El formato de pie no parece correr peligro, pero las últimas cancelaciones alejan de la vista la recuperación total
VALÈNCIA/CASTELLÓ. Empieza 2022 y con ello lo que parece ser el de la verdadera recuperación de ese motor economía de la industria cultural que son los festivales de música. Desde marzo de 2020, viven una odisea para celebrar el formato que prometieron para el verano de ese año sin saber la pandemia que vendría. Después de más año y medio de cancelaciones y aplazamientos, solo unos pocos se llegaron a celebrar durante los meses de otoño. Ahora, el contexto es diferente: los que no han llegado a realizarse han optado por devolver las entradas finalmente y los que sí lo han hecho empiezan también para el año que entra. 2022 es el reencuentro de las promotoras con el público.
En este sentido, fuentes del sector apuntan a que ven el contexto “con más esperanza” porque “el formato ya se ha probado y funciona”. Siempre han defendido que la música en directo no han tenido incidencia del coronavirus y en su capacidad logística para poner en marcha los protocolos que les diga Sanidad, siempre y cuando el público pueda bailar y estar de pie. Los diferentes sucedáneos, que funcionaron en menor o mayor medida, no consiguió hacer más que salir del paso para seguir trabajando. Luis Óscar García, presidente de la FEVIM, lo explicaba así en una entrevista en Culturplaza en agosto: “Hay muchas empresas que han hecho muy pocas cosas desde marzo de 2020. Como el verano se suponía mejor, las empresas asumieron riesgos que han sido muy importantes porque llevaban muchos meses de pérdidas a las espaldas. Eso ha sido difícil y se está pasando muy mal”.
En todo caso, y a pesar de esta sexta ola, no parece que el formato de gente esté en peligro este año. Parece un punto de no-retorno que aseguraría a los festivales cierta seguridad jurídica, la de —salvo desastre— celebrarse.
Nuevo año y nueva oportunidad de abrir etapa para el FIB, que desde que cumplió los veinticinco en 2019 no ha podido celebrarse de la mano de sus nuevos dueños, The Music Repúblic. El macrofestival de Benicàssim se renovará de la mano de la marca valenciana en julio de este año y lo hará acompañada de artistas ya anunciados como Kasabian, Justice, Lost Frequencies o Nathy Peluso. Para ello, la promotora usará similares mimbres y estrategias como los que ha ido utilizando a lo largo de los años en otras de sus marcas de éxito como el Arenal. Es así que el FIB ofrece abonos por un precio muchísimo más barato con el claro propósito de atrapar a un público más amplio y adolescente. En efecto, se ha pasado de unas entradas que en su última edición costaban 155 euros, a unos tickets en venta por 60 euros (los cuatro días incluidos).
Ahora bien, aunque en ninguno de los dos casos ese será el coste final de la experiencia -a ello hay que sumarle el transporte, el cámping y lo que se consuma dentro-, el nuevo FIB pone a la venta diferentes "suplementos" que hasta ahora estaban incluídos en cualquier entrada. Por ejemplo, por más abono que uno tenga -incluso el vip-, el espectador tendrá que pagar por salir y volver a entrar en el recinto. Diez euros por día, que pueden costarle a quien vaya a todas las jornadas unos cuarenta euros. ¿Es entonces este un festival asequible o no?
Como sea, además de unos precios que pueden tacharse de confusos, el FIB tiene como reto conseguir despegar y alejarse de su 'hermano' pequeño el Arenal, con el que comparte un público cada vez más parecido. Con un cartel formado por Recycled J, C. Tangana o La La Love You (que visita ambas citas), el festival de Burriana puso a la venta en septiembre unos abonos por 40 euros que expiraron a las pocas horas.
¿Y qué será del Rototom? El otro macrofestival que acompaña desde hace años los veranos en Castellón, también confía en volver este año y ha puesto a la venta las entradas de una edición que contará con Julian Marley, Barrington Levy o Morodo. No obstante, una de las mayores incógnitas es cómo volverá el festival reggae, el cual ha dejado claro en más de una ocasión que lo que ofrece en su interior no es únicamente un ciclo de conciertos. Decía Filippo Giunta tras anunciar la cancelación de la pasada edición que no puede haber un Rototom con distancia de seguridad, porque "entra en contradicción con su esencia". Y aunque este problema ya se resolvió con el SanSan o el festival de Les Arts, los cuales pudieron celebrarse sin sillas y con total movilidad, la escalada de contagios ocasionados por la variante omicron, podría hacer que volvieran antiguas restricciones o que se evitara a toda costa zonas comunes como las acampadas. Y es esta otra de las señas de identidad del Rototom. "No podemos invitar a nuestro público a un concierto de una o dos noches y ¿después qué hacen? ¿Dónde se van? Falta el alma del festival", señaló a Castellón Plaza, el director de Comunicación, Claudio Giust, el pasado verano.
El Festivern iba a ser otra prueba de fuego, al ser un festival con camping y mucha interacción social de manera natural. La sexta ola lo ha cancelado, y el experimento todavía no se ha dado. Es la pata que falta por conocer, la gran incógnita por resolver este verano: los campings. ¿Habrá una legislación concreta para estos? ¿Cómo se controla un espacio de convivencia con las normas del ocio? En principio, la legislación parece estar del lado de los festivales al ser una especie de laguna legal, pero muchos de los festivales (desde Viñarock hasta el propio Arenal Sound) dependen de ello.
Por todo ello, el formato que más ha explotado durante estos dos años pandémicos, y que se va a notar claramente este 2022, son los festivales urbanos. Citas musicales que no dependen de zonas de camping y que se venden como motor turístico para las ciudades. València ya vive un boom de este tipo de festivales, y estrenará el Diversity, y el Valencia Flow Fest. Además, ya cuentan con agenda reservada Love to Rock, Festival de Les Arts, Love the 90’s o Big Sound, entre otros.
De ser un desierto festivalero, la capital valenciana se ha convertido en epicentro gracias a la explotación de recintos como Marina Sur o CACSA. El Casal España Arena de València, previsto para 2023, espera transformar esas citas puntuales en un recinto que tenga programación regular de grandes conciertos. Y mientras tanto, sigue el invierno musical de la ciudad, en la que las salas de conciertos notan como el público se repliega durante estos meses y va apagando la llama del día a día de la música en directo.