ALICANTE. Ya auguró el Ayuntamiento de Alicante que el día de la Santa Faz de este año sería excepcional, de ajustes, de prevención ante el contexto sanitario, sin romería tal cual la conocemos. La cosa había quedado en un principio en la celebración de la tradicional misa en el caserío y después, en una bendición a la ciudad desde el Castillo de Santa Bárbara. Pero a todos los elementos excepcionales de este año, de medidas de prevención y de seguridad, se ha unido un elemento inesperado las semanas previas, la lluvia, que ha restado todavía más la posible afluencia de los más devotos (o más valientes). Sobre todo para aquellos que la tradición de andar, intensificada por los cierres perimetrales, querían extenderla, esta vez, hasta el lugar sagrado. Y así ha discurrido la jornada matinal en los alrededores del monasterio: el personal ha llegado en cuenta gotas: amigos, parejas, familias, runners, globeros, etc...Ante un panorama gris, que se ha ido tornando negro sobre las 11 de la mañana y que ha obligado a hacer la tradicional bendición en el pórtico del templo, y no en el castillo, como estaba previsto inicialmente.
Como ya se anunció, un imponente y eficaz dispositivo policial ha ejercido de recibidor para los romeros. Tanto a la entrada como a la salida, con presencia de todos los cuerpos policiales. También en la playa de San Juan, donde tradicionalmente los más jóvenes convierten la tradición en ocio. La lluvia también ha contribuido a ello. Al menos, por la mañana. Los botellones, pese a estar prohibidos, se han guardado para otra ocasión.
Y mientras, en los alrededores del caserío se ha impuesto el orden y el protocolo covid. El goteo de peregrinos sólo discurría en una dirección, por la calle Alberola Canterac, a travesar la plaza Luis Flogletti, con la puerta del templo cerrada a cal y canto, y calle Mayor hasta alcanzar la vía alcalde José Abad. Trayecto tradicional, pero con la particularidad de que no se podía hacer a la inversa. Y en la plaza sólo se podía permanecer en caso de que el aforo no llegase a su límite. Y hay quien no ha desperdiciado ese momento para el traguito de cantueso y, posiblemente, con el rollito de anís incluido.
Ese cordón se ha flexibilizado pasadas las 11 de la mañana cuando las autoridades, las únicas que han podido seguir la misa el interior, han decidido suspender la bendición en el castillo y trasladarla a la puerta del templo. A la finalización de la celebración religiosa, se ha procedido a extraer la Santa Faz del camarín siguiendo un protocolo que data del siglo XVII. Las concejalas síndicas, Mari Carmen de España y María Conejero, han llevado las dos llaves que tiene el Ayuntamiento y el capellán, José Luis Casanova, las que guarda la Reverenda Madre Agustina, Sor Aurora Quesada.
Todo ello, en presencia de los canónigos custodios, José Navarro y Miguel Ángel Cremades; los Caballeros Custodios, Salvador de Lacy y Eleuterio Llorca; el deán de la Concatedral de San Nicolás, Ramón Egío, y los párrocos de Sant Joan y Mutxamel, Roque Carlos Jiménez y Miguel Ángel Cremades, respectivamente. Como maestro de ceremonias, Gonzalo Canet, secretario del Ayuntamiento de Alicante en funciones.
Entonces, medio centenar de devotos, bajo la fina lluvia y con la separación debida, han podido presenciar la bendición y la tradicional ¡Faz Divina, Misericordia!, en palabras del obispo Jesús Murgui, con el eco de los presentes. Las bendiciones han estado dirigidas a "hacia los fallecidos por esta terrible pandemia", "a las familias de quienes han perdido la vida por el covid-19 y otras enfermedades", "a los que socorren a los enfermos y desarrollan tareas de protección y ayuda a la sociedad" y "a quienes ejercen el servicio y la responsabilidad de gobernar". Tanto la misa como la apertura del camerín sólo se han podido seguir este año por Internet.
Mientras, en los alrededores del caserío, no ha cesado el devenir de devotos, curiosos o vecinos. Unos por querer entrar por donde, esta vez, no tocaba; otros por ir al bar, algunos para seguir su trayecto atlético, bien corriendo bien en bici,...Todo en pequeña dimensión, lo que ha generado, como no podía ser de otra manera, todo tipo de comentario, incluido los nostálgicos, pese a las condiciones impuestas por la pandemia. "Hoy a estas horas no se podría caminar por aquí". "¿Te acuerdas cuándo la Feria llegaba hasta las calles de Sant Joan", se podía oír en los aledaños de la Plaza Santa Faz, posterior al monasterio.
Pese a los recuerdos de otros años, se han repetido estampas, aunque se puedan contar con los dedos de la mano, y que prueban la devoción por la Faz Divina: hay quien que ha hecho el recorrido descalzados, personas con minusvalías, acompañadas por sus familiares, parejas, padres e hijos...casi todos ellos han completado la visita al caserío con la misma intención que otros años, aunque el contexto y el contenido fuera totalmente diferente. Y todo ha sido tan excepcional que la jornada no ha tenido (ni) incidentes (ni botellones). Ha sido una Santa Faz gris, dispersa y de nostalgia, pero con más alicientes que la del duro confinamiento de 2020.