Este mes de mayo se cumplirán 30 años del estreno de ¿Qué apostamos? en TVE-1. Volver a ver ahora los programas que hay colgados en la web de la cadena pública pone a prueba la paciencia de cualquier espectador, son lentos y reiterativos. Parece mentira que este fuese el prime time. El concurso no fue una idea española, venía de ser el programa con mayor audiencia de Alemania e Italia y aquí no fue donde más duró en la parrilla
VALÈNCIA. No entendía muy bien de qué iba exactamente, pero desde que lo vi anunciado, temí que Todos contra 1 era un programa que no iba a durar mucho. Creo que el perfil del espectador de televisión convencional ha cambiado notablemente. Los chavales no tocan la caja tonta ni con un palo y el público adulto tiene una variedad de oferta para eludir el sexo con su pareja que tiende a infinito. Los que quedan a merced de lo que tenga que decir TVE-1 en materia de entretenimiento en prime time son los últimos guerreros.
Al ente público le va muy bien con Masterchef, un reality mide-egos con dosis de crueldad elitista y mal rollo. En una nueva estrategia, con una propuesta pretendidamente original, Todos contra 1 querían recuperar el espíritu megalómano de 1, 2, 3 o ¿Qué apostamos? que reventaban las audiencias, pero el golpe ha sido morrocotudo. Parece ser que si el espacio ya lo tenía difícil por los tiempos que corren, ha tenido que luchar también contra los programadores que le han metido cambios de horarios delirantes, además de tener que dejar paso a prórrogas de partidos de fútbol y el Benidorm Fest. Se conoce que hoy la capacidad de modificar la parrilla con desprecio por el espectador es lo que se llama eficacia y profesionalidad.
No obstante, la mención a ¿Qué apostamos? me ha despertado curiosidad por intentar averiguar cómo ha envejecido el programa. Personalmente, en esos años tan duros para el ocio, recuerdo ver El juego de la oca, pero no tanto a Ana Obregón y Ramón García con lo suyo.
Al igual que en Todos contra 1, que es danés, la idea de de ¿Qué apostamos? era alemana y, antes de estrenarse en España, tuvo que arrasar en Italia en la RAI Scommettiamo che...?, Inglaterra y Estados Unidos. La versión de Alemania, Wetten, dass...? fue uno de los programas con mayor éxito de la televisión europea en toda la historia, si no el que más. Estuvo en antena entre 1981 y 2014. Con esta premisa, el director de comunicaciones de TVE, Alejandro G. Lavilla, estaba convencido de que iba a obtener un éxito de audiencia histórico.
Ana Obregón abandonó el programa de Telemadrid, La verbena, con Luis Figuerola Ferreti y Javier Capitán para ponerse al frente del nuevo proyecto y su compañero, Ramón García, simultaneó estas apariciones con No te rías que es peor, un programa donde la falta de imaginación era la tónica dominante, pero que luego, con cambios poco significativos de formato y la presencia muy significativa de Chiquito de la Calzada, se convirtió en un hito en Antena 3 con los títulos de Genio y figura, Ingenio y locura, y Un millón de gracias.
El productor de la mayoría de los ochenta y pico programas que se emitieron fue Carlo Boserman, que venía de Hola Raffaella. Para grabarlo, TVE tuvo que montar una carpa fuera de Prado del Rey porque sus estudios convencionales no le daban para alojar los nuevos decorados. Mereció la pena. En su estreno, el programa hizo 6.178.000 espectadores, un 41%. Se puede comparar el dato con Masterchef, que en el suyo hizo una media de 3.400.000 y ahora está en el millón y medio.
De todas las noticias que generó el programa, mi favorita es una denuncia que puso CEAPA (Confederación de Asociaciones de Padres de Alumnos) después de que un menor de edad ganase tres millones de pesetas gracias a sus conocimientos sobre dinosaurios. Decía el periódico El País: "CEAPA considera "intolerable" que TVE tenga que recurrir a estrategias, que en su opinión, vulneran los derechos de la infancia, para ganar audiencia. (...) Para este colectivo, el Estado debe "velar" por la protección de la infancia, "y evitar que los menores de 16 años participen en concursos a cambio de dinero, ya que fomentar este tipo de juegos contradice todos los principios éticos y morales que se deben inculcar a los menores" Fíjense cómo estamos que ahora en Masterchef Junior, por seguir con esta franquicia, premia con 12.000 euros al niño ganador y todo el mundo está encantado. Polémicas, si las ha habido no las he visto.
Durante la emisión del programa, las revistas del corazón empujaron a la audiencia. Ana Obregón venía de una polémica con Antonia Dell'Atte al haberse enamorado de su marido, Alessandro Lequio y tenido un hijo con él, Álex, en 1993. Cuando Dell'Atte fue a La máquina de la verdad en Telecinco a hablar de esta problemática, el programa logró siete millones de espectadores. Sin embargo, en el curso de ¿Qué apostamos? Alessandro también le fue infiel a Ana y su relación se rompió. El caso tuvo una matraca infernal en las revistas del ramo.
Obregón coqueteó con dejar el concurso, dijo que quería volver al cine, pero estuvo hasta 1998, momento en el que lo dejó para protagonizar la serie A las once en casa, junto a Antonio Resines y Carmen Maura, que lo petó bastante, pero no más que Ana y los 7, que consagró a la actriz que llevaba trabajando desde los años 70. Es conocido su paso por el Equipo A en los 80, pero menos su papel protagonista en la poco reivindicada Goma-2, cinta con el argumento de un etarra que se vuelve bueno y se va a enfrentarse a los franceses que nos tiraban la fruta en la frontera a bombazo limpio.
Hasta aquí, todo normal en el mundo del espectáculo. Lo llamativo llegó cuando Obregón se marchó del programa y fue sustituida por... Antonia Dell'Atte. Una jugada que si no buscaba el morbo a costa de las revistas del corazón y la anterior presentadora era una casualidad muy casual. Misterios misteriosos que pasan.
Volver a ver ahora el programa, que se puede hacer en la web de RTVE, es un ladrillo importante. El tempo ya no hay dios que lo aguante. Va todo muy despacio y toda intervención es demasiado larga. En una época en la que hay gente que ver las series a 1,5 de velocidad, esto sería para ellos como las torturas de La Naranja Mecánica. Los famosos discutiendo cada apuesta, visto ahora, aporta poco a la existencia humana. Los concursantes que se someten a las apuestas, la viva imagen del sketch de Faemino y Cansado del Carromato de Hombres Fenómenos.
Luego pasaban cosas que ya no pasan. Veo a Fabio Testi enredarse y bromear con Teresa Viejo diciéndola que después del programa le va a invitar a una copa. Igual que Roger Moore, cuando Ana Obregón le pregunta qué es lo que más le gusta de España, le contesta "you". Luego Marta Sánchez decía que en el juego no tenía suerte, pero en el amor sí. Y ahí estaba todo. Esa era la chicha, pruebas aparte. Las apuestas tenían mucho de fiestas patronales. Quizá de ahí el éxito del programa, aunque el fenómeno fue europeo, supongo que porque allí también gustan de las tonterías que se hacen en las fiestas patronales en lugar de encerrarse en casa a leer ensayo, como se cree aquí que hacen en el norte universal.
Más duro me ha resultado ver una prueba que recordaba. No sé por qué estaba en algún lugar de mi cerebro desde 1994. Era un microbús, cargado con siete personas, que trataba de avanzar sin tirar unas columnas con el retrovisor con ellos balanceándolo por dentro. Ramón García los presentaba uno por uno. Cuando habían acabado la prueba y los alaridos de los apostantes, había pasado un cuarto de hora de reloj. Después se daba paso a una prueba de dos tractores tirando de una cuerda. Entre pausas de publicidad y recordatorios de llamadas solo entran ganas de gritar "¡matadme! ¡matadme!". Pensar que ese era el entretenimiento más importante de la semana me ha resultado sobrecogedor. Inquietante. Terrible. Quizá, solo se pueda igualar a lo que piensen de nosotros los habitantes de futuros metaversos y universos virtuales.
Mejor que cualquier serie de Netflix o HBO son las entregas del programa Imprescindibles de RTVE y, en su plataforma, hay como doscientos episodios listos para ser vistos. Uno de los últimos, sobre Carlos Tena, nos descubre a un periodista musical difícil de ver hoy. Enfrentado con y contrario a los dictados del mercado, abierto de mente y ecléctico, con interés en lo antiguo tanto como en lo moderno. Un personaje singular que puso su granito de arena para que la explosión musical española de finales de los 70 fuese como fue