La película de Vicent Monsonís reivindica la figura del artista fiel y comprometido con sus principios. El protagonista se enfrenta a un mundillo corrompido y movido tan solo por el dinero. Además, la producción fue 100% valenciana
VALÈNCIA. Un talentoso artista lleva toda la vida sumido en la frustración al no recibir reconocimiento alguno por su trabajo. Vive humildemente, con la creciente desilusión que implica el fracaso. Pero entonces, un día, conoce en un acto a una mecenas que ve algo en él. Le hace un encargo y le asegura que lo llevará a lo más alto. ¿El precio a pagar? Renunciar a sus ideales como pintor para alcanzar la fama.
“Dicen que el artista solo necesita pintar, que su obra es su vida. No necesita comer, ni cagar, ni mear, ni follar. Solo necesita crear”. Es lo que dice Sento (Pep Munné), el protagonista de Dripping, el film que contaba esta historia hace ya veinte años. Se cumple su aniversario y, como dice su director, Vicent Monsonís, “hay quien opina que esta película se adelantó al momento en que la hice”. Con motivo del veinte cumpleaños de Dripping, el Centre del Carme la recupera este 24 de agosto. Integrada en el ciclo CCCCinema, se presentará la película remasterizada, en formato 4K y en su versión en castellano.
‘Dripping’ (‘goteo’ en inglés) es una técnica pictórica basada en arrojar goterones de pintura sobre el lienzo de forma un tanto anárquica. Es el modo que tiene Jackson Pollock de expresarse con su pincel, y la primera en usarla fue la artista expresionista-abstracta Janet Sobel. La película recibe este nombre por la manera en que la rabia de una situación injusta hace que el protagonista transforme constantemente su obra de una forma cada vez más pasional, arrojando capas y capas sobre el lienzo en base a momentos vitales que se ligan íntimamente a su arte.
Vicent Monsonís explica a Culturplaza que el objetivo principal de Dripping no era solo denunciar concretamente la industria del arte. Con su metraje quiso ir más allá: “Mi intención era hacer una crítica social sobre la integridad de las personas”, aduce. Y es que la película plantea reflexiones como: ¿Todos tenemos un precio? ¿Será alguien capaz de resistir a un mundo en el que la globalización y la comercialidad llega a todas partes? ¿Seremos fieles y no sucumbiremos al sistema?
Monsonís cuenta que lo que le inspiró para dar vida al personaje de Sento fue un hecho que él siempre ha reivindicado en su cine: “La calidad y el éxito nunca han ido de la mano. En infinidad de ocasiones la fama se debe a factores que nada tienen que ver con la calidad artística. Factores externos como la promoción, los contactos, la publicidad o, simplemente, la suerte. Esos factores son perfectamente capaces de convertir una obra mediocre en mundialmente famosa”.
A través de una comedia que tiene mucho de trágico, el director va ahondando en este debate. Y lo hace a través de la idea de ‘arte’, pero en realidad, indica, se trata de una dualidad extrapolable a cualquier ámbito de la vida. “La sociedad nos impone el hecho de tener que ceder al sistema como único camino posible. Lo más importante es el dinero -ironiza-, y eso es lo que yo quería denunciar. Es infinitamente más importante la integridad, la fidelidad a uno mismo. Esta película es una metáfora de la vida en general”, sentencia.
Esa metáfora de la que habla, según le suelen decir a Monsonís, está más presente en la actualidad que en el momento en que escribió y dirigió Dripping. El creador hace severas críticas al capitalismo feroz y a la globalización: “Necesitamos repensar el sistema, no va a cambiar por sí mismo. Si no transformamos nuestras mentalidades y aceptamos que es más positivo que todos ganemos un poco menos, pero que todos ganemos, estaremos perdidos. La avaricia de unos pocos arrastra a muchísimos a la miseria, y si ese hecho no está en nuestras prioridades, poco podremos hacer”.
Además de reivindicar la integridad en casi todos sus trabajos, Vicent Monsonís también lucha por impulsar el audiovisual valenciano.
Dripping fue una película íntegramente local en un momento en el que la mayoría de productoras no tenían otra alternativa que la de invertir sus recursos en producciones nacionales por la poca repercusión del cine valenciano.
Monsonís aprovecha para hablar del sector audiovisual en nuestra ciudad: “La principal dificultad que siempre ha habido en València es la financiación. La posibilidad de conseguir dinero en València para hacer una película es ínfima en comparación con Madrid”. El director defiende que “si como valencianos queremos contar nuestras propias historias, tenemos que hacerlo desde aquí, pues hay que romper con la dificultad de base de que distribuir nuestras películas es muchísimo más difícil que en la capital”. De hecho, cuando Dripping se estrenó, la versión en valenciano tuvo mucho más éxito que la distribuida en castellano. En aquel momento la vieron más de 40.000 espectadores.
Explica cuál es, según su criterio, la solución a este problema: “Si queremos hacer cine valenciano, lo primero es hacer películas con mucha imaginación pero bajo presupuesto. Lo segundo es confiar en los profesionales y el talento local. En València hay una calidad extraordinaria tanto a nivel técnico como actoral”.
Monsonís, además de haber estado trabajando en la remasterización de Dripping, durante los últimos meses ha llevado otros proyectos que pronto verán la luz. Uno de ellos es una serie de animación en ÀPunt para concienciar a los niños en el cuidado de la naturaleza. Y en segundo lugar, el director se encuentra en proceso de búsqueda de financiación para su próximo trabajo: una adaptación de la popular obra de teatro La invasión de los bárbaros, de Chema Cardeña.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz