En todas las democracias se repite una constante, cada vez existe más diferencia entre lo que piensan ellas, frente a lo que piensan ellos. También entre lo que votan. Y esto ocurre, especialmente, entre las personas más jóvenes.
Lo hemos visto en Alemania, pero ha pasado en Estados Unidos, en Francia y pasa en España. Pasa en casi todas las sociedades occidentales. Ellas son más demócratas, votan a opciones políticas progresistas y defienden una sociedad más igualitaria. Ellos simpatizan más con opciones autoritarias, ultraconservadoras y defienden una sociedad aún más machista. Una que no han vivido, pero que, por alguna razón alguien les ha convencido de que deben echar de menos. Es una generalización, pero es la radiografía que nos dan los estudios sociológicos.
Lo que tienen en común es que no están contentos con la sociedad en la que viven. Y es lógico, ni a ellos, ni a ellas les faltan motivos. El acceso imposible a la vivienda, la falta de estabilidad en el trabajo y, en definitiva, la sensación de inseguridad, que es lo que define esta época.
No le restemos importancia. Porque la tiene. Todos habíamos crecido bajo la idea de que la sociedad siempre avanzaba, que viviría cada generación mejor que la anterior y que los europeos no teníamos que preocuparnos más por la guerra de forma directa. Y aquí estamos.
Razones para la alerta hay muchas. Y aunque también hay alguna para la esperanza, diría que la partida la van ganando las primeras.
Y es normal que, frente a un mundo como este las personas jóvenes quieran cambiar, pero ¿por qué ellas apuestan por un mundo mejor y una gran parte de ellos por un mundo anterior? ¿Por qué para ellas la respuesta es la esperanza y para ellos el miedo?

- El presidente de EEUU, Donald Trump. -
- Foto: EP/CONTACTO/CAROL GUZY
Nadie tiene una respuesta definitiva, pero lo que no cabe duda es que esa brecha entre hombres y mujeres jóvenes no deja de crecer a todos los niveles. Y va a generar una de las fracturas más relevantes del presente y del futuro. ¿Cómo se pueden construir sociedades donde la mitad no entiende a la otra mitad?
Porque ellas tienen claro que siguen siendo discriminadas, porque lo viven en primera persona, y muchos de ellos creen que vivirían mejor si se les permitiera seguir discriminando. Y lo siento, pero eso no puede tolerarse. Pero es que tampoco debería desearse.
Entonces, ¿quiénes están promoviendo esa visión tan indeseable del futuro?
Os invito a bucear en el contenido dirigido a hombres jóvenes que inunda las redes sociales. Coged aire porque cuesta respirar viendo y escuchando algunas cosas.
Os encontraréis a prescriptores de vidas tóxicas que dicen abiertamente que las mujeres con una vida laboral exitosa se quedarán solas, porque ningún hombre las querrá a su lado. Tertulias que idealizan que la mujer asuma el rol social al que estaban condenadas nuestras abuelas. Machitos heridos en su masculinidad, porque no pueden tolerar un mundo en el que las mujeres reclaman su espacio como personas adultas y funcionales y no tienen como aspiración encontrar la validación de ningún criptobro.
Hombres jóvenes que dicen, a otros hombres jóvenes, que no triunfan por culpa del feminismo. Que les oprimen y les marginan.

- Foto: EVA MÁÑEZ
Sinceramente, es y puede parecer patético. Pero no nos lo tomemos a broma. Porque hay centenares de miles de jóvenes idolatrando a estos personajes. Y, no se puede dar por perdida a tanta gente para la causa de la igualdad, que es la de la democracia.
Hace falta desmontar, con la mayor de las vehemencias el discurso de estos “referentes”. Llamar ridículos a los que son ridículos es una obligación. O señalar que, tras esas barbaridades, hay toneladas de complejos es necesario. Pero también hay que construir otras referencias y dar una respuesta diferente a las inseguridades que todos, en algún momento, padecemos.
Alguien tiene que defender que, cada vez que las mujeres han ganado más derechos, hemos ganado también los hombres. Decir que nadie puede ser feliz anulando a la persona o las personas que tienes al lado. Que es mucho más gratificante vivir en una sociedad de conversaciones cómplices y admiración mutua, que en una donde des por sentado que tienes la cena hecha al volver a casa. Y que no es nada atractivo aspirar a que nadie viva para ti, en comparación con lo que te aporta compartir tu vida con alguien a quien admiras y respetas.
Porque es cierto que, de ese modelo de sociedad retrograda que idolatran esos podcasters, ellas se llevarían la peor parte, pero, sería una prisión para las dos partes.
Amigo, date cuenta. El feminismo ha venido a mejorar la vida de todas, pero también la de todos.