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Locura por la bóveda: qué ocurrió para que Guastavino ya sea profeta

Sin ‘guastavinos’ en el legado arquitectónico valenciano, la ciudad por fin ha aupado a Guastavino como icono central. Un descubrimiento de arriba a abajo basado en la seducción personal

20/08/2022 - 

VALÈNCIA. El despertar informativo sobre Guastavino es un caso paradigmático de cómo funcionan las curvas de atención. El furor por la persona, muy por encima de su obra, tiene que ver con el enganche a lo nuevo, a la ambición por descubrir lo insólito, cierta búsqueda de la diferenciación a partir de engancharse a un nombre nuevo que, aunque siempre estuvo allí, apenas fue revelado.

La estatua de Guastavino que completa la Plaza de la Reina, obra de Alfredo Llorens, es la culminación de un proceso de empuje de abajo a arriba que iniciado por técnicos apasionados (nombres como los de Mar Loren, Berta de Miguel, Gabriel Pardo o Fernando Vegas) prendió en la cultura (con documentales como el de Eva Vizcarra, El arquitecto de Nueva York) hasta alcanzar el corporativismo (abrazado al fin por el Colegio de Arquitectos) y convertirse en pleno personaje literario (con obras como Immigrant Architect, A prueba de fuego y Vida de Guastavino y Guastavino). 

Su protagonismo en un hito urbanístico como la nueva plaza representa el ensanchamiento en la complejidad de la ciudad; la adquisición de nuevos amuletos con los que explicarse. Es un acto de desagravio: hasta hace poco la única presencia del arquitecto era una calle descontextualizada de su legado sin referencia alguno a quién demonios es Gustavino. Después de dar nombre a la librería del CTAV en Hernan Cortés, su figura -como alada en la nueva plaza- señala la bóveda imaginaria pero sobre todo se señala a él mismo, justo allá donde nació. También allá desde donde pronto marchó, como refleja Andrés Barba en su libro: “Huyó (de València) en cuanto pudo, pero estuvo dialogando mentalmente con su legado arquitectónico toda la vida. Como nos pasa a todos con nuestros fantasmas, no podemos dejar de dialogar con ellos, aunque ya no estén”.

Foto: KIKE TABERNER

Gustavino, casi por primera vez, está. Y su regreso le debe mucho a Berta de Miguel, una experta en riesgos arquitectónicos que en 2011 también se fue a Nueva York junto a Gabriel Pardo, un ingeniero formado, como ella, en la UPV. De Miguel en esa estancia comenzó a descubrir al arquitecto valenciano que se había marchado a EEUU sin saber ni papa de inglés y del que nadie parecía conocer nada desde su orilla de origen. Durante el día, De Miguel inspeccionaba fachadas de rascacielos en rapel, trepando el skyline de la Gran Manzana, elevándose por edificios talludo a petición del ayuntamiento, evaluando sus riesgos. Por las noches, consultaba quién era aquel hombre que quemaba edificios para demostrar su virtud ignífuga.

En 2014, en este medio, Berta de Miguel y Gabriel Pardo se mostraban sorprendidos. “La primera vez que escuché sobre él no salía de mi asombro -explicaba Pardo-, no entendía cómo es prácticamente desconocido en España. Cuando me vine aquí me di cuenta que es un personaje histórico que marcó un estilo en la arquitectura estadounidense". De Miguel, por su parte, resalta el descubrimiento, “de que muchos de los edificios protegidos hoy contenga Guastavino. Cuando se conoce, lo que más sorprende es que no sea más conocido”.

Berta de Miguel, junto a Kent Diebolt, terminaría escribiendo el libro Immigrant architect, Rafael Guastavino and the american dream, ilustrado por Virginia Lorente y reconocido por los World Illustration Awards como una de las mejores publicaciones para niños en 2021. 

Como precuela, en 2009 el Centre del Carme había inaugurado la exposición 'Guastavino Co. La reinvención del espacio público de Nueva York', a remolque del centenario de su muerte. Comisariada por Mar Loren, autora de una tesis doctoral sobre el arquitecto, servía de primera aproximación. La visualización de su imaginario a través del documental El arquitecto de Nueva York quizá fue el acicate definitivo. Guastavino se convirtió en una causa y en un latiguillo permanente: cómo demonios estamos desperdiciando a un personaje así…  Después de producir durante más de 80 capítulos el programa de Punt Dos La Finestra Indiscreta, Carmesina Franch y Ernest Sorrentino le presentaron a Vizarra un proyecto: “habían hecho una investigación sobre él, y me la ofrecieron. Lo vi claro. Rodaremos”.

Foto: MARGA FERRER

El catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Fernando Vegas, uno de los mayores estudiosos de su figura, reconoce los avances: “Se han dado grandes pasos para recuperar su memoria. Como arquitecto posee, al menos y sino incluso más, la misma enjundia y envergadura internacional que Joaquín Sorolla como pintor, Mariano Benlliure como escultor y Vicente Blasco Ibáñez como escritor y, sin embargo, todavía no es conocido al mismo nivel. Oriol Bohigas lo definía como el primer arquitecto español de envergadura internacional”. Vegas insiste en la necesidad de “incorporar a Guastavino a los libros de historia de arquitectura nacionales e internacionales. Sería también importante dedicarle una calle de primer orden (...) es hora de que su ciudad, que debería estar orgullosa de este hijo ilustre, le reconozca como debe con una calle principal. Él nunca olvidó sus orígenes y continuaba nombrando  su ciudad, sus colegas los arquitectos valencianos, la cúpula de las Escuelas Pías y la cúpula de la Virgen de los Desamparados en sus escritos. Reprodujo la Lonja de Valencia en el Pabellón Español de la Exposición de Chicago de 1893, una elección bastante inusual dentro de los edificios de exposición de la época”.

Como comenta el autor Andrés Barba, “Guastavino es interesante porque no es imprescindible, ni mucho menos, en la historia de la arquitectura norteamericana, pero su presencia sí es extraordinaria”. Después de la calle, la escultura, los libros, el documental y la librería, aupado como uno de los iconos nuevos de València, la siguiente misión deberá pasar por cómo integrarlo en el imaginario arquitectónico valenciano, en la herencia ancestral, contando con un pequeño detalle: no hay ‘guastavinos’ en la ciutat.

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