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Icíar Bollaín: "No se necesita un libro de autoayuda para empezar un compromiso contigo misma"

La boda de Rosa, que se estrena este viernes en cines, pone sobre la mesa el debate público de los cuidados y el autocuidado

18/08/2020 - 

VALÈNCIA. Icíar Bollaín presentó su último film ayer en València. Se trata de La boda de rosa, la historia de una mujer ahogada por sus responsabilidades laborales y los cuidados de su familia, que decide tomar las riendas de su vida. Un retrato vitalista y una comedia ligera que pone sobre la mesa el debate público sobre los cuidados y autocuidados. Frente a la cámara, Candela Peña, Sergi López, Nathalie Poza o la valenciana Paula Useros. De fondo, València, Benicàssim, Alcàsser, Picassent, Catarroja, Silla y Paterna. Bollaín, directora y co-guionista del film, atiende unos minutos las preguntas de Culturplaza.

- ¿Es La boda de rosa una película romántica?
- Es una comedia antirromántica porque no hay chico. Bueno, lo hay, pero no está en la ecuación importante. A la vez, es romántico porque hay boda, amor, votos y compromiso. Y también un sueño que se quiere cumplir.

- La película plantea el frágil equilibrio entre los cuidados y el autocuidado, que se está incorporando ahora al debate público.
- Visibilizar los cuidados es imprescindible porque me parece una tarea hercúlea que se tiene que valorar y cuantificar. Por otra parte, cuando hablamos de autocuidado, mucha gente habla de egoísmo, pero cuando indagas más en el tema y te cuidas, te das cuenta que cuánto mejor estás tú, mejor cuidas a los demás. No cuidarse a uno mismo acaba desgastando. Hay una cita de Shakespeare que dice algo así como que es mayor pecado no cuidarse a uno mismo o no cuidar a los demás.

- En ese sentido, ciertos conceptos del autocuidado acaban relacionándose con la industria de la autoayuda y el coaching, que en realidad es una forma de mercantilizar las voluntades y los sueños de las personas. ¿Qué distancias has intentado marcar tú con esto?
- Sí, al igual como hay un discurso que no me gusta nada de que si no consigues algo, es culpa tuya, cuando es obvio que no, que hay elementos sociales y laborales que influyen en que tú no estés bien. Personalmente, me gusta que la boda de Rosa sea una celebración personal que hace ella con su familia. No necesita nada más, ni un coach, ni un libro de autoayuda, solo la voluntad de llevarlo a cabo. De hecho, podría haberlo hecho ella sola en su casa, pero si lo hace así es porque necesita a su familia en ese compromiso. Cuando me puse a investigar el tema de las Solo Wedding, vi que en Estados Unidos ya te envían un kit con el anillo y los votos... ¡Qué manera de mercantilizarlo todo, si no hace falta nada!


- Las Solo Weddings se han visto habitualmente en noticias virales o como algo muy excéntrico. Todo cambia cuando pones la cámara cerca de una historia y explicas los motivos de una persona.
- Las primeras personas a las que les comenté la idea de hacer una película sobre una persona que se casa consigo misma reaccionaron desde eso excéntrico. Las reacciones iban desde un "qué chorrada" a "pero qué me estás contando". No se entendía y hacer ver por qué el personaje de Rosa tomaba este camino era uno de los grandes retos del film.

- El debate de los cuidados ahora se está politizando, o parlamentarizando al menos. ¿Esta película es política?
- Todas las películas lo son porque te colocas ahí o te colocas allá. Pero a la vez, no sé... El tono de la película es muy humano. No sé, te lo preguntaría a ti, ¿es política?

- Entiendo que sí porque es un debate público actual. No es un chico-conoce-a-chica.
- Eso seguro que no.

- En el film, los hombres son siempre los que más tardan en darse cuenta de lo que ocurre, seguramente por el hecho de que los cuidados son una tarea nada cercana a la masculinidad normativa, mientras que a las mujeres se les ha impuesto ese sentido de la gratuidad... ¿Cómo te has planteado representar esta dualidad?
- Sale de manera natural. La hermana, aunque no quiere ver, acaba viendo. Podría haber decidido que fuera el hermano, pero me resultaría poco natural. Porque el personaje de Armando, además, se ha divorciado precisamente porque hace cosas que nadie le pide. Es un hombre que solo mira hacia adelante, y se ha dejado la familia por el camino sin haberse enterado. No escucha, solo hace. Esta masculinidad existe, aunque no sean todos los hombres así, y de esa manera es difícil que se entere de lo que le pasa a Rosa. La escucha, por otra parte, es una práctica más femenina.


- Los primeros 20 minutos se utilizan cámaras anamórficas, o te acercas mucho a Rosa, con algo de picado. ¿De qué manera quisiste expresar, a través de la imagen, ese agobio de la protagonista que se rompe con la escena del baño en la cala?
- La primera secuencia es una carrera que es una pesadilla. Queríamos que fuera una escena que se notara muy onírica y algo oscura, pero tampoco nos podíamos pasar porque no dejaba de ser una comedia. La música juego también un papel muy importante en el tono que buscábamos: contar algo importante con un tono ligero. El color, la luz, el ritmo del montaje y la propia interpretación de Candela Peña la consiguen.

- Con El Olivo ya rodaste en el Baix Maestrat. Ahora Turanga Films (empresa valenciana) es una de las productoras y hay un buen puñado de profesionales de la Comunitat en los créditos. Hace unos años que parece que València comienza a despegar en lo audiovisual, y como también el autoestima de la industria va en ello, querría preguntarte, ¿qué tal rodar por aquí?
- Perfectamente. A nivel profesional, con todo el equipo de producción, elenco de secundarios, figurinistas... Ha sido excelente y no tenía ninguna duda. Ha ido de puta madre. Y València tiene muchísimo que ofrecer como lugar de rodaje: por sus decorados, por su luz, por todo... Y es más original que rodar en Madrid o Barcelona, que ya estamos cansados de ver siempre las mismas ciudades.

- ¿Introducir elementos locales, incluso el idioma, suma o resta?
- Suma, sin duda. Rosas hay en todo el mundo, pero cuando haces un guion también piensas en qué lugar te va a ayudar a contar la historia, y València lo hacía por todo: por la luz, por la cultura mediterránea... Cuando pensábamos en comedia también estaba la música, el legado de Berlanga, en Nino Rota, ¡en poner petardos y banda de música en la boda!

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