ALICANTE. Escribir experiencias propias con el fin de ayudar a otras personas, pero sin convertirlo en un libro de autoayuda. Aunque paradójica, la idea no resulta un imposible. Este es el logro de Juana Sánchez González, publicista de carrera y escritora de vocación, quien se lanzó a contar su historia por tomos entre 2018 y 2019. Agorafóbica perdida (2018) y Diario de una redactora peculiar (2019) han sido el resultado de esta necesidad de exteriorizar la experiencia propia de la autora "como redactora y como agorafóbica", cuenta. Dos inseparables con un alto protagonismo en la vida de la alicantina, que han condicionado su trayectoria profesional: "Las experiencias que tengo como redactora son siempre fuera de Alicante. Y esto, para una persona que atraviesa un trastorno así, es complicado, porque implica viajar", interpreta. Sin embargo, estos empujones hacia el mundo resultaron de ayuda para Sánchez, ya que "ir a Sevilla para un curso o a Madrid para participar en unas jornadas provoca que supere poco a poco el miedo. Gracias a intentar ser escritora yo monto en avión, en tren, etc.", recuerda.
La agorafobia está definida por la RAE como la "fobia a los espacios abiertos", un trastorno con el que la escritora convivió desde los 22 hasta los 25 años, y que la retuvo en casa durante ese tiempo, sin salir de ella durante los tres años que la sufrió. "Oficialmente, me dieron el dni de exagorafóbica a partir de los 26", comenta con sarcasmo, porque explica que "sin sentido del humor hubiera sufrido el doble. La agorafobia sigue estando ahí, pero no de manera tan presente, porque ya tengo mis herramientas para poder gestionarla. Y cada psicólogo aplica tratamientos personalizados para cada persona. Por eso estoy tan en contra de los manuales de autoayuda y de los profesionales que solo quieren sacar dinero por tu problema".
Es por ello que la intención tras su libro Agorafóbica perdida "no es la de ser un manual de autoayuda, sino la de intentar arrojar un poquito de luz y de esperanza a todas esas personas que lo están pasando muy mal a causa de esta fobia", muestra la autora. Y añade que decidió escribirlo una vez se curó, porque la psicóloga que la guió a lo largo del proceso la invitó a "no hablar más del tema. Sin embargo, cuando alguien me saca esta conversación yo lo que quiero es hacerle ver que resulta posible curarse", trata de esperanzar.
Los viajes por trabajo supusieron una especie de terapia de choque para que Sánchez superase aquello que le impidió salir de casa, por lo que en Diario de una redactora peculiar expone sus experiencias al intentar convertirse en redactora, pero siempre teniendo en cuenta el punto de vista de la agorafobia. Se trata de un libro que muestra el recorrido de una redactora que aspira a ser escritora, "porque aunque lleves muchos años ejerciendo la profesión de redactor y escribiendo para los demás, en el fondo no dejas de tener ese sueño y, a la vez, frustración, de querer escribir para ti", explica. "Yo le hice una promesa a mi padre antes de que falleciera y era escribir un libro propio, firmado por mí", aclara.
En este escrito autopublicado, la alicantina incluye un alter ego que la ayuda a contar sus experiencias y situaciones, las cuales asegura que "han sido bastante surrealistas, por lo que pensé que no necesitaba inventar nada. Son ya más de 15 años escribiendo y me creía capaz de contar en primera persona lo que implica querer ser escritora y quedarte en redactora". Ambas obras tienen en común, además del punto de vista de la fobia, "el humor negro como leitmotiv, ante una cuestión que te limita en todos los aspectos", manifiesta.
La acogida que han tenido los libros es "bastante buena", tilda la publicista, quien también cuenta que le ha escrito "mucha gente que padece agorafobia y que no sale a ningún sitio. Me han dicho que se han reído -dentro de lo que cabe- y que, por lo menos, el libro les ha dado un poquito de esperanza. Yo no aspiro a curar a nadie con esto", insiste. El feedback que mantiene con sus lectores y lectoras le ha permitido conocer historias que le dan "bastante apuro y vergüenza ajena", califica, "porque hay personas alrededor de quienes sufren agorafobia que no las apoyan. Incluso me piden, por favor, que no le diga a nadie que me han escrito".
Las fobias, trastornos o enfermedades mentales no son visibles, "no es como si yo me rompo una pierna", matiza; "la agorafobia no se ve, pero nadie elige sentirla. Nadie quiere salir corriendo como Forrest Gump de un concierto o de una celebración con amigos. Y resulta bastante desagradable que haya gente y, sobre todo, muy joven, que no sea capaz de ponerse en el lugar de una persona que padece este tipo de trastorno", reivindica. Y aclara que padecerlo no es un motivo por el que avergonzarse.