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reflexionando en frío / OPINIÓN

Echar a Ximo Puig, ¿y después?

7/02/2023 - 

“Con tanto chiringuito ya verás la gente que se queda sin trabajo si Ximo Puig deja de gobernar en la Comunidad Valenciana”, me decía un amigo el otro día. “El paro va a subir en junio de 2023”, recalqué con gracia sibilina. Si Carlos Mazón gana las próximas elecciones autonómicas, un montón de cortijos sufrirán una reforma; transformación que no es una disolución sino más bien un traspaso del negocio, un cambio de titularidad ante notario. Los amigos de Puig dejarán paso a los colegas de Mazón. Nada nuevo bajo el sol.  

Sé, querido lector, que tienes muchas ilusiones en que los que están ahora gobernando se vayan para que lleguen los otros, pero siento decirte que no va a haber cambios sustanciales. Ojalá me equivoque, pero tengo pocas esperanzas en que los hipotéticos nuevos gobiernos emanados de las urnas traigan el maná caído del cielo que prometen. Me he vuelto un escéptico de la política a golpe de gestos, insinuaciones y realidades. Pocos líderes despiertan en mí la ilusión transformadora por la que dicen velar. En Ciudadanos también me rodeé de gente que se llenaba la boca criticando la endogamia y el nepotismo del bipartidismo y después, tras unos cafés y unas veladas en las que más de uno se iba de la lengua, te dabas cuenta de que no había mucha diferencia entre ellos y los otros; todos buscaban colocarse, encontrar acomodo en un organigrama público y vivir del cuento mientras aparentaban que hacían algo útil. Ahora, esos mismos están esperando a que Carlos Mazón y Alberto Núñez Feijóo ganen para resguardarse de la vida real durante cuatro años más. ¿Por qué te crees que gente como Emilio Argüeso y compañía se dejaron ver en la comida de Navidad del Partido Popular? Aguardan a que se salde la traición a sus antiguos principios; ideales que cambian cada legislatura. Si el PP gobierna en 2023 no habrá menos amiguismo, de hecho, me atrevo a decir que algunos ya saben qué Secretaría General, asesoría, o nuevos cargos creados de manera discrecional van a ocupar si sus nuevos aliados se hacen con el poder. Está todo atado y bien atado.  El señor Mazón ya ha hecho cuentas con sus acreedores políticos y no me va a hacer caso cuando dije eso de que no debía pagar a traidores.  

Las maniobras maquiavélicas de los arribistas son servicios que los interesados deben recompensar. Oscuras estrategias perpetradas con el fin de inhabilitar a lo poco que queda de Ciudadanos, un proyecto que se está dinamitando desde dentro tal y como manifiesta la crisis de los cuarenta que atraviesa Begoña Villacís y el acomodo de Ruth Merino en las filas Populares. David Jiménez, en su libro El director dice algo así como que el éxito en la vida consiste en conseguir no deber nada a nadie ni ser mandado por nadie, una autonomía que los dirigentes del PP no tienen porque le deben muchos favores a mucha gente; personas que van a tener que enchufar en alguna organización, me recuerda a las concesiones que Pedro Sánchez le debe a los independentistas. Esos sumados, a los que tendrán que contentar de su círculo, harán de nuestras instituciones una nueva estructura piramidal cimentada en el nepotismo. Por tanto, que no te cuenten historias cuando critican que el Presidente del Gobierno ha enchufado a sus amigos en Correos, Paradores y otras masías institucionales. Ellos van a hacer lo mismo, no porque quieran, sino porque tienen la obligación de premiar a sus leales para neutralizar posibles rebeliones internas. No me creo eso de que el señor Mazón promete rebajar al 50% los asesores y los dedazos; son muchos a los que les habrá prometido algo para allanar su camino.     

 En lo único que vamos a notar la presencia del Partido Popular es en que las cuentas van a cuadrar, son unos gestores profesionales, de hecho, Alberto Núñez Feijóo se está encargando de que su formación transmita una solvencia gestora vacía de toda ideología; tablas puestas en entredicho cuando al Presidente del Partido Popular le preguntan sobre asuntos como copar beneficios empresariales y se le desencaja el rostro sin saber qué responder y cuando se sitúa abraza tesis próximas al socialismo. Se dicen liberales, pero quieren limitar las cuentas de resultados positivas. Su proyecto se basa en corregir los errores de la izquierda, pretenden llegar al Ejecutivo a lomos de la incompetencia de los otros. Si el PSOE sube impuestos, ellos prometen bajarlos; si Ximo Puig establece un requisito lingüístico, ellos reniegan de él; si infra-financian la sanidad, ellos son los primeros en prometer paquetes de prebendas. Estrategia reaccionaria que pretende emular el efecto que impulsó a Mariano Rajoy en 2011 a la Moncloa. Ignoran, que tanto a nivel nacional como en el resto de Comunidades Autónomas, las circunstancias son diferentes a la crisis del 2008; mientras ZP negaba la recesión vislumbrando brotes verdes y recortando las pensiones por doquier, Pedro Sánchez está bañando a los españoles de unas ayudas que ejercen como un paraguas del aluvión que puede avecinarse.       

Con el Partido Popular, España será más solvente y estará mejor gestionada, gobierno despersonalizado, sin impronta. Representante de la tecnocracia ineficiente formada por contables y administrativos, obcecados en creer que gobernar una administración pública es igual que cuadrar un balance de situación; hacedores de políticas sin alma. Consejos de administración ocupados por burócratas y chupatintas acompañados de unos enchufados que ocupan una dirección general porque alguien les debía un favor. 

Ese no es el cambio que la Comunidad Valenciana y España en general necesitan. Estamos hambrientos de un proyecto de verdad liderado por hombres y mujeres de Estado que hagan política más allá que gestionar y que dejen de ver las instituciones como un sitio donde enchufar a sus afines.  

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