ELCHE. Acostumbrados a los conciertos clásicos de tomo y lomo, público frente a grupo, interacción y demás, dependiendo de lo que gusten los músicos, tener la posibilidad de presenciar un espectáculo diferente como el de concierto más película no es cualquier cosa para romper los esquemas. Y tampoco sería una experiencia muy novedosa que una formación toque mientras de fondo se proyecta una película. El hecho diferencial radica en lo que hicieron Amiina el viernes en L’Escorxador en Elche, tocar en directo la banda sonora de Fantômas, un filme francés de 1930 para el que compusieron dicha obra.
Eso se traduce en que la única interacción entre público y músicos se produce al principio, en el que una de las chicas se marcó un speech explicatorio, para después dar paso a una película muda de algo más de una hora en la que la formación islandesa se encargó de darle vida. Exactamente, una hora y cuatro minutos de intensidad, de bajas revoluciones y, sobre todo, de mucha precisión. A pesar de lo curioso —y difícil de seguir— de la película, dividida en actos y con pequeños aspectos llamativos como ese azul lisérgico de la noche, es precisamente lo que más llama la atención cómo el cuarteto interactuaba con la pantalla y sus instrumentos para entrar en el momento justo.
Con la batería, un portátil y pedales para la parte electrónica, secciones de cuerda y un xilófono, construyeron un estupendo relato que sirvió, una vez más, para demostrar el poder manipulador que la música puede ejercer sobre nosotros. Ya que en los últimos días se ha hablado por aquí de The Wire, cabe destacar que una de sus claves es la ausencia de música que pueda jugar con nuestras emociones; lo que ocurre, lo hace repentinamente, como en la vida real, sin previo aviso que ponga al espectador en tensión. Al tratarse de una película de cine mudo, esa música extradiegética de la que se sirvieron los islandeses es la que construye gran parte del relato de la película. Cuando ellos quieren, una escena puede ser interpretada de una u otra forma. Cambiar por completo el lenguaje de la proyección.
También demostraron cómo se puede meter, al más puro estilo Godspeed You! Black Emperor, intensidad desde el folk y la música de cámara, dejando momentazos de gran empuje entre la línea ambiental que dibujaba la parte electrónica, la batería en escalada y, sobre todo y principalmente, el violín y el chelo de las dos integrantes. Especial mención para los instantes finales de la película, en la que acabaron por todo lo alto. En unos tiempos tan fáciles para la producción musical, una propuesta como la de Amiina ensalza la parte más clasicista de la música, por esa brillante sección de cuerda, pero también en general por el papel que jugaron con el resto de estructura sonora, dando fuerza, tensión o ejerciendo de derrapes de coches si era necesario.
Mención especial, también, a la precisión de la batería, a veces jugando con frecuencias casi imperceptibles, rozando la baqueta sobre la superficie del charles como si fuese la aguja de un tocadiscos. Precisión, pasajes de ambientación armonizada y explosiones repentinas en las que incluso la parte electrónica parecía inducir al baile en cualquier instante. Una gran experiencia y un show totalmente recomendable, con un sonido exquisito. Pocas veces hay opción de ver cómo se construye una banda sonora en directo. Desde Islandia a Elche, Un Fulgor de Moda Antónima mediante.