ALICANTE. Poca gente sabe que Sofía Ellar nació en Londres y que mantiene, incluso, la doble nacionalidad —su apellido artístico, de hecho, es una mezcla de los dos reales con un cierto toque inglés—. Sin embargo, siempre ha llevado el norte por bandera. Sus orígenes son cántabros y de allí, del Sardinero, se ha sentido desde que llegó. En su etapa universitaria, se trasladó a Madrid (donde reside actualmente) y, a medio camino entre la capital y Segovia, estudió Administración y Dirección de Empresas, una titulación que, sin gustarle demasiado, marcaría el principio de su éxito personal y profesional.
Cansada de econometría, finanzas y estadísticas, decidió dedicar su trabajo de fin de grado a aquello que realmente la conmovía desde que tuvo uso de razón: la música. Y entonces, gestó casi sin saberlo el que sería su propio proyecto artístico. Ahora, con tan solo 27 años y apenas cuatro después del lanzamiento de su primer álbum, Sofía Ellar prepara para noviembre su tercer disco autoeditado. La cantautora, en cambio, nunca ha guardado “el disfraz de niña divertida por vestir de traje”. No aunque ser empresaria implicara asumir ciertas responsabilidades.
Te has ido forjando una carrera independiente y, de hecho, se te ha premiado en más de una ocasión por ello. Ahora que el proyecto ha crecido tanto, ¿sigues llevando tú las riendas de todo?
He empezado a delegar ciertas cosas, pero en un equipo internalizado. Cada vez vamos teniendo más equipo humano, y creo que el reto más difícil de mi carrera ha sido encontrar gente que cumple, que sigue y entiende los valores del proyecto, de la marca. Porque aunque esto es una cosa muy humana, no deja de ser un sello. Sofía persona e incluso Sofía artista es un sello, y hay cosas que hay que saber hacer: una carta de presentación, una manera de representarme… En estos temas, es muy importante seguir una línea, saber que estamos de cara al público, que tenemos una audiencia de temprana edad, niñas que van creciendo con sus inseguridades, que hay que apoyarlas y motivarlas, que hay que tratar de representar una figura de la forma más humana posible. Hasta encontrar un equipo que entiende todo esto, he tenido que atravesar un camino de curvas.
A pesar de esas y otras curvas, ¿qué evolución artística y profesional has experimentado a lo largo de tu trayectoria?
En ese sentido, siempre me preguntan por el éxito, pero poco se habla de los primeros conciertos en los que había cuatro gatos y donde costaba muchísimo llenar. Esas cosas son las más bonitas y las más mágicas, las que a veces te hacen recordar de dónde vienes para que no se te olvide nunca. Eso es importantísimo. Este es un gremio difícil a más no poder —detrás del telón ocurren muchas cosas—, pero estoy agradecida por todo lo que la vida me ha ido trayendo. Hay momentos, por supuesto, que nos afectan, como la Covid. Ha sido un gran bache del que ni siquiera hemos terminado de salir, y hay que confiar en la cultura y seguir yendo a los conciertos, porque creo que es lo mínimo que podemos hacer para dar las gracias por todos esos meses de encierro en los que artistas y figuras públicas han regalado su trabajo, su arte y su cultura al mundo entero para hacer un poco más amenos los meses de confinamiento.
E incluso con los obstáculos que se te han ido imponiendo, ¿qué rasgos de la esencia Ellar has tratado de mantener con el paso del tiempo?
Yo creo que la libertad. Es como un sello muy yo, muy ellárico, es como esa pluma, sinónimo de pájaro que vuela libre, que no tiene ataduras, que no tiene por qué seguir ningún tipo de canon ni de estereotipos. Creo que es uno de los valores principales que me definen, no solo como persona, sino como artista. Ahí sigue y vamos a seguir transformando la libertad en conceptos, en etapas. El punto de partida de este proyecto y de las canciones siempre ha sido la libertad. Esa no nos la puede robar nadie. Bastante hemos tenido con este virus y con esta situación tan surrealista. Ahora más que nunca, la libertad tiene que recobrar su sentido, y ahí tenemos que estar, al pie del cañón.
Por eso, entendemos, el próximo álbum se titulará Libre. ¿Qué Sofías encontraremos en él?
Encontraréis a la Sofía de siempre, pero con una vuelta de tuerca sofisticada. Antes de este disco, veréis a una Sofía alter ego, a una Sofía lianta, a una Sofía con gustos musicales saliéndose de su caminito, que para eso está la música. Porque como digo en una de mis canciones, la mejor canción no entiende de murallas. Para algo el arte es libre. El arte no se vende, ni se compra; el arte se crea y nunca se destruye. Esa es la filosofía de este disco.
En todo este proceso artístico, desde que publicaste tu primer álbum en 2017, la familia ellárica ha crecido mucho. ¿Crees que se debe a tu cercanía en redes y en directo con los fans, aunque no te guste denominarlos así?
No me gusta llamarles fans porque no saben el significado tan importante y especial que tienen para mí. Es una cosa muy superior, es una familia, y esa familia se ha creado por el mero hecho de haber confiado en esa niña que hace unos años se lanzó a una aventura. No tenían por qué haber dado ni un duro por ella. Sin embargo, lo hicieron y siguen estando con el paso de los años. Pero no solo eso, sino que la familia se va multiplicando. Estoy eternamente agradecida, porque el éxito no estaba escrito.
Siempre has dicho que las redes sociales han sido tu mayor trampolín, pero ¿te han saturado en algún momento o crees que podrían llegar a hacerlo? Porque tú misma has reconocido públicamente haber sufrido ansiedad.
Sí, puede que tenga algo que ver. La ansiedad, en el fondo, es un mecanismo de defensa natural ante una situación de peligro, y yo creo que ni el ser humano ni nadie está preparado para tanto estrés o tanta responsabilidad a través de una pantalla. Yo trato de tener mucho cuidado y de medir todo lo que publico, porque precisamente soy consciente del ejemplo que puedo ser para tantísimas personas; tantas niñas que están creciendo y están en una etapa crucial de su crecimiento, con sus inseguridades, sus miedos, sus adolescencias… Creo que una persona influyente debe serlo en positivo. Para mí, ser influencer no es colgarse un bolso de Armani, sino volcar algo moral, algo que tenga valor y que cale más allá del trabajo que ejerza cada uno. No está pagada la responsabilidad que hay detrás de las redes sociales, que también pueden ser un arma de doble filo. Vivimos en una sociedad en la que todo el mundo está con el ojo avizor puesto, y cualquier cosa se saca de contexto con muchísima facilidad y rapidez. Claro que alguna vez he tenido algún disgusto, y eso te lo llevas a la cama si eres una persona sensible como considero que soy yo. Dicho lo cual, me quedo con lo bueno; soy de las que quiere ver el vaso siempre medio lleno.
En cualquier caso, en los momentos difíciles, sigues refugiándote en las canciones. De hecho, el último lanzamiento fue Cancha y gasolina, toda una declaración de intenciones. ¿Qué pretendías expresar con este lema, que ha acabado dando nombre a la gira?
Quitarme una espinita. Quitarme cosas que he vivido, que he aguantado y que han fomentado y activado en mí muchas inseguridades y muchos miedos. Fue una canción que no estaba nada planeada en la estrategia del disco que está por venir ni en la trilogía previa a ese disco, pero, en un momento muy personal, quiso salir de mi corazón. Entonces, decidí —gracias a la libertad que tengo como artista y como proyecto— cortar todos los planes, porque pensaba que el mundo necesitaba un mensaje de positividad ante una situación global que ha extremado nuestros miedos. Lo veía necesario, y lo compartí. Era una canción en la que estaba muy triste, recuerdo escribirla entre lágrimas, y ahora la escucho y pienso que hemos conseguido sacar de ella un mensaje positivo, “de tira, tira, tira”, porque hay que seguir tirando hasta cuando no ves la luz al final del túnel. Eso es lo que espero que transmita.
Y después de la tregua pandémica, en la que no dejaste de componer, estás volviendo a disfrutar de los escenarios —“y de la vida”, apunta—. ¿Qué esperas de los conciertos de Alicante y Benidorm?
Yo soy de las que prefiere no esperar nada y luego llevarse una sorpresa, que siempre suele ser en positivo. Vamos con la banda, llevamos una energía muy optimista de cara al directo, y haremos lo que mejor sabemos hacer sobre un escenario, que es ser nosotros mismos, compartir las canciones con el público y que este también las sienta como suyas. Porque creo que eso es lo bonito de la música: que yo haya podido escribir por una determinada situación de mi vida, pero que alguien pueda sentir desde su casa que esa canción está hecha a su medida.