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el sur del sur / OPINIÓN

Después de los incendios

4/09/2022 - 

Después de una catástrofe, siempre viene una lluvia de titulares. Ha pasado con los incendios, y en su día, pasó con las inundaciones. El patrón se suele repetir. Se anuncian inversiones millonarias, se acuerdan de las asignaturas pendientes de tal municipio, se repiten debates, como el mantenimiento y la limpieza de los bosques. Todo esto lo hemos oído estos días, y los oímos en el pasado. 

El debate no sería otro más si detrás no estuviera la política. Y en este campo, toca hacer reflexiones, sobre todo, porque los grandes partidos, PSPV y PP, vienen librando desde el inicio del mandato por el relato de los inversiones en las zonas con riesgo de despoblación.  Toda ese debate ha quedado al descubierto. Francamente, ha servido para poco, pues el resultado es que pese a que el origen de los incendios fueron fortuitos, tampoco se tenían instrumentos ni había medidas para minimizar el impacto. El fuego campó a sus anchas y llegó dónde llegó.

Hemos escuchado durante estos días muchas ocurrencias con tal buscar titulares. Sé que es muy fácil hablar a toro pasado, pero la pregunta que se debían hacer muchos políticos es si habían hecho los deberes antes de que ocurriera la gran catástrofe. Está claro que es muy difícil tener todo el monte limpio; además, en algunos casos, están en manos privados y sus propietarios cumplen con los servicios mínimos que les exigen. El debate sobre el cuidado del monte y las tierras es muy populista. Pero lo mínimo que se puede exigir es que exista una oferta de ayudas para que los ayuntamientos, como administración más cercana, pueda tener medios para tal fin y en caso de que el terreno sea privado, advertir a sus propietarios, como se hace en las ciudades con los solares vacíos (y sucios).

Por lo tanto, en este caso, la escucha activa de la administración con los alcaldes debe ser permanente. Pero en cambio hemos asistido a un debate sobre qué instrumento era más eficaz para repartir el dinero a los ayuntamientos. Si el Fondo de Cooperación de la Generalitat, que da libertad a los consistorios, o si el plan Planifica de la Diputación de Alicante, en el que los alcaldes eligen las obras o proyectos preferentes. Tanto dinero, en ambos casos, para que no existiera nada ni nadie que minimizara los efectos de un incendio, que siempre puede ocurrir, y máxime con los efectos palpables que ya estamos sufriendo con el cambio climático.

Una vez comprobado que la política, una vez más, no se adelantó a los acontecimientos, ahora toca analizar las medidas después de los incendios. En primer lugar, las ayudas a los afectados. Claro que sí, pero que lleguen con celeridad. Una ayuda que llega tarde ya no cumple su función, o la función para la que se diseño.

Y después, otra vez, escuchar a los afectados para remediar futuros incidentes. Prometer dinero es muy fácil para inversiones, sobre todo, a 9 meses de las elecciones. Pero, ¿para qué? De verdad, ¿esa zonas necesitan más turistas que antes? Acaso tenían, tienen o tendrán los servicios para atenderlos. ¿Una marca para sus productos? El gran hándicap de esos municipios es que mucha gente ha abandonado los cultivos porque no eran sostenibles. ¿Ahora una marca los conseguirá con todo arrasado?

El político sólo se acuerdan del fuego cuando se produce la catástrofe. Además de ofrecer inversiones y ayudas, también es momento de reflexionar sobre lo que ha fallado o si se disponían ya de las medidas para minimizar el impacto (planes de prevención, agentes forestales, un plan de limpieza de fincas privadas, carreteras y caminos limpios, etc). Esa es una reflexión para toda la clase política en su conjunto. Es complicado tener los montes limpios, pues es muy fácil criticarlo cuando se han quemado, pero analizar lo que ha pasado y lo que fue posible aplicar y lo que no, es una obligación del servidor público, que espera solventarlo todo con una lluvia de millones. Quizás debió llover antes. Y si llovió, no siempre lo hace al gusto de las urgencias, como se ha visto. No es fácil. Pero toca hacer algo de autocrítica y pisar el terreno. Las desgracias son desgracias, pero a veces pueden ser menos.

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