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A la luna de Foios: por qué este espacio efímero es un antídoto artístico contra el olvido agrícola

Siguiendo la estela del calendario lunar agrícola valenciano, este espacio efímero juega con la plenitud de la luna llena.

8/10/2022 - 

VALÈNCIA. Este 9 d’Octubre, a las 22:55, la luna llena alcanzará su máxima plenitud en la latitud 39.53. Eso es en Foios, en l’Horta Nord de Valencia. Por afinar, en el paralelo que surca su mismísimo cielo. Justo a esa hora un tamiz flotante en la periferia del pueblo, en el lateral por donde crece (o decreció) su huerta, filtrará la luz de la luna y su reflejo se verá directamente sobre un charco de agua condensada tras 18 días.

Es la instalación, aunque no sé muy bien cómo debería llamarse, que el colectivo La Cuarta Piel (entre València, Alicante y Madrid) ubicó dentro del contexto de Miradors de l’Horta. Su potencia abarca algo más que el simple catalejo al paisaje. Cuando, mucho antes de que anochezca, paso por el camino que lo circunda, en una senda de la ruta del colesterol, algunos visitantes en ruta parecen querer desencriptar el sentido de la obra. 

Se trata más bien de un aviso para poner la vista sobre todo aquello que dejamos de ver. Aparentemente un intento, incluso, de evitar el paisaje como la medida de todas las cosas en el entorno de l’horta, a menudo un señuelo con el que hacer pasar el relato de la realidad. La obra, a la que sus autores llaman espacio efímero y que recibe el nombre de Lunaris, evidencia un hecho tan ancestral como la propia tierra que utiliza: durante siglos -enuncian- los agricultores valencianos atendieron el movimiento de los astros para planificar sus cosechas. Lo hicieron aprovechando la gravedad para traer las aguas por las acequias o al conjurarse con los insectos para controlar las plagas, los humanos durante siglos hemos sido conscientes de nuestra dependencia del territorio que nos rodea. El calendario lunar agrícola valenciano es -qué demonios, fue- una medida de vida. 

Entre el 23 de septiembre y el 9 de octubre, acompasando el ritmo de la luna creciente, este espacio como un cráter de la memoria ha ritualizado la simbiosis entre la utilización de las tierras y la continuidad astronómica. Por las mañanas, ha reutilizado los plásticos agrícolas para “generar una atmósfera de confort”. Por las noches, ha sido “un mirador de las estrellas cuyas interpretaciones permiten conectarnos a los saberes”.

La Cuarta Piel, dedicada a la intersección entre arte y arquitectura, tomó la decisión de ubicarse en este punto de la comarca valenciana (además de por las coordenadas generales que demarcaba el festival de los pueblos del Carraixet) por dos motivos: uno, los bancales cubiertos de plásticos, “cuyo reflejo casi se confundía con el agua. Aprendimos qué era la técnica de la solarización, consistente en forrar de plásticos los bancales y regar a manta por debajo. La evaporación del agua, entre la tierra y el plástico, consigue una especie de fertilización orgánica del terreno. Luego los plásticos se llevan a los ecoparques y se reciclan, pero queríamos especular sobre la posibilidad de reusarlos y ser capaces de construir con ellos”. 

El segundo motivo tuvo que ver con la relación entre el calendario lunar y los ritmos agrícolas. “La luz de la luna influye en el flujo de la savia o la respuesta de las hojas, y eso hace que muchos cultivos se cosechen o se siembren en determinadas fases lunares, especialmente en luna llena o en luna nueva. Este vínculo entre los humanos y la naturaleza se ha perdido, y por eso queríamos que nuestro espacio sirviera para rescatarlo”.

‘Miradores’ como el de esta obra han terminado siendo una pequeña provocación. Obligan a replantear la relación de uno mismo con la huerta y el alcance más allá del uso en souvenir“L'Horta no se va a salvar con estas instalaciones”, señalan desde La Cuarta Piel, “pero sí pueden ayudar a reconectarla con la gente. Hasta hace dos generaciones estos saberes se transmitían por la cultura popular, pero ahora los vínculos de dependencia están invisibles detrás del lineal de los supermercados. Por eso necesitamos ser conscientes de cómo dependemos del resto de animales, de las plantas, de los minerales del subsuelo o del clima”.

En un cierre poético, el desenlace acaba verbalizando la idea de que no se trata tanto de mirar al dedo como de fijarse cierta profundidad. “El diseño de la instalación, desde su orientación hasta la geometría de la cubierta, está diseñado para observar la luna creciente durante el festival y culminar con la luna llena del sábado 8 de octubre a la medianoche. Mirar l'Horta y mirar el cielo para recordar nuestra fragilidad, pero también para recuperar alianzas con otros elementos”.

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