CASTELLÓ. A mediados del siglo XIX las activistas Elizabeth Candy Stanton y Susan B. Anthony publicaron la colección de documentos History of Woman Suffrage (1881). Un extenso archivo histórico que se presentaba como una alternativa al "universal" y que, sin embargo, fue ignorado por la mayoría de historiadores posteriores. "Al poder no le suelen gustar las voces pequeñas, esas que cuentan historias multicolores, llenas de perspectivas múltiples, diferentes, libres. Silenciar esas historias significa quitarle la voz a las anti-historias y conseguir tener el control", afirma la catedrática María Carmen África Vidal Claramonte, quien precisamente por esta razón ha decidido dar visibilidad en un artículo a todas esas mujeres que se atrevieron a reescribir las historias ya contadas por el patriarcado.
En La primera vez otra vez: las traducciones de las mujeres, Claramonte rescata a autoras como Buhle Ngaba, Ghada Amer, Calorene Bergvall y Nalini Malani, cuyos trabajos nacieron para demostrar que existen otras historias dentro de las historias que nos han contado. El artículo forma parte, en efecto, de un nuevo número de la revista feminista Asparkia de la Universitat Jaume I, dedicado a deconstruir, traducir, deformar, crear y repensar los discursos acerca del género.
Las mujeres tuvieron que acostumbrarse a que otros contaran su historia. Unos relatos que muy posiblemente no tenían nada que ver con su realidad y que, en muchas ocasiones, hacía que se las encasillara en unos roles y estereotipos muy determinados. Pero llegó un momento en que, cansadas, pidieron la palabra y empezaron a reescribir lo que se había dicho de ellas. "Tener la palabra, tener voz, significa expresar un punto de vista propio y empezar a tener poder para deconstruir los cimientos homogéneos. Son muchas las mujeres que, tras haber entendido que la historia que se ha contado no es la suya, reescriben las historias que hasta se les ha impuesto". Lo hacen, como señala Claramonte, porque "haciéndose eco de historias ya contadas, se convierten en sujetos, y no objetos, del discurso."
En 1991 Susan McClary publicó Femenine Endings: Music, Gender & Sexuality, donde se propone deconstruir los estereotipos sexuales con una interpretación diferente de los textos musicales. Este mismo año, Georges Duby y Michelle Perrot coordinan la publicación de Historia de las mujeres en Occidente, haciéndose eco de la presencia de una voz femenina cada vez más insistente. Pero en su investigación la catedrática cita ejemplos que van desde la literatura, hasta el arte o la fotografía.
La artista Chada Amer decidió traducir en imágenes los estereotipos femeninos que libros tan universales como La Bella Durmiente o Campanilla han forjado. En esta misma línea, la escritora Niki Daly decide en Pretty Salma ofrecer una versión africana de La Caperucita Roja que reescribe los colores, imágenes, las vestimentas, la comida y tantos otros referentes del cuento. Por su parte, en The Girl Without a Sound, la autora sudafricana Buhle Ngaba cuenta la historia de una niña negra que no tiene voz porque le crece en la garganta un capullo dorado, queriendo representar así a las miles de mujeres "ignoradas y silenciadas". También destaca la traducción que Jean Ryhs hace de Jane Eyre en White Sargasso Sea, al escribir la historia de la 'mujer loca' desde el punto de vista de una dominiquesa. Así mismo, fue importante la relectura feminista que Kathy Acker hizo de Don Quijote, donde el héroe cerventino es una mujer.