VALÈNCIA. La serie Autodefensa me parece interesantísima tanto ética como estéticamente. Y no me refiero a que se vean tetas y penes y haya drogas y pelos en sobacos de chicas. Eso ya no escandaliza a nadie. O solo escandaliza a los de siempre. Hablo de la ambigüedad moral, de la crítica y autoparodia constante en ecuaciones que no despejan la X y te quedas dando vueltas en bucle a la verdadera intención de la serie. Pensando, como muchas veces cuando escuchas a Isa Calderón en el podcast Deforme Semanal, si todo es irónico y autoparódico o nada lo es. O dónde está la línea que separa ambas cosas. O si es que no hay línea y ambas interpretaciones funcionan al mismo tiempo, lo que genera bastante inquietud en el espectador, que no sabe a qué atenerse, cómo interpretar correctamente lo que está viendo. Y tal vez esa crisis de interpretación explique los desproporcionados insultos vertidos por muchos críticos hacia la serie.
Pero vayamos por partes: primero hablaremos de la ética, luego de la estética y finalmente de los insultos.
Hace poco di una charla en Zaragoza sobre las letras de Rosalía y salió el tema de la literalidad al respecto de la canción Hentai. Muchos críticos (normalmente varones de mediana edad) se han reído en sus artículos y comentarios de versos como Te quiero ride como a mi bike sin darse cuenta de que la canción juega con el humor y las imágenes más pueriles con absoluta conciencia. Es una canción divertida malinterpretada por algunos intelectuales de esos que se toman muy en serio. Obviamente, si Rosalía pretendiera hacer un poema de amor a lo Bécquer o Neruda, por citar dos poetas ortodoxos al azar, esta frase sería ridícula. Pero lo que Rosalía pretende tiene más que ver con el juego y la greguería que con otra cosa. Es fácil darse cuenta de su propósito en una primera escucha pero no a todo el mundo le interesa verlo, así que se la juzga desde una interpretación errónea para atacarla. Lo que en cierto modo es el signo de estos tiempos: cada uno interpreta al otro como le interesa para hacerlo quedar mal. No es que nos hayamos vuelto tontos y por eso somos literales. Es que a veces nos interesa ser literales para ganar la discusión y acabamos creyendo lo que nos viene bien creer.
En medio de este debate sobre Hentai, un joven del público levantó la mano. Tenía 21 años. Explicó que Rosalía conectaba muy bien con la generación Z por sus numerosas capas de ironía, cosa que para él definía a su generación. También a las otras, dijo, pero la nuestra tiene más capas. Incluso ironiza sobre la propia ironía.
Se explicó: En un mismo verso había un significado literal (te quiero ride como a mi bike), un entendimiento de lo que socialmente se entendía por esto (es un verso ridículo) y una ironización al usar ese verso ridículo en el contexto de una canción de amor con una bonita melodía casi Disney. Tres capas funcionando a la vez. Yo no envío un meme de gatitos monos porque sean gatitos monos, dijo el espectador, sino porque es tan cutre enviar gatitos monos que irónicamente es guay enviar gatitos monos. Enviarlos me convierte en cutre y guay al mismo tiempo... Habiéndonos criado desde niños con memes, Youtube y redes sociales no somos capaces de mirar la realidad sin ver múltiples capas y filtros que lo atraviesan todo. Lo literal y lo paródico funcionan al mismo tiempo, acabó. Y yo pensé en la palabra que utilizan mucho mis alumnos: MDLR. Son las siglas de Mec de la rue (chico de la calle, chico malo) y siempre que usan ese adjetivo con alguien es a la vez literal e irónico. Un MDLR es quien va de MDLR, no quien es un MDLR.
Tras la intervención del espectador no supe qué contestar pero hoy creo que algo de razón tenía en ese uso un tanto ambiguo de las diferentes capas y que la serie Autodefensa es un ejemplo: capas literales y capas irónicas mezcladas sin que sepamos nunca por dónde va a seguir la escena, lo que crea cierta incomodidad al no ser capaces de posicionarnos ante el producto que estamos viendo. ¿Es una serie con escenas de humor negro donde se usa la pederastia, el clasismo o la gordofobia para provocar? ¿para denunciar a los gordófobos? ¿para denunciar lo políticamente correcto? ¿por mala leche? ¿por puro divertimento? ¿Se ríen de sus personajes para criticarlos como buenas progres o defienden que hagan de su vida lo que dé la gana en nombre de la libertad liberal? No está nada claro, como en mucho de lo que se ha llamado poshumor. Todo el rato nos encontramos con un problema de interpretación y con la frustración de no saber a qué están jugando con nosotros. Hay una especie de lost in translation.
La serie no intenta resolver ninguna contradicción ni vendernos ningún juicio moral. De hecho, podemos apreciar que es crítica con muchas cosas (heteropatriarcado, precariedad capitalista, superficialidad, dictadura de la imagen…) y que al mismo tiempo parece darle igual todo y a veces su humor negro cruza líneas difíciles de defender. Y en este punto yo diría que se aprecia un cansancio, tal vez generacional, de la moralina y lo políticamente correcto que hoy día ha acabado por convertirse en su propia parodia woke. La crítica social ya es un meme más. ¿Es la pedagogía y la buena intención el criterio para juzgar una obra de arte como parece estar ocurriendo, incluso con esta serie? Autodefensa parece oponerse intencionadamente a esta idea y al igual que los punks usaban chapas de la hoz y el martillo junto a svásticas (cansados o descreídos de una lucha ideológica que no daba futuro a los jóvenes) pasan rápidamente de la denuncia a la boutade adolescente o a una frivolidad que más bien es el síntoma del cansancio y la falta de esperanza de unos tiempos en los que no parece haber salida y las revoluciones han sido apagadas por el Black Friday, Netflix y los bailes de TikTok.
La serie trata temas que aluden a la juventud directamente: FOMO, banalización del sexo, drogas como forma de "no volver a casa", ansiedad, el machismo y las nuevas masculinidades, el arte como otra mierda más... Pero al final de todo, el tema de fondo, el que llena cada capítulo, es el vacío. La serie va sobre dos veinteañeras que sienten un vacío y no saben cómo llenarlo. Que saben perfectamente de sus privilegios (burguesas, artistas, guapas, populares, talentosas, fuckers...) y aún así se sienten frustradas y vacías y ya no se les ocurre qué hacer al respecto mas que huir hacia adelante. Las capas de significación funcionan todas al tiempo y son capaces de ser supercríticas y a la vez absolutamente superficiales y egoístas, justificando con un barniz inevitable de ironía y autoparodia estas contradicciones. Así que tenemos a dos jóvenes que utilizan la frivolidad y la caricaturización de sí mismas porque saben que es imposible la coherencia: ¿Votar a la izquierda pero comprar ropa barata hecha en Bangladesh? ¿Ser feminista pero hacer ghosting a un tío tras acostarte con él? ¿Luchar por el cambio climático pero tener un coche SUV? O nos reímos de nosotros mismos o nos ponemos a llorar... La serie (y la generación Z, según aquel espectador que he citado) tiene una visión del mundo llena de contradicciones que conviven sin resolverse, lo que genera una mirada y un discurso problemático. Una mirada y un discurso que inquieta al espectador que desea que las intenciones sean más claras: ¿Las protagonistas son unas niñas pijas frivolizando o están haciendo una crítica a las niñas pijas que frivolizan? Probablemente son ambas cosas a la vez.
Formalmente, la serie es muy libre, con capítulos de diferente duración, estilo, propósito... Una especie de Motomami (siguiendo la comparación con Rosalía) fragmentario y variopinto acorde a estos tiempos donde las redes sociales han creado una nueva narrativa desde la que leer el mundo. Porque es imposible que los creadores más jóvenes escapen de la influencia de internet donde pasan tanto tiempo. La serie, de hecho, habla bastante del tema de la autorrepresentación en redes, lo que nos lleva de nuevo a la verdad/mentira de ese personaje autoficcional. ¿Somos o no somos esa persona que se muestra en redes? Si eres un poco inteligente… ¿Cómo puedes sobrevivir a tu personaje sin ironizar sobre tu personaje? La ironía como salvavidas ante las contradicciones y la seriedad.
Pero lo peor de todo no es que la serie guste o no guste. Incluso no importa demasiado que sea buena o mala. Hay tantos productos malísimos que uno más no sorprendería a nadie. Lo peor de todo esto son los artículos que he leído en periódicos como El País donde la crítica a la serie usa insultos a sus creadores, sobre todo a ellas: niñatas, da grima, inmaduras, vergüenza ajena, necias... Creo que una crítica así, tan subjetiva y violenta, ya incita a sospechar: cuando el crítico (casi todo señores y mayores, casualidades de la vida) se indigna tanto es que la cosa no va de cine, va de pureza rancia contra esos jóvenes imbéciles que no saben lo que hacen.
Lo de siempre..
Y entiendo que las dos creadoras y protagonistas no lo ponen nada fácil en sus entrevistas e intervenciones, llevando sus personajes un tanto adolescentes y sobrados demasiado lejos. ¡Pero dejadlas tener veinte años y creerse rock stars tan superficialmente rebeldes y antipáticas para muchos como lo son siempre los rock star!
Sed antiguos sin meteros tanto con los jóvenes. Disfrutad de vuestra buena música de verdad, no como la de ahora, y de vuestras películas que ya no se hacen igual, claro que no, y de vuestros libros clásicos porque eso sí eran escritores buenos, y pasad de un producto que no os alude y que en muchos casos ya no sabéis ni interpretar correctamente porque los códigos han cambiado. Porque cada generación se apropia de los códigos y crea los suyos propios. Y aunque uno de los creadores de la serie tiene 40 años, los códigos son obviamente los de la generación Z. El futuro, mientras que vosotros empezáis a ser el pasado...
Decid que no os gusta y ya está. No hace falta hacer sangre todo el día criticando virulentamente su reggeatón, sus videojuegos, sus sobacos peludos, su Instagram, su trap, sus pintas…
Vivid y dejad vivir.
Para saber más
Fue una serie británica de humor corrosivo y sin tabúes, se hablaba de sexo abiertamente y presentaba a unos personajes que no podían con la vida en plena crisis de los cuarenta. Lo gracioso es que diez años después sigue siendo perfectamente válida, porque las cosas no es que no hayan cambiado mucho, es que seguramente han empeorado