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en las entrañas de las obras de rehabilitación

El largo camino para devolver el esplendor a los Santos Juanes

30/03/2023 - 

VALÈNCIA. En algún momento de los años 20 del siglo pasado, un fotógrafo aficionado, Juan Alcón, hizo unas fotos en el interior de la Iglesia de los Santos Juanes, fascinado por las pinturas al fresco que Palomino realizó a principios del siglo XVIII. No sabía entonces que esas imágenes ayudarían a hacer historia, o al menos a recuperarla. El fotógrafo le regaló entonces a Luis Roig d’Alós [primer Catedrático de Restauración de España en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos] una copia a gran escala de la fotografía, que originalmente no medía más de unos 20 centímetros. Él lo colgó en su despacho, y su hija, Pilar Roig, estaba familiarizada con ella. 

A finales del siglo XX, en los 90, fue ella, ya con el relevo tomado de su padre, la que empezó a soñar con la restauración de los murales de Palomino, afectados primero por un importante incendio en 1936; y segundo, por el arranque de las pinturas que llevaron a cabo los Gudiol entre los 50 y 60. Roig buscaba la manera de tener una referencia visual de aquellas pinturas, y las tenía en su propia casa, ya que los herederos de Alcón no conservaron las imágenes. Se completó así el círculo, y es una de las muchas historias que está dejando la impotente restauración de la Iglesia de los Santos Juanes, llevada por un equipo multidisciplinar de la Universitat Politècnica de València y financiada por la Fundación Hortensia Herrero.

Las intervenciones avanzan a buen ritmo y ya se encuentran en el ecuador. Si no hay sorpresas —“que en estas cosas las hay”, rumiaba la catedrática— a finales de 2025 podrían darse por concluidas. Por una parte, se está llevando a cabo la restauración de los paneles de la bóveda que Palomino pintó al fresco. Una obra en la que quería reflejar a la Iglesia triunfal (siguiendo aún las principales ideas de la Contrarreforma), con la representación de santos valencianos —como San Vicente Ferrer—; o San Miguel luchando contra el demonio, con forma de dragón. 

Las pinturas, ya muy deterioradas tras el incendio del 36, se arrancaron a mitad del siglo XX y se colocaron en unos soportes de madera, que acumulaban también las humedades y bacterias del paso del tiempo. En estos queda una única capa de unas 500 micras de grosor a las que se llega quitando de encima otras muchas acumuladas durante estas décadas: hay restos de cola de la actuación de los Gudiol, hollín y secuelas del incendio. El proceso que se está llevando es el que ir deshojando todas estas capas para llegar a lo que queda de la pintura original.

Foto: ROBER SOLSONA/EP

Una vez hecho esto, trasladan esas 500 micras de la madera que se deteriora y se deforma a un soporte de fibra de carbono (más ligero, más fácil de conservar y menos propenso a deteriorar la pintura). Queda entonces un puzzle incompleto, con fragmentos que han sido imposibles de recuperar. Ahí es donde entran las fotografías de Alcón: un equipo de topógrafos y geógrafos han modelado las dos dimensiones de la imagen a las tres de nuestra realidad para poder completar, mediante la transferencia de una imagen digital impresa en papel gel, esos huecos. De esta manera, la bóveda se verá completa y en su esplendor. “Será una de las grandes referencias del patrimonio, no solo a nivel valenciano, sino también nacional”, apuntaba Pilar Roig.

Por otra parte, la zona más al oeste de la bóveda (precisamente la que contiene la imagen de San Miguel derrotando al dragón) no sufrió las actuaciones de los Gudiol, por lo que no se ha tenido que emplear esa técnica y se ha podido restaurado una parte importantísima de la pintura original.

Los paneles del ábside se perdieron y por tanto no hay nada original que poder recuperar. Incluso se llegó a proyectar en los 90 en aquel espacio la intervención artística de un artista contemporáneo. Ahora solo hay una pared blanca. La solución propuesta y más respetuosa con la obra de Palomino es la de hacer un videomapping que pueda mostrar unas cinco imágenes de la evolución de aquella pintura, que también fue documentada antes de ser sustraída.

El otro frente abierto es el muro hastial, que guarda la obra escultórica y ornamental de Bertesi y Aliprandri. En esta segunda actuación, los trabajos son de chapa y pintura. Las figuras están, pero muchas han sido restauradas de manera tosca y se les aplicó una capa de pintura blanca encima, además de las grietas que han aparecido con el paso de los años. El equipo de especialistas primero limpia y llega a la escultura original, y después modela las partes que faltan para integrarlas. Los materiales utilizados [incluida la impresión en 3D] aligeran las esculturas, las hace más fácil de conservarlas y recupera el esplendor original. También lo hará el blanco y el dorado de toda la iglesia.

Foto: GUILLERMO LUCAS

La logística de la obra del arquitecto Carlos Campos es de una complejidad importantísima y recuerda a las actuaciones llevadas a cabo en la Iglesia de San Nicolás. En todo caso, el director de la obra, José Luis Regidor, investigador del Instituto de Restauración del Patrimonio de la UPV, señalaba que son “casos incomparables”. Si bien San Nicolás tenía el reto de la restauración y puesta en valor de las obras; en este caso el trabajo es casi de arqueología, devolviendo, tras un siglo de catastróficas desdichas, a la iglesia a su máximo esplendor. Los trabajos se turnan con el culto, con no ha dejado de darse durante estos años. Las fases, de unos catorce meses, las miden en los momentos en los que hay que mover el andamiaje.

El proyecto de recuperación de la Iglesia de los Santos Juanes lleva gestándose desde los 90, cuando el Gobierno de España ya aprobó la investigación liderada todos estos años por Pilar Roig. Entonces, plantear las técnicas utilizadas era una propuesta pionera. En 2010, la falta de fondos paralizó las obras. Retomadas en 2021, finales de 2025 no parece tan lejos para terminar vencer al paso del siglo XX en una de las obras cumbre del patrimonio valenciano.

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