El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) echó ayer un jarro de agua helada por encima de nuestra soberanía, nuestras instituciones y las decisiones de los tribunales españoles. El TJUE, en una sentencia que calificaría de polémica a la par que confusa, decidió que Oriol Junqueras goza de inmunidad desde el momento en que fue proclamado eurodiputado. La sentencia establece que “debe considerarse que una persona que ha sido oficialmente proclamada electa al Parlamento Europeo ha adquirido, por este hecho y desde ese momento, la condición de miembro de dicha institución, a efectos del artículo 9 del Protocolo sobre los privilegios y las inmunidades de la Unión, y goza, en este concepto, de la inmunidad prevista en el párrafo segundo del mismo artículo”.
Ahora bien, veamos el párrafo segundo del mencionado artículo, que dice que, mientras el Parlamento Europeo esté en período de sesiones, sus miembros gozarán en su propio territorio nacional de las inmunidades reconocidas a los miembros del Parlamento de su país. Pues bien, no veo a qué viene tanto revuelo mediático, a la vista del contenido del artículo que invoca la sentencia. Para empezar, Junqueras en el momento de ser proclamado eurodiputado acababa de ser juzgado en España por un delito tipificado en el Código Penal español, que presuntamente había cometido con anterioridad a ser candidato al Parlamento Europeo. Les recuerdo que en nuestro país nadie, ni siquiera el Rey, ni el presidente del Gobierno están por encima de la Ley, sino que estamos todos sujetos a la misma. Todos significa todos, sin excepción. De ahí que sinceramente no comprenda qué pretende el TJUE con esta sentencia, porque si la intención es que Junqueras, que hoy en día ya ha sido condenado en sentencia firme, salga limpio de polvo y paja de su condena como si aquí no hubiera pasado nada, simplemente como jurista me parecería una burla y además lo veo técnicamente imposible. El hilo temporal es como sigue: un señor comete un delito y mientras se lo juzga por dicho delito es elegido europarlamentario, ¿en qué cambia esto aquello?
La sentencia ha tratado de enmendarle la plana al TS, cuando impidió a Junqueras acceder a la condición de eurodiputado. Es verdad que llovía sobre mojado, porque la tomadura de pelo de Puigdemont aún nos escocía a muchos y probablemente nuestro alto tribunal trató de impedir que nos lo volvieran a tomar. Por otra parte, la sentencia no deja claro qué pasará con el futuro de Junqueras; claro, porque es un marrón jurídico que se han quitado de encima y se lo han echado al TS español. Bien es cierto que, si en este país no estamos ya todos mal de la cabeza, considero que la sentencia condenatoria firme debería seguir cumpliéndose a rajatabla y que esta sentencia nada cambiaría a este respecto.
Sin embargo, no olvidemos el contexto espinoso en el que tiene lugar la publicación de esta decisión. El contexto vuelve a ser, y perdónenme si me repito más que el alioli, de fango tirando ya a alquitrán político, que hasta huele a detritus. Fíjense, Pedro Sánchez en plena negociación con ERC y aparece mágicamente esta sentencia, para colmo de nuestros males, porque entonces ERC se retira de las negociaciones a la espera de lo que diga la abogacía del Estado. La amenaza subyacente es terrible. Que veremos si a la abogacía no le da por respaldar cualquier burrada jurídica que se le pueda ocurrir a algún iletrado pretencioso, que son los peores. Por poner un ejemplo, a alguno de estos se le puede ocurrir decir que la sentencia del juicio del procés se ha de declarar nula, como ya se apresuraron a insinuar algunas voces a renglón seguido del pronunciamiento judicial europeo ayer mismo, mezclando churras con merinas. Porque a río revuelto, ganancia de pescadores.
Todo este despropósito puede además, de paso, beneficiar al prófugo Puigdemont, lo que para colmo es ya un desatino indescriptible. Tras la sentencia, el Gobierno en funciones se apresuró a salir a reconocer a este tribunal como “supranacional”, en un acto de vasallaje francamente innecesario, que se podría haber ahorrado, sobre todo sin haber estudiado a fondo la resolución. Así que nada, ya ven que todo va bien, en unos días todos a ponernos ciegos a comer y beber y de aquí a Reyes ni nos acordaremos de este asunto. Que, si para esa fecha tenemos ya Gobierno, me atrevo a pronosticar que nos va a costar un peaje muy alto. Así que traten de disfrutar y a vivir, que son dos días. Que tengan una feliz Navidad.
Mónica Nombela