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Elvira Lindo: "Definirse a uno mismo sin incurrir en una cursilería o una falsedad es dificilísimo"

La escritora vuelve al ruedo audiovisual con la película Alguien que cuide de mí, presentada recientemente en el Festival de cine de Málaga, pero este miércoles también salía a la luz tu nueva novela, En la boca del lobo

1/04/2023 - 

ALICANTE. España ha crecido con ella. "Del mundo mundial" es de esas expresiones que seguimos repitiendo con el paso de los años. Se nos quedó la muletilla. Y sus anécdotas nos acompañan. Años después de que Manolito Gafotas dejara de contarnos su vida en Carabanchel (Alto, es necesario precisarlo) y de que descubriera que los presentadores del telediario tenían piernas, su autora nos sigue sorprendiendo con esa voz propia que hace tan suyo cada proyecto. Hay gente que habla mucho, pero no por ello tienen buena conversación. Cuando la persona con la que compartes pantalla es Elvira Lindo eso se disipa. Con ella se convierte la conversación en algo bueno e interesante. Su última novela, una relación entre lo diario y lo que va más allá de la física con los cimientos del cuento clásico a través de la voz de una de las narradoras más importantes de nuestro país.

— Te habrán hecho esta pregunta miles de veces, pero ¿quién es Elvira Lindo?

— Ay, pues es que no sé qué decir. Yo creo que uno es tan complejo… Pregúntame otra cosa o de otra manera (ríe). Es que no lo sé. Yo es que hablo de mí según lo que hago, pero siempre termino mostrando mi interés o curiosidad por los demás. Sería muy simple decir que soy generosa o que me gustan muchas cosas. Vamos por otro lado porque te prometo que quién soy es algo que no sé. Definirse a uno mismo sin incurrir en una cursilería o falsedad y saber que adjetivos ponerte lo veo dificilísimo. Cuando leo a la gente que dice “soy súper” y lo que le venga a la cabeza, pues yo no soy así. Prefiero que sean mis obras las que hablen por mí.

— Antes de meterse en la boca del lobo... ¿Cómo es haber creado un personaje eterno de la literatura como es Manolito Gafotas. Media España ha crecido con él y la otra media lo está haciendo ahora.

— Bueno, es ya un vínculo fuertísimo por toda esta generación que ha crecido y la que lo sigue haciendo con él, porque Manolito se sigue leyendo en colegios. Es extraño porque para mucha gente representa momentos muy bonitos y enriquecedores de su infancia, otros que empezaron a leer por estos libros… Siento orgullo, por supuesto, que Manolito haya llegado a Irán o China, pero al mismo tiempo distanciamiento, porque hace muchísimo que no escribo sobre él y ni sé si volveré a hacerlo. Es como si él fuera de verdad y sus éxitos, que fueron el hacer leer a todos los niños, correspondieran a otra y no a mí.

— Trabajaste mucho tiempo como guionista y ahora has vuelto al ruedo, además como directora. Alguien que cuide de mí se proyectaba hace unas semanas en el Festival de Cine de Málaga. ¿Cómo es volver al origen?

— Nunca dejé del todo los guiones, porque a lo largo de mi carrera he hecho quizá unos nueve o diez guiones de cine, pero antes he hecho muchos para la radio y televisión. Creo que lo que he hecho ha sido adaptarme al medio en el que estaba. Escribir guiones me gusta por el contacto que se tiene con la palabra dicha, ¿no? Al final, estás en contacto continuo con actores y actrices. Casi todos los escritores pueden escribir buenos guiones, lo que pasa es que hay que tener muchísima paciencia porque hay que pensar que los guiones son una herramienta de trabajo y todo el mundo puede opinar sobre ellos. Cuando tú publicas una novela o un libro todo el mundo opinará, pero ya estará editada y no habrá vuelta atrás. Es muy diferente el proceso. 

En una novela te pueden dar sugerencias, pero la obra es tuya. Un guion nunca es tuyo, está suscrito a miles de factores. Con Alguien que cuide de mí me siento feliz. La he codirigido. Al principio fue muy extraño, pero si algo he intentado en la vida es adaptarme, tratar de comprender la psicología de la gente. Y eso lo hice durante el rodaje, porque éramos muchas personas diferentes, de oficios distintos, con sus psicologías particulares, con sus anhelos y tensiones en un mismo proyecto. Porque el papel de directora está a medio camino entre maestra, madre y directora. Tratas de solventarlo todo, pero lo he vivido como una experiencia más. No me quedo anclada con las cosas que hago, ahora ya para adelante. El 28 de abril llegará al cine y espero que vaya mucha gente a disfrutarnos. Por el interés que sea, pero que vayan.

— Los que te han leído, pueden ver que dos de tus obras se inspiran en Nueva York, en sus calles, sus gentes y sus modas. ¿Te inspira Nueva York?

— Nueva York ha quedado atrás para mí. Viví allí desde 2004 hasta 2014. Allí escribí dos libros, hice una película, pero cuando mi marido y yo decidimos abandonar la ciudad terminé con ella. Volveré este septiembre quizá, porque A Corazón Abierto ha salido en inglés y me gustaría hacer algo, pero soy poco nostálgica, me quedo poquísimo en el pasado. La experiencia en la ciudad me cambió como persona, me dio mundo, me hizo abierta e independiente, más comprensiva de la diversidad que hay… Me enseñó muchísimo, eso sí. Entendí que hay tanta diferencia en el mundo como personas. Y eso está en todas partes, pero en Nueva York que es un hervidero de personas que van y vienen todavía más.

— El día 29 de marzo salió a la luz tu nueva novela, En la boca del lobo, que está inspirada en el Rincón de Ademúz. ¿Qué tiene esa zona? Es una mezcla perfecta que da un cuento novedoso, para adultos, de misterio y muy ocurrente. 

— Bueno, Ademúz era el pueblo de mi madre y es el centro de una comarca. Allí pasé gran parte de mi infancia, por lo que es para mí un paisaje muy familiar en el sentido estricto del término porque es de donde viene mi familia. Nunca hubiera imaginado inspirar una novela allí hasta que se me apareció la idea. Y creo que a veces hay ráfagas de inspiración y esta fue una. Vinieron unos personajes, una historia y situarlo allí. Y no me arrepiento, es un lugar mágico entre Valencia, Teruel y Cuenca y tienen tradiciones mezcladas y un paisaje particular. Todas las historias que vi de niña se mezclaron para dar una historia que sucede ahora.

— En la novela hablas de una maternidad adolescente y de cómo saca sola a su hija adelante esta mujer.

— Eso daría la impresión de que es la novela de una mujer heroica que saca adelante a su hija sola y ya te digo que no tiene nada que ver. El libro es una novela de misterio y cuyas protagonistas son una madre muy joven y su hija de once años. A partir de ahí vuelven al pueblo y por alguna razón la niña no quiere volver a Valencia, pero no es ese tipo de novelas de madre heroica. Para nada. Es, más bien, una maternidad conflictiva que tiene que ver mucho con el argumento. Y de una hija que se da cuenta de ello. Se escribe mucho sobre la maternidad, pero madres hay tantas como mujeres y definirlas a todas es imposible. Es muy difícil hablar de la novela porque el lector se va a internar en el bosque y, como pasa en los cuentos clásicos, va a descubrir cosas según vaya avanzando el verano y las cuatro estaciones de las que se habla.

— Hay una frase tuya que dice: "La escritura debe de ser siempre valiente a pesar de que te sientas desnuda por ello". ¿Es un poco la sensación de cada libro?

— Sí. Tal vez no se me ocurrió otra palabra que desnuda, pero bueno (ríe). Sientes que te estás exhibiendo, claro. Un libro son muchas horas de soledad en las que das algo de tu corazón. Cuando todo eso a lo que tú le has dedicado tantas horas está en manos de otros para su juicio, te sientes vulnerable. Eso no significa que mientras escribas pienses qué tienes que hacer para agradar al lector. Tienes que hacer algo acorde con ese impulso de inspiración. Cuando ves un libro recién llegado a las mesas de novedades sientes un vértigo tremendo, porque parte de tu alma está en manos de cualquiera. Es una alegría bestial, pero al mismo tiempo te genera ansiedad.

— El tratamiento que haces del todo en la novela es especial. Una novela tuya es mágica desde la dedicatoria.

— Las dedicatorias las pienso mucho. Me gustan los detalles. Y los agradecimientos también. Hay que tener agradecimientos. Yo, por ejemplo, aunque un libro no esté dedicado a mi pareja, siempre le tengo que agradecer la compañía, la ayuda y el tiempo que pasamos juntos. Después, cada libro está destinado a una persona que está relacionada con lo que cuentas. Este está dedicado a mi tía Elvira, que es la última de los hermanos y ha sido ejemplar. En todos los sentidos. Vive en Ademúz y representa mi familia allí.

— Y hacia dónde vas laboralmente hablando.

Pues tengo un vacío existencial (ríe), pero creo que tengo que descansar. Sé que me esperan meses muy duros, pero a partir de julio pienso desaparecer y volver mucho más suavemente en septiembre. Necesito encontrarme a mí misma después de hablar de mí mucho tiempo. Y no hablar, eso también. El silencio, el pasear, el estar con una misma. Cuando hablas mucho de ti, hasta tu nombre te resulta extraño. Soy una persona muy agradecida y sé que tengo un compromiso con una editorial y una productora para que lo que hemos hecho llego a la mayor cantidad de gente posible, pero eso dura un tiempo. Yo no puedo vivir una vida promocional todo el tiempo porque necesito mi privacidad. Eso es sagrado. He sacrificado muchos proyectos por mantener mi vida privada. Me nutro de ella. Y de todo ese silencio surgirá algo, eso seguro, pero no lo voy buscando. Y con mis proyectos sobre la mesa creo que me merezco no pensar en nada durante un tiempo.


Y así, sin más, entre risas y las cosas que se cuentan cuando dejas de grabar, descubrí lo rápida que puede pasar una hora.

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