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Crítica de cine

'Family Time': los trapos sucios se lavan en casa

22/06/2023 - 

VALÈNCIA. Es probable que la idea de celebrar la Navidad en familia te parezca un peñazo. No nos extraña. Frente a la perfecta postal familiar con su árbol frondoso y su pavo relleno, la banda sonora patrocinada por Mariah Carey y la enésima emisión de Love Actually se sitúan las reuniones comunes, con menos lustre, más modestas. Con más problemas, también. En definitiva, reales. Varias calles más allá del escenario de cartón piedra que dibujan los grandes almacenes en sus campañas publicitarias se encuentra la familia que retrata la finlandesa Tia Kouvo en Family Time (‘Mummola’), que un año más se reúne en torno a la mesa para celebrar una Navidad en la que lo colores no vibran y nada huele a nuevo, un reencuentro de varias generaciones en el que se cruzan los problemas cotidianos, los dramas silenciosos y algún (pequeño) destello de humor. La vida misma.

La directora finlandesa presenta su ópera prima en la Sección Oficial de Cinema Jove, que se celebra entre el 22 de junio y el 2 de julio, una cinta desarrollada a partir de un cortometraje de 2018 que traslada al espectador al comedor de la casa de un matrimonio de jubilados, una casita de madera rodeada de nieve que, desde un punto de vista mediterráneo, parecería cumplir con ese perfil de postal navideña tradicional. Pero lo idílico pronto se desvanece. Como cada año, las hermanas Susanna y Helena visitan la casa de sus padres con sus respectivas familias, un encuentro de abuelos, hijas, cuñados y niños que acaba desvelando unas dinámicas familiares marcadas por aquello a lo que no se quieren enfrentar.

Es quizá por eso que Kouvo decide dedicar no poco tiempo –quizá más de lo que el espectador querría- a seguir tediosas conversaciones en torno a asuntos de poca importancia. Que si la margarina y la mantequilla esto; que si los vecinos de la casa de al lado lo otro. Estas charlas dan cuenta de la falta de profundidad en aquellas relaciones que se presuponen clave, una conexión anclada en lo banal y con miedo a meterse en el barro. Sin embargo, en esta Navidad no todo podrá barrerse bajo la alfombra. Es el abuelo Lasse quien rompe esa aparente calma, cuyo evidente alcoholismo, conocido por todos, acaba enturbiando el encuentro familiar. En plena visita de Papá Noel y con los niños entonando villancicos, irrumpe en el salón en un más que evidente estado de ebriedad, dejando negro sobre blanco que no es un tema que puedan seguir esquivando. 

Si hay un elemento que conecta las distintas relaciones que muestra Family Time es la incapacidad para gestionar según qué emociones, un silencio que de tanto reprimirlo acaba por desbordarles. En este sentido, es interesante la decisión de la directora de mostrar cómo la familia lidia con el alcoholismo del abuelo desde lo cotidiano, sin buscar la ejemplaridad, una actitud que funciona como espejo ante el resto de problemas a los que se enfrentan. Si se mienten entre ellos o a ellos mismos, o si lo hacen por comodidad, incapacidad o de manera inconsciente, solamente lo saben los protagonistas. Con todo, la directora muestra en última instancia el retrato de una familia bien intencionada pero arrollada por una realidad poco excepcional. Los días pasan, la vida pasa y no pasa nada, que cantaba Soleá Morente.

Al final de la partida uno acaba empatizando con unos personajes que, a pesar de la compañía, se sienten aislados. Uno se acerca a ellos, en cualquier caso, hasta donde Kouvo permite, pues si las relaciones familiares están marcadas por la distancia esta también se fija en cierta medida con el espectador. Ese acceso limitado a la intimidad de la familia se produce desde la propia imagen, evitando los primeros planos y alejando el punto de vista del público. No es extraño, así, ver a alguno de los personajes de espaldas o un plano que nos sitúa tras un pilar o una escalera, una posición que nos da la sensación de habernos colado sin permiso en sus casas. Esta decisión, si bien podría parecer que diluye los detalles, en realidad genera composiciones más complejas en las que todos los gestos están representados, una fotografía global de una familia que, en toda su crudeza, podría ser la de todos. 

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