VALÈNCIA. Iba el otro día por el muy barcelonés barrio de Gràcia, vi la puerta entreabierta de un taller y dentro había una clase de pintura. Había caballetes y, cada alumno, tenía al lado una copita de vino. Era un rollo de pintar y catar. Me dije ¿de qué me suena esto? Pues claro, ya lo había visto en las Kardashians. En un capítulo, la madre, Kris Jenner, organiza una sesión de pintura y vino en casa con Scott Disick, en ese momento pareja de Kourtney. Lo decimos cada año, la mejor forma de entender el siglo XXI es seguir a esta troupe. Es difícil que nada te pille por sorpresa.
Ahora mismo acaba de empezar la segunda temporada en Hulu. Como es sabido, la familia abandonó la cadena E! Entertainment. Aparte del acuerdo económico -cien millones de dólares por dos temporadas- el clan también quería pasarse a una plataforma OTT. Querían modernidad, tecnología. Salir en la televisión por cable no le daba buena imagen a sus negocios, todos dependientes de las redes sociales. Tomen nota del futuro que le espera a la televisión convencional con este pequeño detalle.
Los cambios en el programa han sido mínimos. Se han reducido al título. Todo sigue igual. Es un programa que ya hace tiempo que perdió su punch. Las hermanas ganan más con un tuit que con un episodio, que hay que grabar y dedicarle tiempo. Cuando sacan un producto nuevo de sus empresas, solo con hacer el story en Instagram, ya agotan los stocks. El reality es como una imagen de marca que no se pueden permitir abandonar, al que le deben todo, pero que ya está lejos de ser su principal fuente de ingresos.
No obstante, seguimos aprendiendo con ellas como el primer día. Recordarán que ya nos hicimos eco de lo escalofriante que resultaban los diálogos sobre el alquiler de vientre para dar a luz que había pagado Kim. No le quepa duda de que esos escalofríos se deben a que quien esto escribe es viejo ya y tiene esquemas morales pasados de moda. Ahora manda Judith Buttler y sus planteamientos de que la prostitución y el alquiler de vientres pertenecen al terreno de las elecciones personales, no tienen nada que ver con el poder del dinero y la necesidad, y si están relacionados, pues así es la vida, no la ha inventado esta filósofa de campus de elite.
Esta vez se trata de Khloé. Su historia sentimental es muy sufrida y atormentada. Todo el globo terráqueo se enteró de los avatares de su relación con Lamar Odom. La pareja se conoció en 2009 y se casó en la cuarta temporada de Keeping Up with the Kardashians! Empezó a aparecer en las gradas de la NBA para ver los partidos de su marido, aunque trataba de destacar en las entrevistas que ella no era meramente la "esposa de" nadie, sino que tenía su propia carrera. Concretamente, había lanzado una marca de vaqueros para todas las tallas, Good American. También tuvieron su propio reality, Khloe & Lamar, pero cuatro años después, se supo que Lamar era amigo de ponerse hasta las cartolas y que le había sido infiel. Iniciaron los trámites de divorcio, pero antes de que este estuviera firmado, el hombre logró el sueño de todo constructor español de los años noventa: salir en coma de un puticlub.
Mientras Lamar se debatía entre la vida y la muerte, ella seguía siendo su mujer y tuvo que ocuparse de todas las decisiones vitales del paciente, como desenchufarle si fuera preciso. En lo que ocurriera en su mente esos días en los pasillos del hospital había una buena película, qué duda cabe, pero los directores de cine ni leen ni están interesados en la cultura popular, son una especie de amebas. Al final, él sobrevivió y ella, por fin, pudo reanudar su divorcio. El problema fue que en las redes sociales se cebaron con la pobre.
Su siguiente pareja también fue un jugador de la NBA, Tristan Thompson, pívot de los Chicago Bulls. Tuvieron una niña, True. Sin embargo, se descubrió que él le era infiel, hasta se conoció un beso con Jordyn Woods, la mejor amiga de su hermana Kylie. Al final, se separaron. Las redes volvieron a reírse de ella. Mas de todo puede pasar en la vida, poico tiempo después, volvieron. Una reconciliación por todo lo alto, con hijo encargado en un vientre de alquiler y todo. El problema, no obstante, volvió a ser el mismo. Cuando estaba esperando la llamada telefónica de la gestante, se descubrió otra infidelidad de Tristan, esta vez con una mujer que estaba embarazada de él. Dramón.
De eso ha ido el segundo capítulo de la segunda temporada, el último emitido. La depresión tras el último fiasco amoroso fue tal, que Khloé no tenía ni ganas de preparar la habitación del niño que iba a llegar a casa. De hecho, le ocultó su existencia a los medios por la vergüenza de haberse equivocado por sus parejas tantas veces, lo que a la vista de todo el globo terráqueo, le supone más cachondeo a costa de ella en redes sociales.
Por lo demás, la relación de Kim con Pete Davidson no tiene tanta gracia porque ya se sabe que se han separado, pero en el reality todavía están juntos. Es lo que tienen las Kardashians, que viven más rápido que ellas mismas. Lo único que se puede comentar de ella entra por los ojos: está muy delgada. Siempre ha estado comentando dietas, como la de los cuarenta gramos diarios de carbohidratos y demás desafíos para un hígado sano, pero esto es demasiado incluso para ella.
El escándalo se produjo al perder 7 kilos en dos semanas para poderse enfundar el vestido de Marilyn en la Met Gala este verano. Fue tan extrema la dieta que le ocasionó un brote de soriasis que llegó a afectarle a las manos con una artritis derivada de esa enfermedad. Cuando le llovieron críticas, contestó que también las actrices hacen dietas para representar papeles y no se las insulta en las redes sociales.
Está muy bien traído porque precisamente estos días, cambiando de canal, Jennifer Lawrence ha dicho que no haría ni loca una dieta para meterse en ningún papel. Esta actriz, hace tiempo, cuando se tomó un periodo sabático de dos años, también le preguntaron qué había hecho que no estaba bajo los focos, y contestó "Follar mucho". Graciosamente, Jennifer también es megamillonaria, es la actriz mejor pagada de Hollywood y, como la Kardashian, también patrocina marcas con contratos delirantes, como el que tiene con Dior, y es empresaria, como Kim, con su productora Excellent Cadaver. Eso sí, se ríe más de todo. Esto también son lecciones del siglo XXI.