ALICANTE. "Hola, soy Enrique Arce. Probablemente me recuerden de series como Física o Química, La Casa de Papel, y un capítulo de Callejeros Viajeros rodado en Londres que se emitió en 2010, cuando nadie me daba trabajo en España". Enrique Arce (València, 1972) nunca ha pronunciado esta frase, que a boomers y millennials de la primera hornada les recordará sin duda a la introducción de los famosos vídeos didácticos protagonizados por el actor Troy McClure en los Simpson, pero podría haberlo hecho. Porque antes de triunfar como Arturito en La Casa de Papel, Arce había sido cruelmente olvidado por el cine y la televisión de su país, hasta que Netflix lo puso en el candelero (¿o era el candelabro?), y se tuvo que buscar la vida.
Una búsqueda que lo ha llevado ni más ni menos que a Hollywood, donde se ha convertido en el último español en triunfar de la mano de su ahora gran amigo Adam Sandler, con quien se inmortalizó hace poco ataviados ambos con camisetas del Valencia CF. Sea por su talento, que al menos en esta reseña no se discute, por su innegable sex appeal exótico y su carisma (que ya quisiera Javier Bardem), o porque estaba en el lugar adecuado en el momento preciso ("vale más caer en gracia que ser gracioso", como dice mi madre), lo cierto es que el Arce de 2023 podría contarle unas cuantas cosas al de 2010.
Por ejemplo, que esta Semana Santa triunfa en Netflix con la última parida del rey Midas de la comedia zafia (y, sin embargo, tremendamente rentable, para desesperación de los críticos de cine que tienen la suicida manía de medir todas las películas que reseñan con el rasero de Akira Kurosawa). 'Criminales a la vista', título infumable que no dice nada, consecuencia de haber traducido la anterior película de Sandler como 'Criminales en el mar' (en realidad, son 'Murder Mistery' y 'Murder Mistery 2') y de que en la secuela no haya mar, claro, vuelve a traer al cómico y a su nueva compinche cinematográfica, Jennier Aniston, en los papeles del matrimonio de detectives privados calamitosos que resuelven sus casos casi sin querer. Y es tremendamente disfrutable, como evidencia el hecho de que sea lo más elegido por los suscriptores de la gran N roja que prefieren el sofá a las procesiones.
Sandler, el típico monologuista que un día decidió que podía ser actor (hola, Dani Rovira), ha hecho un puñado de buenas películas en su carrera, a decir de esos críticos que fuera de Kurosawa y Truffaut solo aprueban las cintas de Nolan, Eastwood (pero ojo, solo entre 'Sin perdón' y 'Mystic River', las que rodó antes de que quedase claro que era muy de derechas), Kubrick, Coppola (padre e hija) y a lo mejor alguna de Scott. Se suele citar mucho 'El chico ideal', donde un casi adolescente Sandler interpreta su primera comedia romántica (luego vendrían varias más) junto a su gran amiga Drew Barrymore, más conocida por aquí como 'la niña de ET', pero también suelen pasar el corte '50 primeras citas' (de nuevo con Barrymore), 'Hazme reír' o 'Spanglish' (estas dos últimas más serias). Pero en esa lista habría que meter 'Little Nicky', 'Mr Deeds', 'Juntos y Revueltos' (otra vez Drew) y 'Sígueme el rollo' (su primera joint venture con Aniston), como poco. Y desde luego, las dos entregas de 'Criminales'.
Porque este hombre se dedica a hacernos reír, y eso se le da bien como a pocos, incluso en su día menos inspirado (cierto es que también ha pergeñado algunas basuras de muy alto nivel). Y 'Criminales a la vista' no es de esos. Pese a quien pese, la historia está bien trazada; Sandler y Aniston (por fin alejada de Rachel) tienen una química extraordinaria; sus personajes, conscientes de su ridiculez, enamoran a cualquiera con sus diálogos punzantes en plena acción (un poco como en 'Arma letal' pero a lo muy cutre); y las dos o tres set pieces de acción, como dicen los snobs, rallan a un gran nivel. Uno se va a dormir con la sonrisa puesta, y eso no es ni más ni menos que lo que busca Sandler.
Y en este festival de tonterías donde, pese a todo, se guarda cierto misterio en torno a quién lo hizo, se cuela en esta ocasión el bueno de Enrique Arce, que interpreta al ex futbolista violento y empotrador Francisco Pérez, socio en la empresa del maharajá que es la víctima del secuestro a resolver. El reparto lo completan la francesa Melanie Laurent (la dueña del cine en 'Malditos Bastardos' de Tarantino) como la futura esposa, Kuhoo Verma como la hermana del secuestrado, la británica Jodie Turner-Smith como la condesa despechada, John Kani de nuevo como el coronel cada vez con menos extremidades, Dany Boon como el inspector Delacroix, Jillian Bell en un delicioso cameo final, y el siempre solvente Mark Strong en un papel ambiguo que es de lo más agradecido, fuera del matrimonio protagonista y de nuestro paisano Arce. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y algo tendrá Sandler cuando sus supuestos truños son capaces de reunir a tamaños repartos.
Como no queremos estropear la sorpresa, aunque el 'quién lo hizo' sea lo de menos en esta historia, no podemos desvelar mucho más, pero sí recomendar que no quiten ojo de la pantalla durante cierta persecución en furgoneta por París, que concentra la mitad de los motivos para la carcajada de la cinta, o al final en una famosa torre, donde nuestro actor valenciano favorito pasa de secundario a protagonista por un momento glorioso. Por cierto, que las interacciones entre Arce y Aniston (a quien el ardiente y sospechoso ex futbolista no pierde ocasión de lanzar insinuaciones que con la actual legislación española en la mano rozan el delito), con Sandler conteniendo la risa como paciente espectador, son de lo mejor de la película.