Hay títulos y rostros que ya de por sí son capaces de llenar una platea. Cuando el título y el rostro se unen en una producción, el resultado es una función arropada por un público entregado.
Cyrano de Bergerac es uno de los grandes personajes de la literatura universal. Su verso y su ropera son las armas con las que lleva enamorando al público desde su estreno en 1897. La tragedia y la comedia convergen en uno de los clásicos más reproducidos y representados en cine y teatro.
Cinco actos en verso que nos desgranan la historia de Cyrano, que tras su grotesca nariz esconde a un ser atormentado por el amor a su prima Roxana, a la que cortejará a través del apuesto Christian. La belleza física frente a la belleza de la palabra.
Esta versión dirigida por Alberto Castrillo-Ferrer es una visión conservadora. Quizá demasiado, para una pieza de más de dos horas, con un arranque frío, que afortunadamente va ganando a medida que avanza la acción. El montaje lo sostiene la calidad interpretativa de José Luis Gil, que maneja con viveza el ágil verso de Rostand.
Ningún riesgo en cuanto a la propuesta escénica. La escenografía también entra en la categoría de los clásicos... el clásico panel modular sobre el que se proyectan audiovisuales. Vaga aportación creativa.
Lo bueno de ver una versión tan plana de un clásico es que puedes disfrutar de la esencia del mismo de un modo muy literario, casi como si la leyeras. Lo malo es que uno cuando va al teatro espera en 2018 encontrar de algún modo, una conexión entre el momento en que se escribió el texto, y el momento en que se representa. Cuestión de expectativas.
En definitiva... Ni bien, ni mal, sino todo lo contrario.
Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand.
Teatro Principal de Alicante. 27 y 28 de enero.
Reparto: José Luis Gil, Ana Ruiz, Alex Gadea, Rocío Calvo, Ricardo Joven, Carlos Heredia, Nacho Rubio.
Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer.