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del derecho y del revés / OPINIÓN

El triple asesinato de Elche 

13/02/2022 - 

Mientras me encontraba el pasado viernes en la velada literaria en honor de Paloma Sánchez-Garnica, la finalista autora de Últimos días en Berlín, que en opinión de muchos ha sido la vencedora moral del premio Planeta, supimos de un hecho terrible, un triple asesinato en Elche. En esos momentos, el periodista de Alicante Plaza Dani Terol estaba entrevistando a la autora. Se acababa de descubrir que hacía varios días que un menor de edad había matado a toda su familia en Elche, con la escopeta de caza de su padre. No puedo ni imaginarme las sensaciones vividas por la vecina que lo descubrió.

Este tema me ha suscitado varias reflexiones, relacionadas con el debate sobre la imputabilidad o no de los menores de edad; con la salud mental de la persona que decide apretar el gatillo y matar a toda su familia; con la dureza de un chaval de quince años, para que cometa un triple parricidio y después siga conviviendo, durante varios días, con sus padres y hermano menor muertos. Los comentaristas dan por hecho, además, que después de matar a la madre y al hermano esperó pacientemente a que regresara el padre, y le dio muerte también. A sangre fría. Es sencillamente escalofriante. Mi hijo Mario, estudiante de Psicología, se atreve a opinar que algo más tendría que pasar en esa familia para que ocurriera este hecho tan atroz, aparte de que hubieran castigado al chico sin wifi por las malas notas. Obviamente los padres tenemos la capacidad, la facultad y hasta el deber de corregir a nuestros hijos, de enseñarles y exigirles, para que aprendan en un futuro a gestionarse sus propias vidas y sean personas de bien. Lo ocurrido es injustificable, pero necesitamos respuestas para sosegar nuestro ánimo, ante un hecho tan espeluznante.

En cuanto a la inimputabilidad de los menores de edad, en algún punto hemos de poner la raya y, si bien aparentemente con quince años uno sabe lo que hace, nuestra sociedad ha decidido que la edad de la consciencia plena sea la de los dieciocho.

Considero que la culpa del desquiciamiento del menor la pueden haber tenido los dichosos videojuegos, que son tan adictivos que pueden provocar en los usuarios un deseo imperioso, una pulsión, que los lleve a necesitar engancharse todo el tiempo a ellos. Recuerdo que el compañero de uno de mis hijos, cuando tenía trece o catorce años, llegaba a casa los viernes por la tarde, se ponía el pijama y se quedaba durante todo el fin de semana jugando a videojuegos sin parar, durante horas y horas. Día y noche. Al parecer, sus padres no le decían ni pío. Tenía una pantalla gigante que ocupaba toda la pared, y era sin duda la envidia de todos sus compañeros, aunque los padres pensáramos que los padres de ese chico eran unos auténticos descerebrados. Querer a los hijos implica enseñarles no sólo desde el punto de vista de la corrección para que puedan convivir con otras personas, sino también en la vertiente emocional.

Todo esto es mera especulación, porque lo único que sabemos con seguridad es que ha sucedido un hecho execrable, un hecho que nos causa pavor y que nos suscita muchos interrogantes. Si lo de tener armas de fuego en casa es una buena idea, en primer lugar, lo que a la vista de lo sucedido nos haría pensar que no es prudente y que debería estar más controlado. En segundo lugar, qué pasaba por la cabeza del chico y dónde están los sentimientos de afecto de esta persona, si es que tiene alguno. Doy por hecho que el sistema límbico del cerebro, que regula las emociones y es el principal responsable del sistema afectivo, lo debe de tener totalmente estropeado este chico. Ahí entra en juego, como decía al principio, un problema importante de salud mental, la pariente pobre del sistema sanitario español.

Indiferencia afectiva, frialdad de ánimo, ausencia de sentimiento de culpa… todos ellos son rasgos de psicopatía. Nos queda por saber si esos padres eran o no conscientes del estado mental de su hijo, de lo que tenían en casa. Si le tenían miedo. Si les gritaba y amenazaba. Si l habían llevado al psicólogo. Aunque este sea un caso límite, hemos de tener presente que habrá muchos otros casos de chicos que presenten rasgos similares en nuestro país. La manera de educar tiene también mucho que ver con la forma de comportarse: otra asignatura pendiente de esta generación de padres permisivos, que se lo damos todo masticado en la boca antes de que lo pidan siquiera. La pandemia ha agudizado e incrementado los problemas de esta índole, lo que hace necesario que se destinen más recursos a la vigilancia y prevención de este tipo de casos. No olvidemos que la salud mental está prácticamente abandonada en nuestro país, a la deriva, y es una de las asignaturas pendientes más acuciantes que tenemos en el ámbito de la salud.

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