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LOS DÍAS DE LOS OTROS

Oliver Sacks: diario de un neurólogo perdido en Oaxaca 

15/03/2017 - 

VALÈNCIA. Uno de los más bellos testamentos que recuerdo cada vez que me viene la angustia es el que dejó escrito el neurólogo Oliver Sacks. Una despedida vital que terminaba así:

No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores. Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.

Es particularmente hermosa la hibridación entre la literatura y la neurología. Hay una novela que ejemplifica esta belleza: El hombre que confundió a su mujer con un sobrero, del propio Oliver Sacks. Se trataba de un libro que narraba veinte historiales médicos de pacientes perdidos en el mundo extraño; casos de individuos que eran víctimas de insólitas anomalías de su percepción que eran incapaces de reconocer a sus familiares. Casos ciertamente misteriosos que el doctor Sacks relataba con pasión humana y gran talento literario. Fue esta obra publicada a finales de los años 80 la que llegó al gran público y conquistó a la crítica.

Tiempo después, con un Sacks ya 'estrella literaria' y con una curiosidad casi inabarcable por todo, Sacks se adentró en una insólita excursión a una ciudad mexicana llamada Oaxaca. De allí salió un delicioso diario que contaba esa semana de excursión: Diario de Oaxaca, que ahora publica la editorial Anagrama. ¿Quién eran sus acompañantes? Pues algunos miembros de una sociedad de aficionados a los helechos a los que, por cierto, dedican el libro: la American Fern Society ¿El objetivo? Recoger, conocer y observar sobre el terreno las casi infinitas variedades de este tipo de plantas que se desarrollan en el lugar. ¿Cómo es posible, entonces, que un libro que está únicamente atravesado por la búsqueda de unos helechos excite y conmueva tanto?

En una entrevista que en el año 2006 realizó el divulgador científico Eduard Punset a Oliver Sacks, éste intentaba explicar de dónde provenía su pasión por los helechos. Explicaba que eran unas grandes supervivientes y que “mientras que los dinosaurios aparecieron y desaparecieron, los helechos siguen aquí”. Los helechos le traían recuerdos de su vida, del jardín de antes de la guerra que estaba lleno de helechos, unas plantas que encantaban a su madre. En definitiva, eran plantas de belleza delicada que simbolizaban la más absoluta supervivencia. Es natural que a Sacks, tan ocupado siempre en detectar modelos de supervivencias de las enfermedades neurológicas, le fascinaran los helechos.

Así pues, este diario de viaje tan diferente al resto de los que se puedan leer estriba en algunas claves: se trata de un viaje colectivo, realizado por un grupo de la tercera edad, obsesionado por los helechos; además, está escrito a vuelapluma, a mano, sin apenas reflexión o corrección; por último, Sacks escribía mientras corría por senderos, mientras apartaba plantas o piedras. Uno de los temas esenciales de este diario es el protagonismo de la ciudad de Oaxaca:

Hemos llegado al centro de la ciudad, donde las calles se conservan tal y como fueron trazadas en el siglo XVI, una sencilla cuadrícula orientada de norte a sur. […] En el exterior de la iglesia, hay una hilera de vendedores que ofrecen hamacas, collares, cuchillos de madera y pinturas. […] Los turistas, pálidos, desmañanados y mal vestidos, se destacan de inmediato entre los garbosos indígenas. […] Unos niños se me acercan mientras escribo. “Un peso, señor, un pesito…” Por desgracia, o tal vez por suerte, no tengo ninguno.

Otro de los momentos memorables del diario es aquel en el que habla de la historia del cacao y la del chocolate con sus raíces en el imperio azteca: 

El mito y la leyenda parecen reunirse en torno a la historia del cacao. Afirma la leyenda que Moctezuma se tomaba a diario de cuarenta a cincuenta tazas del humeante chocolate, y que para él era un afrodisíaco. 

Todo el diario está salpicado de la fascinación y curiosidad constante de Sacks. Una admiración casi constante y una observación extrema:

Me intriga que el chocolate sea objeto de un deseo tan intenso y universal. ¿Por qué se extendió con tanta rapidez por Europa una vez revelado su secreto? ¿Por qué ahora se vende el chocolate en cada esquina, se incluye en las raciones del ejército, se lleva a la Antártida y al espacio exterior? ¿Por qué hay adictos al chocolate en todas las culturas?”

Acompañar a Sacks y a sus amigos mientras se sientan en un café en el Zócalo, mientras observan la catedral y reflexionan acerca de un país que se hunde en una derrota del imperio azteca para después entrar a unos tiempos nuevos, los actuales, repletos de fallas.

“Me he sentado a una mesa en la terraza de un café  del Zócalo. La catedral, noble y en estado ruinoso, se alza a mi izquierda, y la plaza, con sus numerosos cafés, está llena de jóvenes bien parecidos. Delante de mí, junto a los muros de la catedral, unas ancianas indias con sarapes y sombreros de paja venden imágenes religiosas y chucherías”.

En esta época de furor botánico y pese a que no es necesario saber de botánica para comprender este diario, será imposible no salir de su lectura con una acusada sensibilidad hacia esos seres vivos que son más vetustos que los dinosaurios, que todo lo han visto y que siguen entre nosotros. El Diario de Oaxaca de Sacks es mucho más que la excursión de un grupo de freaks ancianos locos los por los helechos [“(...) una maravillosa aventura en busca de helechos, con novedades y sorpresas, y gran belleza en todos los lugares”]; es, indudablemente, un elogio de la amistad, del viaje en grupo como una suerte de comunidad secreta: 

“Al iniciar el viaje, hace diez días, apenas nos conocíamos, pero en este breve período nos hemos hecho amigos, hemos formado una especie de comunidad. Ahora nos separamos, con renuencia y tristeza, como una compañía teatral cuando se acaba la obra”. 


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