Hace unos días escuché una interesante conferencia de Antonio Moar en el que destacó los valores del número 7 en relación con nuestra vida cotidiana en los tiempos que estamos viviendo. Ciertamente son muchos.
Luego le cuento algunos detalles de esa charla, pero permita antes una pincelada sobre esto. En el cristianismo el número 7 comunica la idea de perfección y plenitud. En la Biblia se menciona a este número en diversas ocasiones y no es porque sí. A su vez, Hipócrates dijo que “el número siete, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es la fuente de todos los cambios”. Los siete días de la creación. Las siete maravillas del mundo. Los siete días de la semana. Los siete colores del arcoíris….
En clave alicantina, los siete lugares imprescindibles que visitar en Alicante: castillo de Santa Bárbara, casco antiguo, las playas del Postiguet y de San Juan, la Explanada de España, el puerto de Alicante, el Marq Museo Arqueológico Provincial y la isla de Tabarca. También, los siete senderos urbanos, los siete lugares para disfrutar de la ruta del arte urbano en Alicante, …
Esta exaltación de Moar por el número siete me trajo a la memoria otro siete, los 7 magníficos. Estos pueden ser los que usted quiera o los que rescate de su memoria. Del pasado o incluso de la actualidad. Muchos se sumarían a esa lista por si solos, incluso sin merecerlo; otros los sumaríamos nosotros por sus propios éxitos. Pero lo que despertó mi recuerdo fueron unos 7 magníficos concretos, de carne y hueso. Están relacionados con el 7º arte, otra vez el siete, y el rodaje de una película en Alicante allá por los años sesenta. ¿Le despierta la curiosidad?
La película tuvo por título El regreso de los siete magníficos (“Return of the Seven”). Seguidamente le cuento su relación con la capital alicantina y algunos pueblos cercanos. Vea.
Alicante y su provincia han sido, y siguen siendo, escenario para la grabación de muchas películas. Fueron elegidos para grabar historias del celuloide por sus exteriores, por algunos de sus monumentos más emblemáticos, por el clima, por sus buenas comunicaciones, por su proyección internacional gracias al turismo y a las muchas empresas locales exportadoras.
En esta ocasión el paisaje elegido fueron los alrededores de Agost, un pueblo alfarero y agrícola a unos 20 kilómetros de la capital. Hospedados en Alicante y San Juan, los actores y todo el personal que acompañaba a la filmación viajaban en autobús a los escenarios improvisados para grabar un western. Fue una de las muchas películas de ese género que se estrenaron en aquellos años.
Por la sierra de Murta, un paisaje árido y de escaso arbolado. Era el lugar ideal para ambientar un pueblecito mexicano - construido con ladrillos del lugar - donde se desarrollaría la acción. Esos tranquilos parajes se llenaron de caballos, de forajidos, además de vaqueros del lejano oeste que hacían de su vida una aventura.
Los más ancianos del lugar recuerdan a Yul Brynner galopando a caballo por estos terruños. Y andando por el pueblo curioseando por aquí y más allá. Era 1966. Muchos agostenses fueron contratados como extras de la película y otros para hacer utensilios en sus talleres como vasijas, tinajas, cántaros, para usar en el rodaje. ¿Se imagina la cara que pondrían los artistas extranjeros cuando descubrieron el botijo? Seguro se quedarían maravillados de cómo guardaba tan fresca el agua en este recipiente tan peculiar.
Dirigida esta película por Burt Kennedy, participaron otros artistas junto a Yul Brynner como la actriz española Elisa Montés (Elisa Rosario Ruiz Penella) y actores como el mexicano Emilio Fernández, el estadounidense Robert Fuller o el español Fernando Rey.
Para Agost fue una oportunidad de desarrollo en aquella España franquista que se abría poco a poco al exterior para atraer inversores, visitantes y turistas. Para los agostenses fue una posibilidad de conseguir un empleo o de ser contratado para diferentes labores, acciones motivadoras en aquellos años de tanta dificultad económica y laboral.
¿Se ha fijado?, laboral tiene siete letras. Como negocio, cliente, compras, .. Ya estamos otra vez con el siete. Así Antonio Moar empezó su charla, nombrando palabras con siete letras. Argumentando, a su vez, que la vida tiene hoy siete momentos clave que se representan a través de las siete letras musicales. Do, dominando la incertidumbre en estos tiempos de pandemia. Re, de reinventarse. Mi, de aportar mi parte, de ser activo. Fa, de fabricar un nuevo ciclo, un nuevo profesional, que te dirija hacia lo que quieres hacer. Sol, porque solos no podemos emprender nuestras acciones, formamos parte del equipo. La, por la existencia de las 7 relaciones: con uno mismo, con tu pareja, con la familia, con tu jefe, con tus compañeros, con clientes, con amigos. Y Si, para que sientas el momento, sientas las cosas, no estés a la espera y tengas iniciativa. Fue una conferencia motivadora para momentos difíciles de los que salir fortalecidos y aprovechar las oportunidades que da la vida.
A Antonio Moar lo escuché durante la IV Convención de Ruiz Re Correduría de Seguros. A esta convención le pusieron el lema de “en clave de familia”. Entrañable eslogan que lo dice todo con tan pocas palabras. Ese que te toca la fibra y se hace cómplice de tus sentimientos más personales. Por supuesto, la familia biológica desde la que iniciaron la actividad aseguradora hasta nuestros días. Pero también la familia profesional incluyendo a sus empleados, socios, clientes, asegurados, colaboradores, y patrocinadores.
En “El pequeño libro de las relaciones”, Antonio Moar manifiesta que “la felicidad y el éxito dependen de tu capacidad de relacionarte”, que directamente está relacionado con los 7 tipos de relaciones citados más arriba. Ya ve, un círculo vicioso donde el 7 es otra vez el protagonista. Pues eso.