VALÈNCIA. Wisława Szymborska nació el 2 de julio de 1923 en Kórnik cerca de Poznań. La poeta galardonada con el Premio Nobel de Literatura en el año 1996, nació en esta pequeña ciudad instalada en la región de Gran Polonia. Durante la invasión a Polonia en 1939, la región fue anexionada a Alemania por parte de los nacionalsocialistas. En aquella fecha Wisława era una adolescente que empezaba a jugar con las palabras mientras oía los bombardeos de cerca. Una guerra muy presente que le sirvió como funesta musa a la que dedicar uno de sus poemas más conocidos. De aquellos primeros años, la poeta recordará el hambre y el frío.
Así comienzas sus primeros versos:
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien ha de poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso tiene poco de fotogénico
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
En Kórnik apenas hay un par de atracciones turísticas para visitar. La primera de ellas es el Castillo de Kórnik, una construcción del siglo XIV que fue fundada por el hermano del obispo Nicolás de Poznan. Después se vendió a un magnate polaco y ya en el siglo XIX se hizo una reconstrucción en estilo neoclásico por parte de Friedrich Schinkel. El castillo se convirtió en un lugar donde se conservaban obras de arte y todavía aloja una extensa biblioteca con una importante colección de mapas y grabados.
Wisława se trasladó a un suburbio de Cracovia, la ciudad de la que no se movió desde que su familia emigró allí cuando ella tenía ocho años, en 1931. Allí pasaría los mejores y peores años de su vida. El edificio de la calle Radziwiłłowska fue el hogar de la poeta y su familia. En la biografía Trastos, recuerdos que relata la vida de Wisława Szymborska y que escribieron Anna Bikont y Joanna Szczesna y publicó la editorial Pre-Textos en el año 2015, la poeta recordaba que había “habitaciones grandes y altas, estucos decorativos en los techos, muebles antiguos, alfombras, un piano”. Según ella, era una vivienda típica de la intelligentsia de origen terrateniente en la que no había baños pero que si contaba con una bañera en la cocina. Las niñas compartían una de las habitaciones y su nana vivía en un cuarto para criados al que se accedía desde el vestíbulo por una escalera. Tras terminar la educación secundaria y trabajar en los ferrocarriles, la autora comenzó a estudiar Lengua y Literatura Polaca en la Universidad Jagellónica. No pudo terminar la carrera por problemas económicos pero el virus de la literatura jamás saldría del cuerpo de Wisława.
La poeta siempre mantuvo un carácter discreto y tímido y lució un extraordinario sentido del humor. En el año 1948, Szymborska se casó con otro poeta, Adam Włodek. Ambos se trasladaron a un frío desván en la Casa de los Letrados, ubicada en la calle Krupnicza 22. En este edificio el matrimonio desarrollará su faceta más social, con una intensa vida cultural alrededor de las élites literarias de la Cracovia de entonces.
Uno de los lugares de Cracovia en los que Szymborska fue más feliz fue en la redacción del periódico Życie Literackie, en calle Wiślna 2. A principios de los 50 comenzó su colaboración: primero como directora de la sección de poesía y ya en la década de los 80 abordaría su conocida columna Lecturas no obligatorias. Allí escribía acerca de todo tipo de asuntos. La editorial Malpaso recogió en enero de 2017 todas sus columnas en Prosas reunidas, un compendio traducido y prologado por Manel Bellmunt Serrano. Aquí pueden leerse toda suerte de textos lúcidos y brillantes, comentarios hilarantes a propósito de los libros que iba leyendo. Por ejemplo, el que dedica a las memorias de Sofia Tolstaya.
Sofia Tolstaya tuvo la desgracia y al fortuna de ser la esposa de un genio. Cualquier mosquita muerta habría puesto remedio con tremenda dificultad a una situación como esa.
A la antología de la poesía griega moderna:
Si en general ya es difícil ser poeta, seguramente lo es más aun siendo griego. Escribir bajo la presión de una tradición tan grande y, a la vez, tan actual siempre.
O a Charles Dickens:
Un artista es, según la creencia popular, un individuo necesariamente infeliz. Es incapaz de conseguir nada sin un sufrimiento atroz, al que contribuyen su propio carácter, el destino o la sociedad. El reconocimiento nunca le llega en vida o, en el mejor de los casos, al final de una tormentosa existencia.
Uno de los lugares que la poeta visitaba con más frecuencia al final de su vida fue el Café Nowa Prowincja en la calle Bracka, número 3. Allí se reunía Szymborska con varios amigos y allí, probablemente, festejó sus éxitos literarios con música y bebida. Todavía hoy es posible admirar las paredes de este bar, donde cuelgan muchas fotografías de la poeta. En la entrada hay incluso un aparato auditivo donde se puede escuchar, entre otras grabaciones, a Szymborska leyendo algunos de sus poemas.
La poeta murió en febrero de 2012 y fue enterrada en el sepulcro familiar en el cementerio Rakowicki en Cracovia. En el primer aniversario de su muerte, el Museo Nacional de Cracovia (Plac Szczepański 9) inauguró la exposición El cajón de Szymborska. Se trata de una especie de collage tridimensional en el que los objetos pertenecientes a la poeta se contraponen a las citas de sus obras, fotografías de personas, objetos y lugares. Entre esos objetos destacan las máscaras y viajes postales que Contienen objetos que Szymborska coleccionó a lo largo de su vida. También se puede admirar en la exposición una parte de la biblioteca privada de Wisława Szymborska, quizás el mejor modo de conocer a esta poeta lúcida e irónica.
Madrid como capricho y necesidad. Me siento hijo adoptivo de la capital, donde pasé los mejores años de mi vida. Se lo agradezco visitándola cada cierto tiempo, y paseando por sus calles entre recuerdos y olvidos.
Después de dos años de confinamiento y vacaciones 'en casa', parece que la gente está deseando subirse a un avión para volar a cualquier lugar