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reflexionando en frío  / OPINIÓN

El político que se quedó sin escaño

4/04/2023 - 

El día después, las 24 horas posteriores a que tu partido se pegue un batacazo en las elecciones, y tú, que estabas tan ocupado en el juego político y despreocupado de la vida real, te das cuenta de que tras tres legislaturas no vas a repetir como concejal o diputado. En este tiempo preelectoral habrá muchas almas errantes rezando para estar otra legislatura en el despacho en el que llevan los últimos doce años; la silla ergonómica está sellada por tu silueta, el dorado letrero de la puerta que dice que ese es tu habitáculo es ya una extensión de la madera.

Las elecciones son un momento de tensión para los que su puesto de trabajo está en el alambre cada cuatro años; tienen un contrato temporal cuatrianual con la ciudadanía. Tus relaciones laborales fluctúan en función de si la marca que representas suma o resta. Cuando tu partido está en la cresta de la ola sabes que tienes casi asegurado perpetuarte al menos durante una legislatura más en el puesto de trabajo, sin embargo, en el momento que esa sigla entra en proceso de amortización la estabilidad laboral se desvanece irradiando incertidumbre por saber si después de las elecciones tendrás trabajo. 

Sólo te puede salvar el llevarte bien con el fontanero que se mancha las manos haciendo las listas electorales, manejar con maestría la relación con aquel del que depende tu supervivencia. Tienes la capacidad camaleónica de cambiar de aliados para conseguir un interés permanente: seguir viviendo de la política. Llevas desde los veintitantos años ocupando un cargo público y lo que menos te apetece es dejar de entrar en estancias enmoquetadas. La única experiencia fuera de la política la viviste aquel verano que estuviste trabajando de socorrista para sacarte un dinerillo, lo demás todo ha ido rodado, ha dependido de las influencias que consigues construir. Has tenido muchos jefes y compañeros, la mayoría mejores que tú y con experiencia fuera de la política, mientras ellos recogían sus cosas del despacho tú estabas calculando a quien era el siguiente al que le tenías que hacer la pelota.

Esta vez no has perseguido la suerte lo suficiente, el partido ha salido escaldado de los comicios, ibas en el número siete de la lista y habéis sacado cinco, menuda putada, con perdón. Mueves tus hilos, tiras de contactos para que te metan de asesor en alguna estructura política, pero has perdido tu magia, la nueva dirección quiere darle un nuevo toque a la organización y ha decidido prescindir de los viejos tótem. Tienes familia, hijos, hipoteca, colegios caros que pagar… Toda la vida trabajando en política y te toca registrarte en portales de empleo, no tienes ni idea de redactar un currículum y no sabes cómo funciona el mundo fuera de los hemiciclos; encima tienes cincuenta años, esa edad que a los reclutadores de las empresas les da tanto miedo. Te graduaste en la Universidad, pero te dejaste llevar por la pompa y circunstancias políticas y te metiste de lleno en ese circo cuando no tenías pelos en el sobaco. Ahora te ves con una mano delante y otra detrás, arrepentido de haber apostado tanto al juego político, azar que como todos, tiene truco; te tienta concediéndote cierto poder, y en cuanto menos te lo esperas, te machaca dejando de ti sólo una caricatura de ti mismo. La dignidad es lo único que te puede rescatar, la decencia de tener una vida fuera de esa trituradora humana. Quizá esa necesidad de sobrevivir despierte tu faceta más aventurera y montarás tu propio partido o buscarás hueco en otras siglas, como Mireia Mollà en Sumar.  

Tengo un buen amigo al que con sólo veintidós años le han nombrado Presidente de un organismo del Partido Popular y temo porque no sepa parar a tiempo la rueda del hámster en la que te adentra la inercia política. Círculo vicioso de poder que te envuelve con cantos de sirena hasta chocar con la cruda realidad. Todo el que quiera hacer carrera en política debe asegurarse de labrarse un futuro fuera de ella antes de dar el salto, esa es la única forma de permanecer fiel a unos ideales y de no mendigar cargos y prebendas prostituyendo tus principios. Independencia que te permitirá pasar página y volver a la sociedad civil con sobriedad y elegancia; es digno de alabar que un político tenga la valentía de no repetir en el cargo, más teniendo en cuenta que normalmente sus siluetas se anclan al sillón.

Pobres aquellos necios que ven en las urnas una guillotina que pone en peligro su cabeza, dichosos en cambio aquellos espíritus libres que abandonan la política con la conciencia tranquila.

      

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