ALICANTE. Esta semana en La Entrevista de Alicante Plaza charlamos con Javier Gomá (Bilbao, 24 de mayo 1965), filósofo, escritor y ensayista. Desde 2024 es director de la Cátedra de Ejemplaridad de CUNEF. El 13 de noviembre a las 19:00 visita Alicante para participar en una conferencia de la Fundación Mediterráneo.
-Hace tiempo dijiste que cuando te sacaste la oposición relativamente joven, con 27 años, eras ya un hombre honesto, ¿Qué es para ti ser un hombre honesto?
-Ahí lo usaba de forma un poco irónica, y lo teorizo en uno de mis libros sobre la teatrología de la ejemplaridad, y ahí hablo de que el camino de la vida es el paso del estadio estético al estadio ético. Esa transición se suele producir en la tercera década de vida, aunque los tiempos modernos están flexibilizando ese periodo. En los treinta años suele realizarse la especialización del corazón, cuando conoces a una persona y fundas un hogar, y la especialización en el oficio, en el que te desarrollas profesionalmente. Yo tuve una transición más o menos tardía. Lo que me pasó es que hice una carrera que no me correspondía, filología clásica y no me veía ejerciendo de ello, además estaba pasando por una ruptura sentimental. En tres años hice la carrera y la oposición, con veinticuatro años vivía en el malestar, huía de la doble especialización, vivía en una rebeldía de ganarme la vida, de fundar una casa. Sin embargo, con veintisiete años, me convertí en un hombre honesto al sacarme una de las oposiciones más exigentes y al mismo tiempo conocer durante ese tiempo a la persona con la que fundé una casa.
-Normalmente se tiende a pensar que las personas que viven más experiencias que otras, como por ejemplo irse a vivir al extranjero, tienen más madurez que aquellos que han vivido una existencia más tranquila, ¿qué opinas?
-Tengo un libro que se llama Filosofía mundana en el que escribo un artículo que se titula "Tú espera sentado", en el que reivindico la quietud en un tiempo en el que enaltecemos el no estarnos quietos. Escribo sobre la necesidad de tener experiencias en otro sentido, más bien la experiencia de la vida, el vivir y envejecer de manera consciente y lúcida, caminar con conciencia por el camino existencial. No tanto las experiencias de la vida en plural. Una persona que haya ido a muchos países, se haya acostado con muchas personas, haya tomado drogas o bebido, no quiere decir que tenga una experiencia real, sino que lo importante es la experiencia de la vida, que está relacionado con la conciencia vital.
-Hablas a menudo de educar el corazón, mucha gente de mi generación tiene muchas experiencias, demasiadas a las que su corazón puede soportar, eso genera que en ecuaciones se melle su nivel emocional, ¿es importante que haya una coherencia entre la educación emocional y lo que experimenta?
-La viabilidad entera de las civilizaciones depende de lo que la gente sienta. Algunas de las verdades fundamentales del mundo contemporáneo no están probadas. Por ejemplo, quién ha probado que los hombres y las mujeres son iguales en dignidad, quién ha probado que la libertad y la justicia son valores positivos. Nadie los ha verificado, todo depende de que ahora en el siglo XXI, a diferencia de tiempos pasados, sentimos que los hombres y las mujeres son iguales en dignidad. Hay un pasaje de Política de Aristóteles en el que la virtud es gozar y amar de la manera correcta. El desarrollo de las sociedades tiene que ver con la percepción por lo que sentimos asco. Ahora se ha puesto el asco en el atropello de la dignidad de la mujer, antes no nos hubiese escandalizado ante ciertas actitudes machistas. Lo que diferencia a nuestra era es que ha aprendido a sentir asco a cosas que antes eran indiferentes o transparentes. En uno de mis ensayos defiendo que la sociedad occidental es una generación muy infantilizada, y eso afecta a rechazar la doble especialización del paso estético al estadio ético, y eso retrasa la madurez. Lo que pasa es que aquí nos podemos permitir la inmadurez, porque vivimos más años que antiguamente, nuestros jóvenes tienen menos ansiedad y genera una infantilización de la cultura.
-¿Tú crees que hay coto para esa inmadurez o esa infantilización se alarga para siempre?
-Eso no creo que sea exclusivo de nuestra época. Lo distintivo de ahora es una adoración de los valores típicos de la juventud, la frescura, la energía, la sexualidad, la falta de compromiso, el juego… Todos esos valores que están inherentes cuando uno tiene veintitantos años, genera esa infantilización. En las fotos de color sepia, vemos como el joven tendía a vestirse igual que a su padre, imitaba a la generación mayor, hoy en día se prefiere romper con lo establecido. Tenemos una idolatría a los valores típicamente juveniles. No es de ahora la dureza de la doble especialización, porque siempre hemos tenido que renunciar, es decir, para poder formar una familia hemos tenido que elegir a una sola persona entre miles con la que compartir la vida y un trabajo entre tantos en el que profesionalizarse. No es de ahora que uno intente revertir lo construido y deje su trabajo o a su familia, una resistencia a la doble especialización. La cultura en los últimos años ha denostado esa construcción vital, la del paso estético al ético. Muchas veces el que no madura no lo hace con el paso del tiempo, y el que era un estúpido con veinte años lo será con sesenta.
-Hablamos antes de la educación del corazón, con lo de la Dana en Valencia hemos visto como ciertos políticos no han actuado de manera emocionalmente responsable ante la desgracia, ¿crees que nuestros dirigentes están emocionalmente sanos o tienen rasgos psicopáticos?
-Yo práctico el escurrebultismo en asuntos políticos. No me gusta hablar de temas de actualidad. Las tragedias como la de Valencia producen mucho dolor, y ese sufrimiento incrementa las tendencias de la culpabilización, y en esa necesidad de echar la culpa, sentimos la necesidad de señalar a los políticos. No comparto su participación universal. Se proyecta sobre ellos la apariencia de angelicalidad, y ellos no mienten, pese a ser personas que son capaces de preparar buenos discursos, lo único que buscan es ganar el poder, y una vez que lo tienen, mantenerlo. Hay una profunda erótica del poder, que compensa los sacrificios y las derrotas que sufren. Que los políticos buscan únicamente mantenerse en el poder es algo obvio. No me extraña que políticos atentos al cálculo electoral no haya desarrollado suficiente tacto, no para lo electoral, sino para el verdadero servicio público. Cuando no ocurren grandes catástrofes eso se tolera, cuando hay una tragedia eso no se tolera.
-La ineptitud que han demostrado los dirigentes en estos tiempos, ¿puede abrir la veda a que los electores quieran a gente más preparada al frente de las administraciones?
-Cuando pasó lo de la pandemia, me hicieron muchas entrevistas, hasta en Sálvame, porque había mucha ansiedad por interpretaciones que ayudarán a la gente a sobrellevar el confinamiento. Una de las cosas que me preguntaban era si la pandemia iba a servir para algo, y mucha gente decía que no, que cuando terminara todos seríamos los mismos. Yo siempre he defendido lo contrario, si tú piensas cómo se sentía la gente hace cien años, la forma de sentir de ahora es muy diferente. Antes la mayoría de los países no tenían sufragio universal o los trabajadores no tenían un descanso semanal. El mundo cambia, la gente aprende y el corazón se educa. Lo que ha pasado en Valencia va a producir un efecto. No será de la noche a la mañana, pero se producirá. La ciudadanía se educara en el sentimiento del asco, les repelerá la política que sólo busca el poder. Nos daremos cuenta que para solucionar los verdaderos problemas no solo basta con ser fotogénico, sino tener un grado de preparación.