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las series y la vida

'Mom' o cómo reírse de la desgracia propia

14/04/2018 - 

VALÈNCIA. Aunque ahora mucha gente parece olvidarlo, el humor permite hablar de las tragedias de la vida y sobrevivir a ellas. Por ejemplo, ser una alcohólica y adicta a todo tipo de drogas, abandonar a los hijos, haber estado en la cárcel, convertirse en delincuente o follar con cualquiera para conseguir una dosis. Con todo eso se puede hacer un comedia, en concreto la serie Mom, que ya va por cinco temporadas y que actualmente puede verse en TNT y Neox. Las protagonistas de la serie llevan todo ese tremendo bagaje a sus espaldas mientras intentan enderezar sus vidas y seguir adelante, asumiendo el peso del pasado y una relación completamente rota entre ambas. La hija, Christy, reprocha a su madre, Bonnie, el abandono y el pésimo ejemplo que recibió de ella, una madre que “lamía las migajas de cocaína de la alfombra” y que “mientras otras madres cocinaban la cena, tú cocinabas meta”. Christy considera que la arrastró por el mismo camino (y se lo recuerda reiteradamente), quedándose embarazada a los 16 años. Pero también tiene que lidiar con su propio sentimiento de culpa al haber hecho a sus hijos lo mismo que su madre le hiciera a ella, con el agravante de que la tercera generación, es decir, su hija, Violet, va por el mismo camino. Ahora intentan paliarlo, pero ambas han sido madres terribles y lo saben.

Lo interesante es que todo este tremendo dramón es, en realidad, una comedia de situación (una sitcom) con cero sensiblería y nada de moralina, mucha ironía y toneladas de humor negro. "Hola, me llamo Christy y soy alcohólica. He estado sobria 118 días... ¡No aplaudan por eso! Han sido los peores 118 días de mi vida". Las protagonistas se dicen auténticas barbaridades, recordando su pasado y reprochándose cosas una a la otra, y se ven enfrentadas a situaciones nada complacientes. Y, oye, te ríes. Y lo haces sin jamás perder de vista la gravedad de determinadas situaciones y siendo total y permanentemente consciente de la titánica tarea de estar mujeres para reconstruirse desde el más absoluto fracaso vital y luchar contra la adicción y la culpa. Porque, asombrosamente, dado el sarcasmo, el humor ácido y la crueldad con que se tratan unas a otras, la serie no es cínica. Algunos de sus personajes lo son, pero no el punto de vista que sostiene el relato ni el retrato que se nos ofrece de estas mujeres. Ambas batallan por recuperar y mantener la dignidad, por mejorar y por ganarse el respeto de los demás. Y estamos con ellas en esa lucha. 

La serie es obra de Chuck Lorre, Eddie Gorodetsky y Gemma Baker y está producida por Lorre, el creador de la muy exitosa pero más bien insufrible Dos hombres y medio y de la gran The Big Bang theory. Lo cierto es que viendo ambas series no era de prever la profundidad y la complejidad con que a veces están tratados algunos temas en Mom. Porque, además de la adicción y el proceso de curación y rehabilitación, que son sus ejes narrativos, en ella hay de todo: muerte, embarazos adolescentes, adopciones nada amables, pobreza, cáncer, desahucios y, en general, pocos finales felices. Esta mezcla de comedia y drama no la inventa Mom, por supuesto, en otras sitcoms hemos visto momentos dramáticos difíciles, pero en ninguna como en esta de forma tan estructural, algo por otra parte muy coherente con la propia naturaleza de la serie y los temas que trata.

Las protagonistas, magníficas, son Anna Faris y Allison Janney, la última ganadora del Oscar a la actriz de reparto por I, Tonya, que ya ha cosechado dos Emmys por su papel en Mom, que se suman al conseguido por su personaje de Masters of sex y los cuatro que ya tenía por la inolvidable C. J. Cregg de El ala oeste de la Casa Blanca. Siete en total. Y más que conseguirá. Janney es un portento de actriz camaleónica y solo por verla a ella haciendo el gamberro (y lo hace muy a gusto) ya vale la pena. A veces parece algo así como el show de Allison Janney, pero es que su comicidad es irresistible. Y además su química con Faris es total, lo que constituye el mayor acierto de la sitcom. Ambas funcionan como un mecanismo de relojería. 

Otro de los grandes aciertos está en la evolución de la serie que, de hecho, mejora en cada temporada. La primera temporada y parte de la segunda se centran en la vida familiar de Christy, que, además de mantenerse sobria y lograr convivir de aquella manera con una madre a la que rechaza, ha de sacar adelante a sus hijos, bregar con su exmarido, lidiar con su entorno laboral y estabilizar su vida sexual y sentimental. Pero poco a poco algunos de estos elementos irán desapareciendo paulatinamente, por ejemplo los hijos y el exmarido, para centrarse cada vez más en el grupo de amigas exadictas de Christy y Bonnie que acuden con ellas a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, hasta el punto de que, aunque madre e hija sean el centro de la acción, se ha convertido en una serie, y una muy divertida e interesante, sobre un grupo de amigas. En las últimas temporadas, gran parte de la acción se concentra en la interacción entre ellas, tanto cuando reina la comicidad, y reina mucho, como cuando surge algún drama. Se lanzan puyas, compitan o pelean por muchas cosas, pero están siempre unidas cuando cualquiera se enfrenta a la posibilidad de una recaída, posibilidad que está siempre ahí, sobre todo cuando las cosas van mal. Y van mal muchas veces. Son todas muy distintas entre sí, puesto que, en realidad, lo único que les une es el hecho de ser adictas. Lo que sucede es que ese aspecto es crucial en sus vidas y construye su relación con el mundo. Tienen la lucidez y la sabiduría de quien ha tocado fondo y lo saben todo sobre la fragilidad y la resistencia. Son supervivientes a las que les queda mucho por vivir. Por eso pueden reírse de todo, empezando por sí mismas y su propio proceso de rehabilitación y curación. Y quienes las vemos y disfrutamos en capítulos de 20 minutos sus vidas de ficción, también podemos reírnos de ellas, pero sobre todo con ellas de todas esas cosas tan graves y tan solemnes. Reir cura. 

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