La semana se ha movido en Alicante, sobre todo, económicamente. En apenas cinco días, Levantina ha cogido aire con una inyección de 60 millones de euros; el 80% de las acciones del rent a car Centauro se han vendido por 130 millones y Famosa tiene nuevo dueño; desconocemos el montante final de la operación, pero todo hace indicar que habrá sido por una cifra inferior a los 100 millones.
Tres grandes operaciones, que no llegan a la que se produjo hace años con la venta de Goldcar, cercana a los 300 millones de euros, pero que ponen de manifiesto varias conclusiones sobre los movimientos de capital en la provincia de Alicante: el primero, sigue siendo ésta una zona atractiva para los negocios; dos; los sectores tradicionales y con tamaño, como era el caso de Famosa y Levantina, han podido salir a flote tras ardua etapa de números rojos y con drásticos cambios y ajustes, pero han salido; tres, aquellos sectores ligados a una digitalización en sus procesos de comercialización tiene (y tendrán) más recorrido según las nuevas generaciones vayan tomando posiciones en el mercado, y cuarto, Alicante atesora buenos directivos, desgraciadamente, muchos formados en sus propias empresas, pero sigue adoleciendo de una gran escuela de negocios con un sello de identidad propio.
Y si no la tiene -habría que preguntarse por qué Fundesem no ha jugado ese papel durante los últimos años; otros proyectos, como Aquora han optado, con éxito, por la especialización-, es una cuestión que deberían preguntarse los propios empresarios (ellos también deberían preguntarse por qué Fundesem no ha tenido el recorrido que debiera, y sí muchas dificultades con la crisis). Ante la falta de esa cultura empresarial, en muchos casos, que se ha ido profesionalizando sólo en las últimas dos décadas, o el papel lo ha desempeñado la Universidad de Alicante -ahí tiene sus másters-; o los directivos, o muchos, han tenido que formarse fuera.
Y por último, otra asignatura pendiente del sector privado: ante la falta de un sistema de financiación propio y con los movimientos realizados en los últimos años, la provincia adolece un sistema o un vehículo de financiación privado, que haya sabido captar oportunidades, transformarlas y ponerlas, de nuevo, en el mercado con más atractivos. En Castellón, por ejemplo, el sector de la cerámica sí que han sabido hacerlo (también gracias a las posibilidades que le ha dado la industria 4.0). Incluso, algunos alicantinos, como la familia Esteve Máñez -ex propietarios de Levantina- han seguido ese camino en esa provincia y ahora tienen negocios boyantes, y atractivos para cualquier inversor que se preste.
Sé que es difícil lo que planteo: en una provincia tan diversa, en la que conviven dos culturas, con una palpable polinuclearización de ciudades y comarcas -ese es el verdadero elemento diferenciador de Alicante- y una diversificación de sectores económicos, aquellos que pudieron hacerlo han ido a inversiones de rentabilidad instantánea, como es el ladrillo o la restauración. Nadie -o muy pocos- ha tenido la osadía de hacer lo que hacen los fondos de inversión: coger una empresa en su peor momento, sanearla, levantarla y ponerla de nuevo en el mercado salvaguardando una marca. Quizás no tengamos la cultura en eso; en el caso del calzado, el patrón a seguir, por ejemplo, siempre ha sido el de culminar un proyecto -casi siempre con un sonoro persianazo- y empezar otro nuevo, a excepción de aquellos -que los hay- que siempre han logrado generar una marca con valor añadido sobre sus productos.
Lo que pasó con Goldcar y lo que ha pasado con Centauro -primero con la entrada de Portobello Capital y ahora con Mutua Madrileña- son dos casos, dentro de un mismo sector, que demuestran sí hay posibilidades para generar negocios atractivos -y escalables- para la entrada de capital externo. Puede pasar también con los hoteles -aunque Benidorm sea un fortín para las cadenas internacionales- y/o cualquier de los tradicionales que hay en la provincia de Alicante: la clave está en su adaptabilidad a los nuevos procesos de comercialización y, por su puesto, su transformación digital.
No hablo de los emprendedores, ni de los nacidos ya ligados a las TIC: creo que esos sí que disponen de puertas a las que llamar para lograr financiación, o de empresas o empresarios, que sí han invertido en proyectos innovadores. La gran asignatura pendiente sigue siendo formar directivos en la recuperación de empresas y disponer de vehículos de financiación para ello (más allá de las entidades financieras). Está claro que si no los tenemos, vendrán: ahí están los ejemplos de Famosa y Levantina.