la actriz Elisabet Casanovas, quien confesaba que esta había sido una de las tareas más arduas de la serie: “Al principio de la ruta se consumía mezcalina, que provocaba un baile más melódico… pero hacia el final y con la cocaína se precisaba de un ritmo más potente”. En el trabajo de diseño y atrezzo desde la productora pudieron contar con cápsulas de mescalina para imitarlas, y que tuvieran sentido dentro de la serie.
Agentes como Lenaers, músico de la época, han sido cruciales para la realización de la serie. Él mismo cuenta con una colección de más de 40000 vinilos en su casa, y fue de los primeros en dominar este arte del disc-jockey, al ser un gran conocedor de la época ha tenido que instruir a los chicos, en este caso tanto a Àlex Monner como a Guillem Barbosa, quienes pinchan en escena. Lenaers les dio lecciones de cómo pinchar los discos correctamente según qué mesa y que discoteca. Para Lavilla esto ha sido un lujo, igual que la implicación de los actores con él: “Visitamos su casa para que le conocieran de cerca, e incluso hemos podido contar con algunos de sus cachibaches para la propia serie”. Detalles como este junto al estudio e investigación del director Borja Soler resultan en una serie compuesta por imágenes e historias que no desentonan en lo histórico: “Es una serie que en parte está hecha para nostálgicos, todo lo que hacen los actores y lo que sucede a su alrededor está medido al milímetro”, aclara Soler.
Más allá de los detalles de decoración y de la escenografía en La Ruta se rescatan historias. En las primeras imágenes de la serie se ve un elefante a las afueras de una discoteca, algo que por increíble que parezca sucedió en realidad. Tanto es así que en el proceso de documentación sobre la ruta los actores tuvieron la oportunidad de conocer al “encargado” de esta acción: Clemente Martínez. Quien fuera uno de los primeros y más destacados relaciones públicas de la ruta colocó tres elefantes en el párking de N.O.D, el día del rodaje de esa escena se acercó a Monner y le dijo: “Vosotros habéis traído un elefante, pero yo aquí puse tres chaval, te he ganado”. El actor confiesa que en este punto vio el fiel reflejo de aquello que estaban contando: “Cada personaje tiene una traza de ruteros que sí que existieron. Al principio puede haber escenas que enfaden un poco o que se vayan un poco a los extremos, pero es necesario que el espectador tenga paciencia”, aclara sobre los nostálgicos que se acerquen a la serie, y aclara: “A lo largo de la serie se va descubriendo la parte más luminosa del movimiento”.
Un elemento que ha sido casi una biblia para los actores y actrices ha sido En èxtasi, de Joan Oleaque. Junto al periodista han podido trabajar la ruta en primera persona, frases del libro les ayudaron a comprender el por qué de la serie, y el motivo de sus personajes. Claudia Salas, quien en la serie da vida a la “rutera profesional” Toni rescata una frase del prólogo que dice así: “Celebrábamos algo que tenía que ver con lo efímero, lo audaz y no-normal”. Salas al comenzar la serie confundía la ruta con la movida madrileña, sin embargo el contacto con autores como Oleaque y la contextualización le resultan cruciales para dar vida a Toni: “Mi idea de la ruta era más bien difusa. Sin embargo, cuanto más aprendíamos sobre esta más me daba cuenta de la semilla tan tan heavy que supone para la cultura. Estética, diseño, cartelería, música… pone todo en valor”.
Y sin duda pone en valor también a las discotecas, totales protagonistas de la historia y el movimiento. Para poder recrear las historias que sucedían en estas se ha contado con el permiso de todas ellas. Lavilla, productor de la serie, confiesa que fue una de las partes más difíciles de la serie: “Al principio nos costó mucho convencerles de que esta serie no haría mal a su imagen, sin embargo les explicamos que se trataba de una historia más pura, con sensibilidad”, fue por ello que lograron licenciar todas las marcas de las discotecas originales de la ruta destroy, un recorrido de casi 30 kilómetros, con un posible paseo de casi 72 horas seguidas en las que los personajes van puramente cargados de historias de lo más valiosas, en las que citando a Kiko Amat en el prólogo de En èxtasi: “Bailar era el fin, no el medio hacia otra meta”.
En plena transformación reputacional de la Ruta, la fotógrafa valenciana Laia Lluch ha convertido la cotidianidad rutera que estaba en la memoria en un nuevo marco visual