Centrados en nuestra crisis política con epicentro en Cataluña, que genera a partes iguales aburrimiento y rechazo, olvidamos que, mientras tanto, las cosas van cambiando a nuestro alrededor. Nuestros socios europeos (y España también) llevan ya varios años en clara mejora económica, que puede propiciar acuerdos en el seno de la UE, pero que se están posponiendo en diversas ocasiones debido al ciclo político, de igual forma que ha ocurrido en España.
Durante los últimos cuatro meses la ganadora de las elecciones en Alemania, Angela Merkel, ha realizado dos rondas de negociaciones. Primero intentó una “coalición Jamaica”, así denominada por los colores de los tres partidos implicados (el negro del conservador CDU/CSU, el amarillo de los liberales del FDP y el verde de los Verdes) y que coincide con los de la bandera de Jamaica. También hace mención a lo “exótico” de la combinación. Tras el fracaso de esta primera ronda, la segunda se volvió a plantear entre CDU/CSU y los socialistas del SPD, en busca de una nueva Gran Coalición, o Groko (abreviación de Grosse Koalition). Tras un par de semanas intensas, han firmado un documento de acuerdo (de 170 páginas) que falta ratificar por los militantes socialistas y también en un congreso de la CDU (Cristiano Demócrata) el próximo 26 de febrero.
Es difícil resumir aquí un documento tan extenso (el SPD se lo va a enviar físicamente a sus más de 400.000 militantes, con el propósito de que se lo lean antes de votar). Lo más destacable es el papel preponderante que tiene la política europea en sus páginas (y por ende en el programa de gobierno en los próximos cuatro años), fruto de la insistencia de Martin Schulz y a pesar de ser un tema que no gana elecciones en Alemania. El Deutsche Bank ha publicado un documento de análisis donde se resumen sus principales puntos. En lo que se refiere a la Unión Europea, sienta las bases para la reedición del eje franco-alemán, con el propósito de reforzar el funcionamiento de la Eurozona. Se desprende de lo acordado que Alemania estaría dispuesta a contribuir en la medida que le corresponde a resolver los actuales retos: manteniendo la estabilidad como principio motor (Pacto de Estabilidad y Crecimiento), estarían dispuestos a transformar el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) en el Fondo Monetario Europeo, tal y como propuso la Comisión Europea el año pasado. Sin embargo, desean también que la nueva institución siga respondiendo ante el Parlamento Europeo y no se convierta en una agencia de la Comisión Europea. Además, también se acepta por parte de la coalición realizar una mayor aportación al presupuesto de la UE, una necesidad derivada no sólo del Brexit (al desaparecer la contribución del Reino Unido), sino del mayor esfuerzo en defensa y en el control de la frontera exterior. También aceptan, lo que es muy importante para España, la creación de partidas presupuestarias para estabilización económica y convergencia social, así como para crear incentivos a la realización de reformas estructurales.
Desde el punto de vista de la política interior alemana, la coalición va a suponer diversos aumentos de gasto público, en concreto, en educación, infraestructuras y seguridad social. Unos 22.000 millones de euros serán dedicados a educación, I+D, construcción de viviendas, transporte y subsidios a regiones y ayuntamientos como ayuda a la integración de los refugiados. Respecto a la agenda digital, dedicarán 12.000 millones a llevar la banda ancha a todo el territorio, incluyendo 3.500 millones para mejorar el equipamiento escolar. Tienen intención de financiarlo con los ingresos derivados de asignar las licencias 5G durante los próximos años. Que la austera Alemania incremente ahora el gasto público, en un momento donde no hay tensiones inflacionistas y el país crece a buen ritmo, es también una buena noticia para el resto de Europa, pues una expansión de la demanda agregada en Alemania repercute de forma positiva (lo que se llamarían “efectos desbordamiento”) en los demás países.
El acuerdo ha resultado tener un alto precio para los dos líderes que lo han hecho posible. Por un lado, Angela Merkel ha recibido duras críticas del ala más conservadora de su partido, principalmente por haber cedido al SPD la cartera de Finanzas (clave en el Eurogrupo y el Ecofin, pues marca la posición alemana en las finanzas europeas). Por otro, Martin Schulz, después de que el SPD haya obtenido los peores resultados después de la Segunda Guerra Mundial, tampoco podrá ser ministro de exteriores (que iba a aceptar, abandonando la jefatura del partido), al haber insistido durante la campaña electoral en que no participaría en un gobierno con Angela Merkel. Ambos partidos van a ser renovados, con gente más joven. En concreto, Andrea Nahle, anteriormente ministra de trabajo y procedente de las juventudes socialistas alemanas, pasará a sustituir a Schulz al frente del SPD.
Aunque sea difícil desde la distancia percibir la letra pequeña y los detalles del acuerdo provisional al que se ha llegado, la crítica interna que han recibido ambos líderes hace pensar que en su forma final han pesado más las razones de Estado que los intereses propios. Esta larga negociación ha mostrado la capacidad de los políticos alemanes para anteponer los intereses generales a los del partido, algo que resulta refrescante cuando lo comparamos con la situación de nuestro país. Tras un año y dos elecciones para conseguir un gobierno débil en minoría, llevamos otro año de inactividad y dos meses de 2018 sin que se vislumbre la aprobación de los presupuestos. Y resulta aún más incomprensible cuando disponer de presupuestos beneficiaría a las comunidades autónomas, con gobiernos de todos los signos políticos, puesto que podrían expandir sus propios presupuestos, al aumentar su asignación fruto de la recaudación impositiva.