Los focos siguen puestos en la Alcaldía de Alicante. En breve, y a oleadas, a vamos a ver cuál es el futuro del actual alcalde de la ciudad, Gabriel Echávarri. Por mucho que todos insistan, y que otros aprieten, la caída no será de un día para otro. A Echávarri le queda cuerda -o quiere dar cuerta-, pero el PSPV, o sea, Ximo Puig, sabe que el tema ya empieza a desgastar, máxime si en breve se consuma el segundo procesamiento del primer edil alicantino. Pero en Elche también hay tema.
Puig ha mandado a su número tres, José Muñoz -ya se comió el marrón de formar parte de la gestora que relevó a Pedro Sánchez, y ahora debe contar los votos para enterrar a Echávarri- para que despeje el camino de minas antipersona, y que el líder no acabe electrocutado en la capital del sur. Muñoz habla con el todavía alcalde, pero toma café con el General (Ángel) Franco, como se llaman sus adversarios. Franco sigue conociendo y controlando todos los rincones de la agrupación socialista, muy a pesar de J.R. Gil, que lleva matándolo más de dos lustros. Y ahí sigue.
Pues eso, tras el calor de las declaraciones del alcalde, agarrándose todavía más al cargo, Muñoz bajó a Alicante para verse con la edil no adscrita Nerea Belmonte y al líder de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, y preparar el terreno. Como ha narrado el compañero Rául Navarro, el joven delfín socialista necesita plantarse en el Palau de la Generalitat con más de 15 votos; necesita, en definitiva, el concurso de Ciudadanos, o al menos de uno de sus concejales como colchón.
Porque para llevar a cabo la operación Echávarri -es decir, lograr su salida-, son necesarios 16 ó 17 votos, de lo contrario los socialistas -y el resto de la izquierda- deberán ir a un pleno de investidura con desfibriladores. Perder la Alcaldía de una manera tan naif -por alguna traición- tendría un coste muy elevado no sólo para la marca del PSPV, sino para el propio Puig. Es decir, el president en Alicante sólo puede ganar, si logra el cambio y Eva Montesinos se convierte en alcaldesa con una operación llevada al milímetro. A lo mejor, con suerte, se encuentra hasta con una candidata a la Alcaldía para el 2019, pero para ello primero hay que sacar a Gabi de la Alcaldía, y con todas las garantías. Mes que pasa, mes que el cambio se eternizará ante la desilusión de Compromís, y lo poco de ilusionante que tenga para Guanyar.
Pero si en Alicante Puig tiene más que ganar que perder, peor está la cosa en Elche, donde, a día de hoy, y sobre el papel, tiene todas las de perder. Alejandro Soler le puede birlar el control del partido -que ya lo tiene-. De momento, se ha conseguido que la humillación no sea total: la concejala Ana Arabid hará de sparring para que la derrota no se la lleve el propio alcalde en persona, Carlos González, al que, a diferencia de Echávarri, algunos de ediles le han cambiado de bando antes de comenzar la contienda.
Si el sanchista Alejandro Soler gana, y lo hace con holgura, puede plantear cualquier cosa y devolvérsela a Ximo Puig y Diego Macià, que lo ningunearon en pleno proceso de desintegración del alartismo. Es decir, Soler puede pedir hasta que no se presente Carlos González, o hacer la lista del 2 al 11, sin que los ximistas toquen bola. Ese el dilema de Puig: acertar con el cambio en Alicante, pero perder todo en Elche.
Repasando artículos anteriores para adecuarlos a la realidad de esta semana, con lo que ha hecho el PP de Alicante y la fallida moción de censura de Luis Barcala, es necesario retrotraernos a un artículo que escribió en Alicante Plaza el concejal de Ciudadanos Vicente Buades, titulados Todos, un quiero y no puedo, el pasado mes de noviembre. Buades analizaba la situación de todos los partidos, con sus particulares deseos, que son muy parecidos a los de ahora. Sin embargo, lo que han cambiado son los resultados que arrojan las encuestas, que actualmente sitúan a Ciudadanos como la formación más votada.
Buades instaba a Barcala a presentar una moción de censura, y dejaba entender que Cs la respaldaría. Pero, hoy, cinco meses después, Ciudadanos no se mueve; no mueve su posición y además tiene la valentía de sonsacarle los colores del PP en la Diputación, con un varios imputados y un diputado también procesado. Hoy, Ciudadanos intenta no cometer errores en el Ayuntamiento de Alicante, juega al despiste a la espera de que nada se tuerza y el electorado de centro-derecha deja al viejo PP como segunda fuerza de su espectro ideológico, pese a la bisoñez de muchos de sus representantes.
El cambio de panorama, con un PP ranqueante y Cs triunfante, no ha sido obstáculo para que el portavoz del PP, Luis Barcala, haya aprovechado el momento para reivindicarse como alcaldable a unas semanas de que el dedo de Rajoy, desde Sevilla, elija entre él, el subdelegado de Gobierno, José Miguel Saval, y quién sabe si un tercero. Barcala ha reaccionado quizás un poco tarde, pero ha sido más ágil que el nuevo PP de la ciudad de Alicante, que aún sigue dando vueltas a la manzana de la Avenida Salamanca y preguntando donde están las llaves del partido. Barcala se exhibe, aunque sabe que su moción de censura está abocada al fracaso y, al mismo tiempo, lava la cara a Císcar de aquel desliz de que la Alcaldía de Alicante sólo se asumiría por imperativo legal. Ahora, el imperativo es Ciudadanos, que de momento mira por el retrovisor al PP. Pero Barcala ha ido más allá y ha hecho de la moción de censura un programa de gobierno como último esfuerzo para postularse como el candidato que va a enterrar a Gabriel Echávarri. ¿Suficiente para estar en el cartel? Sólo el dedo de Rajoy lo sabe, pero me da que el PP busca otro perfil. Lo sabremos, y pronto.