ALICANTE. 'V' hizo muchas cosas mal. Para empezar, la elección del título, que (aunque se explique al final del primer episodio de la miniserie original) sigue sin estar claro a qué se refiere, no es pegadizo, ni fácil de buscar en internet. Para continuar, intentar manejar un elenco demasiado amplio (tanto de buenos como de malos) que arrojaba infinidad de subtramas sin interés ni demasiado sentido, difíciles de seguir. O adoptar de forma descarada el lenguaje visual (y la estructura de los diálogos) de culebrones yankees del subgénero los-ricos-también-lloran como Dinastía (además de reciclar a estrellas del género), con un montaje que más que elipsis presenta agujeros negros.
Pero a pesar de ello, se convirtió en todo un fenómeno mundial (ojo, hablamos de una miniserie de tres horas para televisión que se emitió por la NBC en 1983, cuando no existía Google) que dio lugar a una continuación de nuevo en forma de miniserie (más amplia) y, por último, a una serie al uso de 19 capítulos semanales de sesenta minutos con tramas autoconclusivas hilvanadas por una general. La única explicación, al margen de que en los primeros ochenta los marcianos eran tan mainstream como ahora lo son las telenovelas turcas que compra al peso Antena 3, es que 'V' también hizo muchas cosas bien.
En la actualidad, 'V' no se puede ver de forma legal en streaming. Su remake de los 'dosmiles', sin la mitad de gracia pese a la evidente mejora de los efectos especiales (porque adolece del mismo pecado que la serie semanal que mató al 'lagarto de los huevos de oro', olvidar lo que la hizo especial para jugar a ser 'El coche fantástico' o 'El equipo A'), sí que está disponible en alguna plataforma. Sin embargo, el mensaje de la miniserie original, por desgracia, sigue siendo válido cuarenta años después de su estreno.
La historia de 'V' empieza como 'Independence Day' (o mejor dicho, fue al revés). Las imágenes de la llegada de las naves de los visitantes, sin nada que envidiar al blockbuster de Will Smith, pone los pelos de punta. Unos extraterrestres de aspecto humano (jeje) llegan en plan colega a la tierra para pedirnos ayuda porque se han cargado su medio ambiente, y a cambio de unos productos químicos que necesitan nos ofrecen todo su conocimiento. Pero pronto empiezan a pasar cosas ratas, perdón, raras. Y el cámara de televisión Mike Donovan, interpretado por Marc Singer ('El señor de las bestias', 1982) es el primero en darse cuenta, junto a la científica empoderada (40 años antes de que se inventase el término) Julie Parrish, a quien da vida Faye Grant. Ellos organizarán la resistencia que usa la 'V' roja de victoria.
En realidad, el creador, guionista y director de 'V' (en las continuaciones se lo quitarían de encima; así es el show business), Keneth Johnson, quería adaptar el libro de los años treinta "Eso no puede pasar aquí", de Harry Sinclair Lewis, sobre un político de ideas fascistas que llega al poder en EEUU con un discurso populista tras la crisis del 29 (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia). Pero al final tuvo que meter marcianos en la historia, porque en la NBC, haciendo honor al título del libro adaptado, tampoco se creían que un americano pudiera ser nazi y preferían una amenaza foránea, estilo 'The Manchurian Candidate'.
Puede que 'V' hiciera muchas cosas mal, tantas como bien, pero lo que es innegable es que ha envejecido estupendamente (más allá de unos efectos especiales muy aceptables para la época y el formato, ojo). Porque su advertencia está más cerca de la realidad de 2023 que la de hace cuarenta años. Por ejemplo, y sin olvidar los discursos populistas post crisis ya citados que en los últimos años han elevado a políticos más o menos totalitarios, tenemos el desprecio a los científicos (promovido por los lagartos para evitar que descubran sus verdaderas intenciones, y caras) que ahora abanderan terraplanistas, negacionistas antivacunas y demás.
O la incredulidad de la población, entregada a la causa, ante la evidencia de que los extraterrestres son en realidad un poco cabroncetes. "Eso no puede pasar aquí". Y la extrema derecha gobierna o ha gobernado Grecia, Austria, Polonia, Italia... ¡hasta Suecia (aunque sea en forma de apoyo externo)! Y acaricia hacerlo en España.
De forma muy poco sutil (es más, tremendamente subrayada), 'V' plantea un paralelismo con el ascenso al poder del partido nazi: hasta los visitantes, todos uniformados, lucen un símbolo al que le falta un pelo para ser la esvástica. Son lagartos detrás de caras humanas amables; usan cartelería como la que era habitual en la primera mitad del XX, entre guerras civiles y mundiales, para trasladar su mensaje de colegueo; fundan una organización juvenil para la chavalería terrícola (los padres del personaje que se apunta con entusiasmo viven aterrorizados por si los delata); 'señalan' a la parte de la población que no les conviene (en este caso, como se ha dicho, los científicos); encuentran no solo incredulidad al principio, sino directamente colaboracionismo como el de Vichy... Incluso el personaje judío, que estuvo en su juventud en un campo de concentración, advierte a su familia de que "no hemos aprendido nada".
Más sorprendentes coincidencias con la realidad actual. Con un cámara de televisión como protagonista, era evidente que los medios de comunicación jugarían un papel central en la trama: los visitantes los usan primero para ganarse nuestra confianza, y luego para colárnosla mientras nos ocultan la realidad. El desprestigio de la televisión en 'V', aunque aún no se había inventado 'Sálvame', es equiparable al actual. Donovan tiene un puñetero vídeo de Diana comiéndose una rata y de un extraterrestre mostrando su verdadero rostro, y ni por esas. La periodista más incisiva de la ciudad se convierte en secretaria de prensa de los lagartos (al principio, con tanta buena fe como ambición), lo que plantea un interesante debate sobre la objetividad.
También hay paralelismos positivos, que es con lo que hay que quedarse, claro: la resistencia que montan Donovan y Julie con un puñados más de valientes de espíritu crítico (no confundir con el de los 'despiertos' de los 'aullidos', aunque crean ver reptilianos everywhere), la ayuda al vecino (encarnada en ese judío que sí aprendió algo en Mauthausen), el citado espíritu crítico, el valor para hacer lo correcto aunque no sea lo cómodo... Y, como curiosidad, la serie encumbraría en su segunda temporada a Michael Ironside, conocido para los millennials como 'el malo de Desafío Total') y le daría uno de sus primeros papeles a Robert Englund, AKA Freddy Krueger, que aquí hace de visitante bonachón y un poco cortito.
Tuvo tanto éxito 'V', la miniserie original, que la NBC dio luz verde a una segunda temporada algo más larga (pero con el mismo formato), 'V, la batalla final', y luego a la citada serie semanal de 19 episodios que perdió el favor del público (ya no se trataba de destapar una conspiración, sino de correr y pegar tiros). Estas dos, ya sin Johnson a los mandos, acabaron por hundir el producto y 'Tele Indiscreta', la revista sobre televisión que publicaba en formato cómic los episodios, tuvo que inventarse un final absurdo y asegurar que se basaba en los guiones de una siguiente temporada que nunca existió. Pero, pese a todo, la advertencia de 'V' sigue hoy, cuarenta años después de su estreno, más vigente que nunca.
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