VALÈNCIA. Entre un 6 y 12% de noruegos padece depresión diagnosticada y entre un 20 y un 30% la tendrán al menos una vez en la vida. Es la patología más común en Noruega. En su idioma existe la palabra mareritt, que significa pesadilla. Etimológicamente, procede de la idea de que un ser mitológico, una mara, una especie de demonio cabalgue sobre el pecho de una persona. Muchos noruegos es en invierno cuando más pesadillas sufren. Así lo ponen de manifiesto algunos de los entrevistados por Sigri Sandberg en su ensayo Oda a la oscuridad (Capitán Swing, 2022) Concretamente, los que viven en las zonas más al norte del país, en lugares donde en invierno nunca llega a salir el sol y al periodo de oscuridad intensa lo relacionan con los fantasmas, porque la falta de luz mezclada con la soledad les hace perder el sentido de la realidad.
De hecho, la Navidad, lejos de ser una época festiva y entrañable, se la consideró durante muchos años como una etapa terrorífica. La gente que no tenía tierras o ganado que le diera beneficios como para ir sobrado de velas y aceite para lámparas, pasaba estas fechas sumida en la oscuridad. Existe una tradición que se remonta a la época pagana relacionada con evitar a los seres que pueblan la oscuridad en las leyendas populares.
Por todos estos motivos, y por un miedo insuperable a la oscuridad, Sandberg decidió pasar cinco días de invierno en la localidad de Finse, un pueblo a 1.222 metros sobre el nivel del mar a la que no se puede llegar de otra forma que no sea en tren. La estación de ferrocarril es la que se encuentra a mayor altitud de toda Europa. En este lugar, en invierno, todos los días son oscuros. Lo único que muestra el paso del tiempo es que durante el día, la oscuridad es un poco menos cerrada. Pese a encontrarse en un lugar inhóspito, este pueblo recibe multitud de turistas y es famosa por haber sido el escenario en el que se rodó El imperio contraataca en 1979.
En invierno, en las mejores zonas de Noruega tienen 17 horas de oscuridad cada día. En diciembre, se hace de noche a las tres de la tarde y no hay luz hasta las nueve de la mañana. En el archipiélago de Svalbard, en el Océano Ártico, entre el Polo Norte y el país, la noche es total durante las veinticuatro horas. En otras partes de Noruega, hay zonas donde se instalaron espejos para reflejar la luz del sol desde las montañas en las poblaciones. Antiguamente, no era extraño construir un funicular a lo alto de los montes para que la gente pudiera subir durante estos inviernos a ver el sol a lo lejos un rato. Sin embargo, en Svalbard no hay ni crepúsculo ni hora azul, donde la oscuridad no es tan intensa, es igual de oscuro a plena noche que a pleno día. El cuerpo humano no está preparado biológicamente para vivir en un entorno de esas características.
Paradójicamente, el ensayo está más orientado a denunciar la contaminación lumínica que a expresar los horrores de la oscuridad. Hablamos de un lugar en el que, cuando llegan los turistas, a veces se ponen a comentar qué van a hacer al día siguiente cuando salga el sol y no se creen a los lugareños cuando les advierten que no va a salir. El exceso de luz, se queja, afecta a las especies animales, sobre todo a los insectos, que están desapareciendo por los problemas para la reproducción que les supone la luz. De hecho, el noventa por ciento de la fauna de esta zona, duerme todo el invierno. La mayoría, los que no pueden migrar al sur.
Esta luz superflua también ha llegado a lugares como Finse, lo más oscuro durante el invierno de toda la Tierra. Abundan las denuncias por cualquier tipo de luz que se instale, sobre todo los carteles luminosos. En una ocasión, los vecinos de un pueblo denunciaron a los de otra orilla del fiordo porque la luz de un cartel luminoso se reflejaba en el mar y llegaba hasta sus casas y no podían dormir bien. En este punto, la periodista cita como un ejemplo La Ley del Cielo de la Isla de La Palma para proteger los trabajos del observatorio astronómico que alberga. En el resto del mundo, un 60% de los europeos y un 80% de los estadounidenses no pueden ver La Vía Láctea por la noche. En el caso noruego, el problema se puede ver reflejado en Oslo, cuya luz alcanza entre 150 y 200 kilómetros de distancia en todas las direcciones.
Curiosamente, en esta zona de Noruega, la mayor parte de la gente que sufre problemas mentales relacionados con la oscuridad empieza a padecerlos cuando llega la luz, no cuando se sume en el negro. Claro que en abril ya tienen días de 24 horas de luz. Parece que los alemanes en la II Guerra Mundial sufrieron problemas derivados de las perturbaciones del ciclo circadiano. Hay una enfermedad reconocida que se llama acluofobia, un miedo a la oscuridad que inhibe la vida cotidiana. Al final del ensayo resulta difícil entender las conclusiones pese a lo interesante del tema y lo curioso que es para los mediterráneos imaginar cómo tiene que ser vivir en esas condiciones. En este texto, parece como que tan mala es la oscuridad como la falta de ella. Querer una cosa y la contraria, el camino más corto a la depresión. De eso no cabe duda.