ALICANTE. De las numerosas rutas turísticas que nos brinda la provincia de Alicante, una de las más completas por la diversidad de su oferta es la que discurre entre Guadalest y Benimantell, dos pequeños pueblos separados por un par de kilómetros que pertenecen a la Marina Baja y a su vez a la subcomarca del Valle de Guadalest.
El pueblo descansa sobre la ladera norte de la Sierra Aitana (la cima más alta de la provincia) y su extenso término ocupa buena parte del embalse del río Guadalest y se prolonga por la falda sureste de dicha sierra alcanzando las estribaciones del Puig Campana (la segunda cumbre alicantina). Su pintoresco casco histórico con su maraña de callejuelas nos retrotrae al medievo cuando el municipio pisó la historia. La Iglesia de San Vicente Mártir, su edificio más notable, sobresale en el perfil urbano con su espigada torre coronada por un original cimborrio octogonal.
El caminante que recorre las escarpadas sendas de su orografía se encuentra a su paso con el bucólico rumor del agua de sus numerosas fuentes ancestrales y con flores y hierbas aromáticas que constituyen un regalo para el oído, la vista y el olfato. Y cuando realiza una pausa para el descanso, puede disfrutar de una magnífica panorámica de la comarca y del embalse donde no tarda en descubrir junto a este los restos de una fortaleza levantada sobre un cerro. En su día, este castillo —declarado Bien de Interés Cultural— cumplía la misión de vigilar el acceso del de Guadalest.
Muchos artistas han sido atrapados por su paisaje. Óscar Esplá creó aquí su Sinfonía Aitana y, posiblemente, también inició en la preguerra civil la composición de Sonata del sur que concluyó en su exilio belga.
Cuentan las crónicas las dificultades que encontraron los lugareños para subir su piano de cola hasta la casona que tenía al final de un empinado camino. A su morada invitó a ilustres alicantinos como Emilio Varela —fueron presentados por Joaquín Sorolla— y Gabriel Miró.
Por otro lado, la olleta —el potaje tradicional de la montaña alicantina, que está elaborado con verduras, legumbres y un cereal— alcanza en Benimantell, en opinión del arriba firmante, su máxima expresión.
En primer lugar por su ingrediente estrella: el trigo, en vez del arroz que es el más común en otras comarcas. Y en segundo lugar por la pureza y la composición del agua empleada para su cocción y que procede de la sierra (algunos restaurantes obsequian al comensal con el “agua de la casa”). Muestra de la importancia que adquiere este plato es que su consistorio celebra todos los otoños la Semana de la Olleta.
Guadalest —cuyo nombre oficial es El Castell de Guadalest, en valenciano— fue reconocido en su día Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural, y está considerado como uno de los pueblos más bonitos y visitados de nuestro país. Lo primero que llama la atención al forastero es su atmosfera medieval que impregna sus edificaciones y sus calles empedradas. Uno de los tramos del recorrido que impela a inmortalizar con una fotografía, surge cuando se atraviesa el túnel de Sant Josep, horadado en la roca, que permite la entrada a la antigua ciudadela.
Cuenta con un rico patrimonio arquitectónico y museístico. Entre los edificios destacan el Castillo de San José del siglo XI —construido por los musulmanes sobre una conformación rocosa en la parte más alta del municipio—, la nobiliaria Casa Orduña, el templo de Nuestra Señora de la Asunción de estilo barroco y la prisión con sus mazmorras que se halla en los bajos del ayuntamiento.
En cuanto a su propuesta museística, sorprende que en su limitado núcleo urbano se encuentren más de media docena de museos (es el pueblo español con más museos por habitante). De todos ellos, son dignos de mención por su originalidad el de Instrumentos de tortura y el de Microminiaturas en el que se ponen a disposición del visitante potentes lupas para poder distinguir sus obras entre las que sobresalen la Estatua de la Libertad esculpida en el ojo de una aguja y Los Fusilamientos del tres de mayo de Goya pintada en un grano de arroz. Y, al igual que su vecino Benimantell, sus restaurantes ofrecen platos típicos de las comarcas de la montaña alicantina como la aludida olleta y los minxos —una empanada de verduras que algunos enriquecen con embutido artesano del valle—, entre otros deliciosos manjares.
Sin duda, el tándem Guadalest y Benimantell es un atractivo enclave de la provincia de Alicante idóneo para una escapada de fin de semana que no defrauda a los amantes de la naturaleza, la historia, la cultura y la gastronomía.