ALICANTE. Finales de los años ochenta. En l’Alfàs del Pi un grupo de jóvenes se plantea montar un festival de cine. Tres décadas después Iborra cuenta risueño que «esta es una realidad que no esperaba que llegara a tanto: dices treinta años y parece nada. Y yo tenía 28 y ahora 58». Han sido tres décadas cumpliendo con la cita cada verano, «un sueño hecho realidad».
«El secreto es la amistad», explica el director alfasino. Eso y que durante el año, a cada ocasión que se le pone a tiro algún compañero en Madrid, ataca. «Tratarlos no como personajes públicos del cine sino como personas», es lo que le ha funcionado para demostrar que en l’Alfàs el «trato es distinto. Aquí no hay frialdad».
A lo largo del tiempo ha tenido muchas ocasiones para demostrarlo. Si en 1996 Pedro Almodóvar y Marisa Paredes querían ver la final de Arantxa Sánchez Vicario contra Steffi Graff y no podían en el hotel, se buscaba un bar. Aunque siempre con una sonrisa en la boca cuenta que este año les vuelve a pasar como en muchas otras ocasiones, el mundial les coincide.
Cuando se pone a recordar, Iborra reconoce que «la primera vez que presentaba el proyecto era muy inocente». Al explicarlo a las autoridades les decía que los mejores festivales están en la playa, como Cannes, San Sebastián y Venecia, «es la mejor promoción turística». Y así lo ha sido gracias al buen hacer durante todo este tiempo.
Iborra, más serio, destaca varios factores más que explican la continuidad del encuentro cinematográfico cuando otros muchos han desaparecido por la crisis. «Hay que ser muy consciente de lo que tienes en las manos: no querer ser más que nadie y hacerlo pequeño pero bien organizado».
Por otro lado, la implicación de la gente, «que el pueblo lo viva como la fiesta de verano que no tiene». Además, había que evitar que se «pensara que es una cosa para cuatro del cine». Un objetivo que dice consiguió pronto, gracias también a que han buscado que la inversión revierta en el municipio: desde las flores hasta los hoteles y restaurantes.
Con eso y la asistencia del público a las salas han creado una tradición. «Lo que más me gusta es que hay siete u ocho jóvenes en Madrid que gracias al festival se han decidido a ser actores o estudiar cine». Y muchos más son los que van a las salas del Roma. Él estima la media en unas diez mil personas por año, «con unos más y otros menos». «En pequeño, grande o mediano, los festivales son películas y muchos festivales han desaparecido si no va la gente al cine, porque no tiene sentido. Y aquí se basa en traer películas atractivas, otras de autor y tener personajes populares».
«Tengo una lista de favores que ya no se pueden pedir», bromea cuando piensa en las amistades que ha invitado. Desde Miguel Bosé hasta Francisco Rabal, un quién es quién del cine español ha pasado por l’Alfàs. Eso sí, Iborra puntualiza que no se trata solo de pedir, «en España hay miles de actividades donde los invitan y no van». Por eso reitera la importancia del trato, «aquí la gente habla de maravilla». Y es que, «en grande o pequeño, es lo mismo. En Cannes con las fiestas de la marca y aquí en el bar con un arroz buenísimo que todos disfrutan mucho».
El futuro ya lo siente entre manos. "Este año en Fitur dije que el festival necesita series", asegura. Cuenta que esa es una idea que le ronda desde hace años y que corrobora cuando ve que en sitios tan establecidos como San Sebastián se presentan proyectos como La Peste, "la ficción en la tele está entrando de una manera bestial en los festivales de cine porque es lo que más se produce". "En otros festivales la televisión ya está presente y es un futuro inmediato, no a largo plazo", concluye.