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'Bloody Oranges': el cine gore se da la mano con la sátira política

En 2015, una joven estadounidense de 16 años fue violada. Logró zafarse y se comió los genitales de su agresor. La chica fue a juicio y alegó defensa propia. Este incidente ha inspirado a Jean-Christophe Meurisse para la comedia Bloddy Oranges. Una historia coral en la que esta trama coexiste con la oleada de suicidios en Europa en 2010 de ancianos atrapados en créditos hipotecarios y otro caso real, el papel de un político, ministro de Economía de Francia, que exigió apretarse el cinturón mientas evadía impuestos

27/08/2022 - 

VALÈNCIA. A finales de los 80 y principios de los 90 el cine gore tuvo una época dorada. Se convirtió en cool, en una nueva forma de comedia que despedía trozos de sesos y miembros mutilados. Quizá tuviera cierto problemilla de sesgo sexista, había una inclinación a que las mujeres fuesen las víctimas más señaladas de estas películas, particularmente de algunas japonesas, aunque había de todo. 

En la famosa serie Guinea Pig, de Hideshi Hino, en el primer capítulo, Flores de carne y sangre, un sujeto disfrazado de samurai secuestraba a una mujer, le inyectaba morfina y la iba asesinando poco a poco. Hoy correrían ríos de tinta sobre este entretenimiento, pero si cogemos la serie completa, la segunda entrega, para mí la más brillante, Él nunca muere, iba sobre un hombre que descubre su inmortalidad al intentar suicidarse una y otra vez, momento en el cual ya solo es una cabeza seccionada tirada en el suelo. En la tres, la protagonista era una sirena de alcantarilla y sus enfermedades. En la cuatro, un científico loco que quería curar a su hermana. La cinco, un travesti asesino. En fin, había de todo, aunque es comprensible que la gente ahora tenga reparos en reconocer y reivindicar lo bien que se lo pasaba con estos productos. 

En treinta años no es que el género haya desaparecido, la fórmula ha continuado con su público, pero al menos a mí sí que me ha llamado la atención el uso que ha hecho del gore el director Jean-Christophe Meurisse en la película Bloody Oranges. No me lea si quiere que le pille de sorpresa. Una de las protagonistas, tras ser secuestrada y violada repetidamente en un garaje, consigue escapar, pero, en lugar de irse, le devuelve la agresión al violador. La venganza es seccionarle los genitales con un taladro, cocinarlos delante de él y hacérselos comer. Una escena extensa, generosa con los minutos y con los detalles. Los testículos que aparecen son reales, solo que de gallo. Utilizaron unos de procedencia animal porque no sabían qué tendría que suceder cuando se meten en el microondas. 

Lo que me llama la atención, de paso, es el nuevo sesgo. El personaje femenino que culmina su venganza, acaba guiñándole el ojo a la cámara al final de la película. Sin embargo, hay otra víctima. Es el ministro de Economía de Francia. Perdido en una carretera secundaria, este hombre es también atrapado por el mismo maniaco violador. En lugar de prestarle ayuda en su casa, le hace tomar fentanylo y, por medio de la sumisión química, le viola reiteradamente. Con este personaje, el político, se hace chanza al final. Le vemos tener que sentarse con un cojincito por donde quiera que vaya. Podríamos hablar de que la figura del político profesional es un tentetieso de primer orden en nuestros días, aunque su lado negativo es que oculta un escándalo financiero. Por cierto, que de alguna manera, este personaje, el actor Christophe Paou, tiene algo de parecido en físico y carácter con el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, y la escena de su violación resulta turbadora si el espectador, como me pasó a mí, les llega a confundir.  

No obstante, es importante reseñar que estos fotogramas, los más estrambóticos de la película, están basados en hechos reales. En 2015, en Estados Unidos, una chica que solo tenía 16 años se comió los testículos de su violador y tuvo que ir a juicio, como la protagonista de Bloody Oranges. Los tribunales sentenciaron que lo había hecho en defensa propia, aunque la ingesta llevó cuatro horas y parece que la figura legal de la defensa es de 20 minutos. El caso del político estaba basado en Jérôme Cahuzac, del Partido Socialista Francés, que exigió a los ciudadanos franceses "apretar el cinturón" con el nuevo presupuesto mientras evadía impuestos en una cuenta en Suiza. 

Otra de las tramas importantes es la de suicidios de ancianos agobiados por las deudas. A mi parecer, esta es la escena más lograda. Un ejemplo de humor negro conducido de forma magistral. También se basa en hechos reales. En 2010, en Francia hubo una oleada de suicidios de personas mayores atrapadas en créditos hipotecarios. En lugar de ser desahuciados, se quitaban la vida en su casa. Cuenta el director que no solo tomó nota de los casos en Francia, también de los de España, por todos conocidos, e Italia. 

La película, efectivamente, tiene ese enfoque contra las elites. Hay una máxima de Antonio Gramsci de la que pretende extraer la percha para el relato coral que contiene. Se nos pone en pantalla para que leamos: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos". Como retrato de la Francia actual, si algo retrata es la confusión. Las charlas generacionales, sobre feminismo y con todo lo relacionado con lo llamado woke, si algo muestran es que ni siquiera el autor de la película entiende el mundo que habitamos en esta era. A lo sumo, como ha expresado él mismo en entrevistas, lo que pretende es inquietar. Rechaza la idea del cine como bálsamo, como herramienta para "tranquilizar", algo que no es nuevo. 

Meurisse viene del teatro, solo había hecho una comedia en cine antes de esta película. Su grupo se llama Les Chiens de Navarre, los perros de Navarra, y se les ha considerado, salvando las distancias, como los Charlie Hebdo del teatro. Unas palabras del director describiendo su filosofía resultan muy inspiradoras, más que Gramsci, sinceramente. Dice: "No creo en ninguna forma de censura. Creo en el poder intelectual y salvaje de la risa. La risa es específica del ser humano, aunque he oído que hay animales que también se ríen unos de otros (...) por eso mi trabajo con Les Chienes Navarres siempre ha sido aceptado, porque la gente entiende que nadie se salva (...) No muestro las torpezas, las incoherencias, las monstruosidades de la humanidad, muestro nuestras torpezas, nuestras incoherencias y nuestras monstruosidades. Si hay "nos", entonces la risa puede servir gran catarsis y gran acuerdo". 

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