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Luis Alberto cabezón desvela este y otros secretos del director "en clave americana"

Cuando Berlanga dirigió el doblaje de 'El Padrino' en España

20/05/2023 - 

VALÈNCIA. El recibimiento que preparó Villar del Río a la comitiva americana del Plan Marshall en ¡Bienvenido, Míster Marshall! poco tiene que ver con el que le hizo Hollywood a Berlanga en en 1962, cuando Plácido estuvo nominado al Óscar a Mejor Película de Habla No Inglesa. Pero, de alguna manera, sí que fue la culminación de un sueño: poner frente a frente al director con una de sus mayores filias, lo americano.

La fascinación por Estados Unidos, su hegemonía geopolítica y sus industrias culturales salpicó tanto la vida como la obra de Luis García Berlanga. Para él, el país americano era algo así como una falla, un monumento absurdamente megalómano que, a su vez, necesitaba ser quemado para purificarse de lo absurdo que es su turbocapitalismo.

La huella yanqui de Berlanga protagoniza Plácido viaje en Hollywood. Luis García Berlanga en clave ‘americana’ (Institut Valencià de Cultura, 2022), un estudio del investigador Luis Alberto Cabezón García que llega tras la avalancha del Año Berlanga, pero que ha conseguido importantes hallazgo que se escaparon de la lupa del centenario. Una de las más relevantes, el encargo que le hizo Paramount Pictures para que dirigiera el doblaje de una de las películas más importantes del cine de estudios americanos: El Padrino, de Francis Ford Coppola.

Fue tras el rodaje de ¡Vivan los novios! la segunda película consecutiva del director que cosechó taquillas muy discreta (la anterior fue La boutique). Según relata Cabezón García en su estudio, el encargo se produjo después de que Berlanga rompiera, de mutuo acuerdo, la alianza con el productor Cesáreo González. Entonces Paramount Pictures, a través de Christian Ferry, le encargó dos películas: A mi querida mamá en el día de su santo (escrita junto a Rafael Azcona y rechazada por la censura por su carga erótica y su trama edípica) y Tamaño natural. En medio de eso, surgió la idea de encargarle la película con la que Paramount Pictures quería dar un golpe de efecto a la competencia de Hollywood.

Aunque parezca un encargo extraño, en realidad Berlanga estaba muy familiarizado con el proceso porque doblaba todas sus películas y, de hecho, en muchas ocasiones aprovechaba para reescribir parte del guion ya escrito y rodado: “pienso una película, escribo otra, ruedo una tercera, doblo una cuarta y hasta monto una quinta”, decía. Y así era: el sonido directo solo servía como orientación en la sala de edición y le daba igual que los labios al final no coincidieran (“lo que realmente importa al público es el diálogo, no los labios”).

El doblaje fue capitaneado entre Berlanga y la actriz de doblaje Mari Ángeles Herranz, que se encargó de aspectos técnicos, además de ajustas el guion a la lectura de labios de la versión original. Luis Alberto Cabezón García recoge en el estudio el testimonio de Javier Dotú, que doblaría al Michael Corleone interpretado por Al Pacino. “Berlanga impuso un ritmo de trabajo pausado, trabajando frase por frase, que hizo mejorar la calidad del trabajo. Los demás integrantes, especialmente aquellos que tenían papeles protagonistas, aportaron también sus conocimientos, y todo funcionó sin contratiempos”, cuenta el investigador en el libro. "Berlanga, además de ver la película con sus actores, impuso una manera de trabajar mucho en la intención de cada personaje, casi como si él estuviera dirigiendo la película misma", añade en conversación con este diario.

Paramount Pictures también encargaría a Berlanga el doblaje de El gran Gatsby de Jack Clayton, pero entonces, este ya estaría enfrascado en la escritura y pre-producción de Tamaño natural

"Que no se conozca esta historia tal vez tenga que ver con el mundo del doblaje y las connotaciones políticas que tuvo en aquel momento. Berlanga me dió algún detalle cuando le pregunté en vida, pero no lo comentaba públicamente y es un episodio que ni siquiera los estudios más completos de él han recogido", opina.

Quiso resucitar a Charlot

Otra de los grandes descubrimientos de Plácido viaje a Hollywood parte de la fascinación de Berlanga por el funcionamiento industrial del cine americano. El sistema de estudios le parecía infalible, y se opuso claramente tanto frente a las Conversaciones de Salamanca (que buscaron armar política y autoralmente al cine español) y al auge de las nuevas olas europeas y al surgimiento de conceptos como cine de autor o puesta en escena.

Desde bien joven, Berlanga recoge en diferentes escritos, privados o en artículos de prensa, sus filias fílmicas, siempre relacionadas con los grandes nombres de la industria hollywoodiense. Y si bien en Chaplin y Keaton se decantaba por el segundo, desarrolló una sinopsis de nueve páginas que planteaba, a finales de los 50, una historia que recuperaba al mítico personaje, cuya última aparición fue en 1940. "Era una conversación recurrente entre sus amigos, cómo sería Charlot en aquella época. La respuesta de Berlanga es precisamente esta sinopsis", explica el autor.

El proyecto, titulado Conejo de indias y al que ha tenido acceso Cabezón García, era una marcianada absurda que no fue siquiera valorada por Chaplin porque solo él se escribía sus películas. En el desarrollo remitido al maestro del cine mudo, se puede leer la historia de un hombre llamado Plácido que “sale de la cárcel, o de un campo de concentración, o de un asilo” y se topa con un mundo moderno que no comprende. Cuando trabajo de una especie de cobrador del frac, bebe accidentalmente de aguas contaminadas y desarrolla una especie de superpoderes  nada glamurosos que lo convierten, en efecto, en un conejillo de indias y se suceden situaciones estrafalarias que buscaban copiar el espíritu marcado por Chaplin a su personaje décadas atrás.

Cuando este rechazó el proyecto, se hicieron modificaciones, según apunta el investigador, posiblemente pensando en que pudiera salir adelante protagonizado por Cantinflas o Fernandel.

Berlanga y Hollywood, un amor unidireccional

Las referencias a la cultura americana fueron constantes en el cine de Berlanga, y en se deshacía en elogios hacia muchos de los primeros espadas de Hollywood, tanto a sus directores (hombres) como a sus divas (mujeres). El cine americano fue su gran pasión desde su infancia. Plácido viaje a Hollywood hace un exhaustivo repaso a todas las huellas de lo americano en la obra del director valenciano, pero también de su pensamiento recogido en artículos en revistas especializadas o textos que no transcendieron pero sí se han conservado. "Era una persona con grandes conocimientos a nivel formal del cine. Es muy posible que si no se hubiera dedicado a dirigir, hubiera podido hacer análisis y crítica cinematográfica", apunta el autor.

La relación comprende desde referencias culturales (como la música, la marca de Coca-Cola o la bandera de Estados Unidos) hasta influencias directas de filmografías como la de Frank Capra. Pero esta obsesión no fue bidireccional, porque ni el público ni la industria americana se hicieron eco de la voz genuina de Berlanga, "como otros tantos directores muy destacados pero que no quisieron hacer fama yendo a rodar a Estados Unidos". Solo la crítica especializada y un público nicho llegó a sus películas, destacando, claro, El verdugo. A Estados Unidos llegarían cuatro películas Berlanga, y entre las razones de su complicada presencia destacan que las grandes escenas corales y el caos marca de la casa eran muy difíciles de subtitular.

Aún así, el viaje de Berlanga, junto a Amparo Soler Leal y Alfredo Matas, sería algo así como la culminación de una obsesión profunda por las luces y las sombras de lo americano. Unos días visitando estudios que Soler recogió en un diario y reproducido en el libro editado por La Filmoteca Valenciana. "Berlanga llegó a Hollywood sabiendo que no iba a ganar el Óscar. Para él ya era un premio que la Academia se fijara en el cine que 60 años después, en el marco del Año Berlanga, una nueva comitiva organizó una batería de actividades en un fin de semana en Los Ángeles. Berlanga, de alguna manera, volvía a su tierra fetiche.

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