La poeta, gestora cultural y librera Luci Romero publica en la editorial Barlin El arte de contar la naturaleza, un acercamiento al género de la liternatura o nature writing desde su origen, situado a mediados del siglo XIX en Estados Unidos
VALÈNCIA. La nature writing -es decir, la literatura centrada en la naturaleza- nació en Estados Unidos a mediados del siglo XIX y tuvo como protagonistas a escritores, naturalistas y pensadores de uno y otro sexo que decidieron desplazarse a territorios vírgenes o poco transitados por la civilización y registrar por escrito sus experiencias y reflexiones. Aunque a menudo se cita a Henry David Thoreau como pionero del género por el conocido relato de su aislamiento en las inmediaciones del lago Walden, la realidad es que fue Susan Fenimore Cooper, autora de Diario Rural (1850), a la que corresponde tal mérito.
Estas son algunas de las cuestiones que aprendemos de la mano de Luci Romero (Cabra, Córdoba, 1980) en El arte de contar las cosas (Barlin Libros, 2023), un pequeño ensayo en el que la escritora, gestora cultural y librera ha sintetizado con un lenguaje claro y elegante cuáles son los orígenes de la nature writing -término acuñado recientemente en España como “liternatura”- y cuáles son sus obras cumbre, que son muchas.
Las referencias a la naturaleza han estado presentes en la escritura desde la Antigüedad, pero el tratamiento que se le ha dado a lo largo de la historia ha variado mucho. Hay un enfoque colonial en las detallistas descripciones de paisajes y “nuevos mundos” que registraron en cartas y cuadernos de bitácora los exploradores europeos que pisaron Norteamérica en los siglos XV y XVI. Los románticos, por ejemplo, sublimaron la naturaleza convirtiéndola en un espejo idealizado de la exaltación emocional del ser humano. La nature writing estableció un cambio de paradigma con respecto a todas corrientes anteriores porque hablaba de la naturaleza como una oportunidad. La de llevar a cabo una revolución íntima capaz de romper los grilletes que nos atan a una existencia innecesariamente compleja y artificial. Además, sentó las bases del activismo medioambiental.
En apenas 123 páginas, este libro de bolsillo -cuidadosamente editado, por cierto- nos descubre muchas cosas. Tirando de su vocación de librera prescriptora, Romero nos ofrece una guía de lecturas que resultará muy útil tanto al neófito como al aficionado al género. Además, el libro contiene poderosas reflexiones sobre la función que puede y debe cumplir este tipo de literatura en un momento en el que todos andamos enredados en la lógica de las prisas, la hiperproductividad y la mercantilización de todos los aspectos de nuestra vida. La autora se pregunta por qué crece el número de personas que busca refugio en este tipo de libros en los que se reivindica la reconexión con el entorno natural y con la esfera local, así como la recuperación de la capacidad de asombro y el placer de la contemplación.
Quedamos con Luci Romero en una cafetería del barrio valenciano de Ruzafa; apenas unos cientos de metros nos separan de la librería Bartleby que cofundó en 2013. Hace unos meses, Luci decidió volver a su pueblo natal, Cabra, muy cercano al Parque Natural de las Sierras Subbéticas, en la provincia de Córdoba. Allí ha podido redescubrir esa cualidad elástica del tiempo que apenas conocemos los que vivimos en ciudades; las horas parecen alargarse cuando te permites demorarte en los detalles que encuentras al perderte en paseos sin objeto ni destino. Andar, pensar, observar, aprender. Luci extrae de su bolso uno de los cuadernos que le acompañan siempre desde que vive en Cabra. Hay muchas notas escritas en tintas de diferentes colores; en ellas apunta datos, reflexiones y alguna que otra hoja pegada con celo al papel.
“Una de las cosas que me fascina de este género es lo flexible que es. Abarca, y a veces mezcla, narrativa, ensayo, poesía, diarios y crónicas, y toca muchísimos temas desde el punto de vista filosófico, científico, autobiográfico o político. Pero sobre todo creo que su principal valor añadido es que nos ayuda a recuperar la capacidad de mirar. Ya lo decía Rachel Carson en El sentido del asombro, un ensayo muy pequeño que creo que es fundamental para iniciarse en la liternatura. En el proceso de la niñez a la vida adulta se va perdiendo esa capacidad, y sin ella estamos perdidos. Por eso pienso que necesitamos más que nunca las palabras para volver a renombrar y resignificar nuestro entorno”, apunta la autora.
Como apasionada de las ballenas -de hecho, colecciona ediciones de Moby Dick-, Luci Romero se inició en el género con Sueños Árticos, de Barry López, reeditado posteriormente por Capitan Swing. “Yo tenía unos 19 años y estudiaba en Granada. Lo compré básicamente porque vi que hablaba de ballenas; yo entonces desconocía que existiese algo llamado nature writing”. Así es como se inició un idilio que la llevó a adentrarse en bosques, océanos, desiertos y montañas y a meterse en la piel de aquellos pensadores, escritoras o poetas que en un momento dado de su vida decidieron cambiar de vida drásticamente y adentrarse en el mundo salvaje.
El arte de contar la naturaleza nos pone sobre la pista de libros con más o menos carga científica, pero también interesantes relatos de sanación, como el que ofrece Amy Liptrot En islas extremas (Volcano, 2017) -la natación y el contacto con la naturaleza la ayudan a dejar atrás la adicción a las drogas que adquirió en Londres- o también como Una temporada en Tinker Creek (Errata Naturae, 2017), libro en el que Annie Dillard habla de su vida en un valle de la cordillera de los Apalaches, donde trasladó su residencia después de que una neumonía casi acabase con su vida.
Hay libros que vinculan la naturaleza con los procesos de autoconocimiento, como Un año en los bosques, una referencia básica de nature writing en la que acompañamos a Sue Hubbel en el proceso de aprender a salir adelante por ella misma en un medio rural, sin conocimientos previos sobre cómo arreglar un tejado o cómo deshacerse de las plagas de bichos que devoraban los cimientos de su casa-cabaña. En España tenemos a autores muy consolidados, como el naturalista Joaquín Araújo o Julio Llamazares, y otros más recientes como Gabi Martínez, que en Un cambio de verdad cuenta su experiencia en Extremadura cuidando ovejas, o el de la periodista Beatriz Montañez, que en Niadela relata en forma de diario los problemas y las satisfacciones que encontró durante el primer año que vivió en el pueblo en el que se retiró para escapar del estrés de su vida en Madrid.
“El valor de lo local es otra de las características esenciales de este género. Más allá de hacer una excursión al campo los fines de semana o hacer una escapada a los Picos de Europa, la pregunta es ¿cómo te relacionas desde la ciudad con tu entorno más próximo?”, se pregunta Romero. Conversamos acerca de lo paradójico que resulta que hoy en día sea tan común que alguien enseñe fotos de sus vacaciones en una selva sudamericana, un volcán en Indonesia o un safari en África, y al mismo tiempo le resulte difícil a tanta gente nombrar diez especies de flora autóctona del lugar donde vive. “En esos viajes largos y cortos no hay tiempo para crear vínculos con los lugares, para conectar con su raíz y observar de cerca sus detalles. Si te fijas, la inmensa mayoría de los escritos de liternatura se centran en lugares muy específicos: un pueblo, un valle, una montaña, una isla. Por eso es importante no confundir la nature writing con los libros de viajes, que son otra cosa. Muchas veces nos esforzamos en irnos muy lejos sin apreciar lo que tenemos justo al lado, que seguro que es muy valioso también”, sostiene.
Aunque el mundo rural ha sido retratado en la literatura española en épocas en las que la nature writing ya era ampliamente conocida en el ámbito anglosajón, el género como tal no eclosionó en nuestro país hasta hace poco más de una década. La traducción o reedición en español de las obras cumbres del género, algunas de las cuales eran imposibles de encontrar desde hacía tiempo, ha sido clave para crear una masa crítica de lectores y para animar a muchos autores y autoras a trabajar sobre esta temática. Es un mérito que, en gran parte, hay que agradecer a las pequeñas editoriales españolas.
“Además de editoriales como Tundra, que ya publicaban muchas cosas, hay que destacar la labor que han hecho estos años Errata Naturae, Capital Swing, Pepitas de Calabaza -que, entre otros muchos, es la que editó en España el Diario rural de Susan Fenimore Cooper-, o Volcano, que desgraciadamente ha cerrado y me ha dado mucha pena porque en el libro menciono muchos de sus títulos. Entre ellos, una novela que me parece impresionante, La Pared, de Marlen Haushofer. Luego Ático de los Libros tradujo H de Halcón, de Helen Macdonald, que resultó ser un súper ventas. También se han traducido joyas como El peregrino, de J.A. Baker, que se puede encontrar en Sigilo editorial, sin olvidar El círculo de agua clara, de Gavin Maxwell, recuperado por la editorial Hoja de Lata y que me parece imprescindible también”. ¿Falta alguna importante por traducir? “Casi todos los grandes clásicos están ya disponibles en castellano, excepto alguno como Nature Cure, de Richard Mabey”.
Luci tiene una teoría sobre la causa por la que este “género de géneros” tardase tanto en cuajar en España. “La despoblación rural fruto del desarrollismo franquista a partir de los años sesenta estableció una imagen negativa del mundo rural, asociada siempre a la miseria y la escasez. Solo recientemente ha empezado a verse como algo más positivo. Ahora se está poniendo más de moda la idea de la vuelta al campo. Pero, como te contaba, más que las escapadas a la naturaleza, lo más importante es aprender a observar de nuevo”.
El sentido del asombro, de Rachel Carson (Ediciones Encuentro, 2021)
Sueños Árticos, de Barry López (Capitan Swing, 2017)
La montaña viva, de Nan Shepherd (Errata Naturae, 2019)
Una primavera en Sand County, de Aldo Leopold (Errata Naturae, 2019)
Una temporada en Tinker Creek, de Annie Dillard (Errata Naturae, 2017)
Toma nota porque a continuación vas a encontrar una lista de muy buenos libros para leer, o como es menester a estas alturas del calendario, regalar