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entrevista

María Ruido y Brigitte Vasallo: una conversación para desvelar las violencias de 'las reglas del juego'

18/12/2022 - 

VALÈNCIA. María Ruido y Brigitte Vasallo tienen sus orígenes a tan solo unos pueblos de distancias. Sus dos familias son del sur de Ourense, casi en la frontera con Portugal. Dos diferencias importantes, aún así: primero, el pueblo de Vasallo se ubica en la montaña y el de Ruido en la meseta; segundo, Ruido vivió en su pueblo sin su familia, mientras que Vasallo vivió con su familia lejos de su pueblo —ella dice que es diáspora. Esta dualidad no solo no les aleja, sino que enriquece una conversación sobre aquello que les une, una corporalidad de echa raíces a pesar de que las circunstancias sean diferentes.

Este es tan solo una de las capas de Las reglas del juego, el vídeo-ensayo en el que Ruido y Vasallo performan una conversación en el que intentan descifrar, precisamente, cómo el cuerpo mujer, el cuerpo clase obrera, el cuerpo no heteronormativo, el cuerpo rural, se las tiene que ver con las cartas marcadas. La pieza es parte de la muestra que se puede ver desde este pasado viernes en la Galería Rosa Santos.

La conversación no es radiografía plana, sino todo lo contrario, la problematización de aquellas situaciones a las que se enfrentan, no solo en su condición de víctimas del patriarcado, sino desde todas las violencias ejercidas por otras capas invisibles como la academia, la literatura o el mercado del arte. Ruido y Vasallo empezaron a tener contacto a través de Academia.edu, y mientras preparan un proyecto más ambicioso que sigue su curso, Inma Prieto, directora de Es Baluard, le pide a la primera una pieza con la premisa que versara sobre el trabajo-género-clase.

“Llevaba tiempo pensando en lo poco que se hablaba del trabajo cognitivo dentro de los debates sobre el trabajo. Y entonces empezaron a surgir conversaciones sobre esas cuestiones a partir de nuestra experiencia en el mundo de la literatura y del arte —que no se cuál de los dos es más clasista, sexista y racista”, resume Ruido en conversación con este diario. Durante 40 minutos, las dos artistas despliegan, a través de su memoria, el orgullo de su genealogía y su identidad, contra todas las violencias con las que se han topado precisamente por ellas.

The Guardian publicaba hace unos días un estudio que calculaba una caída del 50% en el número de personas de clase trabajadora que accede a profesiones culturales. Si en el caso de los creativos nacidos entre 1953 y 1962, las clases humildes representaban un 16.4%, cuarenta años después, la cifra se ha desplomado al 7,9%, una cifra marginal. Ruido y Vasallo abordan la clase como una cuestión eminentemente interseccional, que no puede desligar que esas “reglas del juego” de las que hablan son muy completas y afectan a jugadores y jugadoras muy diferentes.

Como un anuncio de publicidad

El trabajo de María Ruido siempre se ha caracterizado por jugar con formatos, con mezclar imágenes, con dejar para el montaje un proceso importantísimo de la escritura del ensayo, por las texturas… “En mi obra es importante que, quien vea el vídeo, sepa interpretar cuáles son las decisiones que han llevado a ese montaje, que se vean las costuras, que quepa el remontaje por parte de quien lo recibe”. En Las reglas del juego, sin embargo, la forma es impoluta: grabado en panorámico, en alta definición, sin fallos, sin extrañamientos… “Contratamos a una productora de publicidad porque precisamente la intención es que fuera así, muy cuidado. La idea era generar un contraste porque teníamos claro que, lo que íbamos a plantear, ya de por sí iba a interpelar tanto, que la forma debía ser incontestable”.

Foto: DAVID SANTOS para ES BALUARD

No acaba ahí el contraste, en la medida en la que hablan dos mujeres con orígenes en la clase obrera “performando otra piel” a través de su trabajo creativo, ocuparon como escenario de la conversación la habitación de un lugar noble de Palma, y se vistieron de manera formal. Cuidaron, eso sí, que el diálogo no cayera en un tono ni despectivo —la premisa era “ni tacos ni nombres”— ni academicista. 

Sobre esto último, Ruido explica: “Podríamos haber utilizado un lenguaje menos visceral, podríamos haberlo limado, pero nos interesaba mucho recuperar la política de la conversación. Porque además tiene un sentido muy claro en el feminismo de base: las mujeres han hecho mucha política hablando en la política, o compartiendo historias en un bar. De ahí, de la palabra y la conversación informal fuera de la institución académica, también surge el pensamiento y la acción política”.

Tampoco se les ve las cabezas en toda la pieza. “Primero, porque somos reconocibles y eso podía acotar la experiencia de quien se acerca a verlo. El lenguaje corporal se convierte en el principal canal de comunicación. Si nos miramos solo a la cara, perdemos el sentido de la gestualidad. Por otra parte, yo que vengo de la teoría fílmica, soy consciente de la captura que signifique que una mujer se ponga delante de una cámara. Yo decidí hace años que ya no quería ponerme en esa posición”.

Ay, la representación

El dato de The Guardian arroja una clave, que es en manos de quién está la construcción de los imaginarios en el aparato cultural. Sin embargo, el sistema ha encontrado a su gran aliada: la representación. Leídas las obras desde ahí, principalmente, contando con los dedos de la mano cuántas mujeres, personas racializadas o personas LGTBIQ+ salen en pantalla, o les premian, aparta cuestiones mucho más profundas de cuestionamiento de las violencias que les son ejercidas directamente. “¿La visibilidad es operativa políticamente siempre, o el No nos representan —que nos retrotrae al 15M— era una cuestión que no era capturable hasta que lo capturaron?”, se pregunta la artista. “Cuando algo es capturable y entra dentro del sistema de visibilidad hegemónica, también supone su limitación y su despolitización. Ha ocurrido con la cuestión queer en la institución museo y la academia, por ejemplo. Cuando trabajamos en el corazón de la bestia, que hay que estar, hay que saber muy bien la genealogía a la que pertenecemos. ¿En qué cambia la representación las condiciones materiales y políticas de la gente? ¿La representación hace que haya más justicia redistributiva? Claro que también hay luchar por ello, pero tengo muchas dudas sobre su potencial político”, añade.

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