Ya han llegado esas noches de julio en las que te acuestas en la cama por hacer algo, pero en las que es imposible dormir a riesgo de coger la pulmonía que no tienes si empiezas a enchufar el aire acondicionado.
Esas noches, aunque se hacen eternas, tienen de bueno que te dan tiempo para pensar, escuchar los silencios y así creer que estás tomando decisiones meditadas y reflexionadas.
Amanece y te das cuenta que esas decisiones, por muy meditadas que sean, no las has tomado tú. Son decisiones, ni más ni menos, fruto del tiempo, no del meteorológico, sino de la realidad.
Tendemos a pensar que las cosas, las situaciones, son siempre a largo plazo, eternas, que aún falta. La realidad nos dice que cada cosa a su tiempo.
Por mucho que intentemos engañar o engañarnos y quedemos muy bien diciendo “yo estoy en el puesto de paso”, es mentira. En la mayoría de los casos nos gustaría estar en los sitios eternamente; intentarás cambiar las cosas si no te gustan, lo consigues alargar todo lo que puedes, pero llega un momento en el que todo se acaba y, por desgracia, normalmente no nos vamos, nos echan, nos echa el tiempo.
Se agotan los plazos, los nuestros, los de otros, acaban las legislaturas, acaba el verano y vendrá el invierno. La edad, el paso del tiempo es el mayor reflejo de quien manda. Siempre quien decide es el tiempo.
Saber calcular, medir los tiempos, ser conscientes de cuando van a llegar ciertas cosas o porque están sucediendo ahora, no significa que nosotros lo controlemos, simplemente nos ayuda a estar preparados para asimilar esos cambios e intentar adaptarnos a ellos lo mejor posible.
Cuando llevas unos años creyéndote político, o queriendo estar y parecerlo, no hace falta ser Winston Churchill, te das cuenta que todo tiene su tiempo, su momento y su ocasión. Decisiones que hoy son imposibles de tomar, mañana van a ser urgentes. Opiniones que estaban asumidas por la mayoría, hoy serían inasumibles y consideradas verdaderas locuras. Personajes que fueron vistos como verdaderos ídolos y lideres de masas, con la perspectiva que da el tiempo, no pasaron de ser meros iluminados o vendedores de humo que estuvieron en un sitio en el tiempo que tocaba. Genios que fueron considerados como locos, el tiempo los descubrió como lo que realmente eran, personajes únicos.
El tiempo hay que saber “surfearlo”, regatearlo, verlo, saberlo pasar, recibir, esperar y aprovecharlo, siendo siempre conscientes de su fugacidad.
En política hay que tener presente cuando es tu tiempo, cuando no toca, cuando es tiempo para otras cosas, para otras guerras, cuando por mucho que quieras no va a tocar. Recordar que en el deporte existe el “tiempo muerto” para pensar y recomponer. Saber que ahora toca un tiempo para limpiar el teléfono porque en un tiempo no va a sonar y hay que tener hueco para empezar a meter contactos cuando el tiempo te urja a hacerlo.
Como decía Santa Teresa, hay que saber adaptarse al tiempo que corre en cada momento y pensar que “cuando perdiz, perdiz; y cuando penitencia, penitencia”. El desengaño, como el desamor, necesitan su tiempo y lo que hoy es amor eterno, mañana es odio radical y nuevo enamoramiento, todo a su tiempo.
Hemos de ser conscientes de que, por mucho que queramos, los plazos, los tiempos, no los marcamos nosotros aunque lo tengamos todo previsto y organizado, puede llegar algo o alguien y descolocártelo todo. John Lennon decía qué : “la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”. Imagino que nunca planeó lo suyo con Yoko Ono, ni las consecuencias, ni como iba a ser su muerte.
Pensemos que siempre hay tiempo para que todo cambie, preparémonos que todo llega, incluso lo inimaginable e inesperado. Sabemos que el tiempo eterno existe, aunque para cada uno de nosotros individualmente, cuando creemos que aun queda mucho por delante, aparece aquello de: “Campana y se acabó”, y se acaba.
Solo por ese motivo reivindico el derecho mas preciado que debería tener todo ser humano: el derecho a poder perder el tiempo. El poder contestar cuando te preguntan :
-¿qué haces?
-Nada.