Hay que agradecer que el otoño haya llegado puntual. No se sabe si para escapar del arrebato de momentos históricos que estamos viviendo o en previsión de lo que pueda depararnos el futuro. Pero ha llegado puntual. Las noches ya refrescan, las hojas de los árboles siembran el pavimento, los niños vuelven al colegio, las comunidades autónomas entablan una simpar batalla por la fiscalidad de clases y los italianos se aficionan a la pizza arrabbiata, con sus aceitunas, sus alcachofas, sus champiñones y el prosciuto picante del fascismo. En España, por si no ha quedado claro con lo de la lucha fiscal, los partidos ya asfaltan el camino hacia las elecciones. Y los españoles, por si no ha quedado claro con lo de Italia, debemos prepararnos para desviar con nuestros votos la amenaza de un meteorito, como acaban de hacer la NASA y un equipo de científicos de la Universidad de Alicante. He recargado las pilas con unas vacaciones sin móvil, ya me cubro por las noches en la cama con una sábana. Me gusta el otoño. Y aunque odie los relojes, me encanta que haya sido puntual.
Miren hacia donde miren, verán una propuesta electoral. Incluso aunque no lo parezca. Ya se encargará alguien de acusar cualquier medida de electoralista. En Alicante, ciudad y provincia, lo tenemos fácil. Somos muchos. Climas, mar y demografía son nuestros principales atractivos para los políticos, que en ocasiones también ejercen de turistas. El gobierno socialista, en todos los ámbitos, va a tener una chincheta permanentemente alojada en el mapa provincial de su gira de conciertos-mítines, porque por aquí pasan buena parte de las esperanzas de que Sánchez no tenga que enfrascarse en la mudanza de la Moncloa y de que Puig vuelva a regar el Botànic. Incluso sin necesidad de Botànic. El PP, igual. La suma masiva de votos está garantizada para Feijóo, aunque en este caso no seamos tan relevantes, y Mazón quiere entonar el Y solo tú de José María Bochelli desde el balcón de la Generalitat. A capela y sin micro. Podemos quiere comprobar la tersura de su zodiac hinchable, hace tiempo que Ciudadanos perdió todos sus galeones. Y los que impiden la presencia de periodistas en sus actos son el meteorito. Por si no había quedado claro con lo de la NASA.
Mejor nos preparamos. Llegarán cumbres de países euromediterráneos, congresos nacionales con anuncios impactantes y jingles pegadizos. Promesas, muchas promesas. Y en Alicante, la tierra de la que Wenceslao Fernández Flórez dijo que era la casa de la primavera, volverá a su persistente y puntual otoño de desdenes, reproches y complejos. Gobierne quien gobierne. Aprovecho la visita a esta columna de Fernández Flórez para apoyarme en su obra El bosque animado. Alicante es como Fendetestas, el campesino reciclado en bandido de la novela, a quien el fantasma Fiz de Cotovelos impide medrar en el negocio con sus apariciones, que alejan a los incautos de los caminos solitarios. Aquí no tenemos una Santa Compaña que nos ayude a exorcizar a los espectros. Pero sí clima, mar y demografía. A ver si de una vez nos valen para algo más que para organizar y albergar promesas.