VALÈNCIA. Hasta la sopa hemos oído aquello de que la Historia (esa que va con mayúscula) la escriben los vencedores, pero, ¿quién se encarga de deconstruirla? La revisión del pasado –reciente y no tan reciente- se ha convertido en los últimos años en una urgencia, una carrera por revisitar el discurso oficial a partir de aquellas voces e historias hasta ahora condenadas a los márgenes. El trabajo, complejo donde los haya, se basa en la suma de voces e investigaciones, también desde el arte y la cultura, nuevas miradas que surgen desde lo más básico: contra silencio, la escucha.
Eso fue lo primero que hizo Paco Roca cuando, tiempo antes de que su novela gráfica Regreso al Edén fuera una realidad, decidió que era el momento de dar un paso atrás y escuchar la historia de su madre, Antonia, esas vivencias muchas veces ocultas tras las relaciones cotidianas. El impulso llegó desde aquello tan humano como darse cuenta de que no se ha dicho o hecho todo aquello que uno habría querido. Fue tras el fallecimiento de su padre que el autor se dio cuenta de todas aquellas lagunas que ya nunca podría completar, una “espina clavada” que quiso quitarse fijando la mirada en su madre, que ahora cumple 90 años, una recuperación de la memoria que se planteaba como un ejercicio personal y que ha terminado siendo mucho más.
“La historia de mi madre no es especial. No sería portada de un periódico, pero merece tener un hueco en la Historia”, explicaba este lunes el Premio Nacional Roca. El autor inaugura ahora la exposición Regreso al Edén: un viaje por la València de posguerra, que acoge el centro cultural La Nau, una muestra que supone una pieza más en la reconstrucción de esa memoria que “no se puede perder”. La clave del relato está en un pequeñísimo objeto, una fotografía que guarda con mimo la madre de Paco Roca y que ha sido el catalizador del resto de la trama. En ella aparece con su abuela en la playa de Nazaret, siendo esta la única imagen que guarda de ella, que guarda con mimo en la mesita de noche.
Esta fotografía fue la primera pieza de un dominó que más tarde se convertiría en novela gráfica, en un gran mural en el barrio de Nazaret y, ahora, en exposición. Y, quizá, ¿en película? “Nunca sabes dónde puede llegar un cómica. Ahora hay un proyecto de audiolibro, quizá más adelante surge otra cosa…” . Esa fotografía es clave para el inicio de la historia pero, también, habla de la forma en la que se acerca a ella, desde lo pequeño, lo aparentemente irrelevante pero que, a la postre, tiene toda la carga de una vida.
La exposición presta especial atención a esos elementos pequeños, poco espectaculares. Una botella de gaseosa, una maquinilla de afeitar, un cepillo de dientes, cartillas de racionamiento o maletas son algunos de los objetos que acompañan a las ilustraciones a gran escala de Paco Roca. Y este es uno de los juegos más interesantes que plantea el recorrido, ese camino en paralelo de lo micro y lo macro, de la Historia y la historia. Se refería Ester Alba, vicerrectora Cultura y Deporte de la Universitat de València, al trabajo como una “investigación personal y emotiva”, una suma de palabras que precisamente remiten a el trabajo entre esas dos aguas, entre lo propio y lo extraño, y todo lo que pasa entre una cosa y la otra.
“Personalmente me conmueve la historia de esas mujeres, la de Antonia que podría ser la de mi abuela Carmen, que también vivió ese momento difícil, esa relación con el estraperlo, de la economía de subsistencia, de esa historia de la posguerra, que es la historia colectiva, la historia pública de muchas familias”, desveló Ester Alba, que presentó la muestra junto al autor; el diputado de memoria histórica, Ramiro Rivera; y el comisario de la exposición José María Azkárraga.
Para este último, la tarea principal se trababa de "deconstruir el cómic de Paco Roca para viajar a la Valencia de la posguerra". Y ahí es donde entra el subtítulo de la muestra, que no es poco importante, porque ese viaje es micro, sí, pero también macro. Porque las voces son también el contexto, y este no es poco relevante. La imagen del dictador Francisco Franco salpica toda la muestra a través de recortes de prensa que entonces ensalzaban su imagen.
"València se promete a Cristo ante la Virgen", reza uno de los titulares, en este caso del Levante del 16 de mayo de 1939, que recoge la muestra. También son importantes las fotografías que, a partir de aquella primera de Antonia, guían en ese viaje a la España del blanco y negro, o los vídeos del NO-DO que muestran una València que tan solo recuerda con algunas de sus formas arquitectónicas a la actual, una València sin libertad y en la que la mayoría solo trataba de sobrevivir.
El proyecto es un ejercicio de recuperación de la memoria que, a la vez, también reivindica el propio hecho de trabajar sobre ella, de la importancia de volver la mirada y no olvidar. “Hay un determinado sector que no quiere mirar atrás. Si miramos fuera de España vemos que cualquier país hace una reflexión del pasado […] Esto es algo normal en una democracia sana”, defendía Roca durante la inauguración. Es importante la memoria y, especialmente, aquella que se refiere a las personas que han estado históricamente en los márgenes, en este caso unas mujeres que “no han tenido oportunidad de contar lo que vivieron” ni entonces por la represión ni después por esa suerte de “pacto de silencio” que ha resultado en una herida mal curada.
Es, precisamente, el rol de las mujeres durante la dictadura uno de los pilares del proyecto expositivo, que subraya la visión patriarcal impuesta por el régimen y la Iglesia católica, una visión también forzada desde los propios productos culturales, como libros enfocados en el trabajo en el hogar o con consejos para “la muchacha en el noviazgo”.
“España quiere que sus mujeres le sirvan únicamente como mujeres. Que su esfuerzo y su trabajo respondan, exactos a sus posibilidades mentales y físicas”, reza el número de marzo de 1938 de la revista Y de la Mujer Nacional-sindicalista, que recoge la muestra. Con todo, Regreso al Edén: un viaje por la València de posguerra dibuja un proyecto que supera la novela gráfica, que la contextualiza y genera un nuevo foco para luchar contra la desmemoria.
Hoy Paco Roca vive del sueño que tuvo de niño, ser dibujante y trabajar desde casa, aunque seguramente no imaginó que se convertiría en el dibujante español de cómic más importante de la última década. Tampoco que sus historias lograrían conectar con un público que, hasta la fecha, no leía a través de viñetas. Su tesón por convertirse en dibujante y su voluntad de acercar temas sociales con una sensibilidad y compromiso inusuales le convierten también en una voz que reivindica la memoria y huye del olvido