ALICANTE. El enésimo sainete blanquiazul, la no contratación de Carmelo del Pozo como director deportivo, llevaba el martes a Unidad Herculana y a la Asociación Herculanos a emitir sendos comunicados en los que cargaban contra Enrique Ortiz, Juan Carlos Ramírez y Quique Hernández, aunque no de igual manera.
Por lo que se refiere al primer grupo de aficionados, este expresaba "su total rechazo a la forma en que se ha negociado" con Del Pozo, al tiempo que exigía "que se garantice la total autonomía en la toma de decisiones a los profesionales del fútbol". Unidad Herculana consideraba a Ramírez "culpable directo del enésimo despropósito" y, en consecuencia, le exigía "que cumpla su palabra y desaparezca del club": "No es digno dirigente en un club de la categoría del Hércules. No sabe nada de su idiosincrasia y ha demostrado una total falta de respeto desde que llegó por su masa social y sus símbolos y desde hoy es considerada persona non-grata", versaba el comunicado que hacía extensivo el anterior mensaje "al máximo responsable de todo, Enrique Ortiz" en la primera de las, eso sí, dos únicas menciones que se hacían al constructor en el mismo.
Por lo que se refiere a Quique Hernández, desde Unidad Herculana no dudaban "de sus buenas intenciones" pero pedían "su renuncia voluntaria si no desea manchar el buen nombre y respeto que tiene entre la masa herculana" para para el caso de que "Ramírez no se marche inmediatamente". "Ya nos anunció que Enrique Ortiz quería vender y salir del accionariado (...) que el modelo de club iba a cambiar. Ya está bien de bombas de humo", terminaba el comunicado en clara alusión al anuncio hecho por el presidente en febrero.
En cuanto al comunicado de la Asociación Herculanos, en este se apuntaba que "tras más de veinte años de gestión desastrosa, el máximo responsable del club, Enrique Ortiz, no puede seguir escondido ni un día más y debe desvelar públicamente si es cierto que está dispuesto a vender el club y a qué precio, o en caso contrario, definir claramente su proyecto". Algo más contundentes, pero tampoco mucho, se mostraban en Herculanos con Ramírez al que recordaban "su palabra dada el año pasado" (el socio de Ortiz anunció realmente en enero que se apartaba de la primera línea y que solo garantizaba su aportación económica a la entidad hasta el próximo 30 de junio) de "abandonar la gestión deportiva del club, gestión que, por otra parte, debe dejarse en exclusiva a los profesionales". Es decir, que demandaban a Ortiz y Ramírez que vendan o, en caso contrario, sigan al frente del club corriendo con los gastos pero sin participar en el área deportiva que reclaman que esté en manos de profesionales y, más concretamente, de Quique Hernández para el que en el cuarto y último punto de su comunicado pedían "plenos poderes" y que "se le deje trabajar para que se defina cuanto antes una estructura deportiva y social a la altura de la transcendencia del club".
El cuento de nunca acabar
A menos de dos años de celebrar su Centenario, el Hércules se encuentra en su momento más bajo, tanto a nivel deportivo como institucional.
A pocos les escapa que el primer equipo blanquiazul no ha descendido esta primavera a Tercera por una decisión arbitraria de la Real Federación Española de Fútbol: la cancelación anticipada de la Liga regular en Segunda B por culpa de la pandemia de Covid-19
El Hércules llegó al borde del precipicio por culpa de una desastrosa planificación deportiva protagonizada el pasado verano por un Javier Portillo que precisamente ahora suena con fuerza para volver a ponerse al frente del área deportiva por mucho que Quique Hernández, al que le une una muy buena amistad, lo niegue o se lo desaconseje (incluso públicamente).
En diciembre pasado, con el equipo ya hundido en posiciones de descenso, el técnico de Aranjuez renunció al cargo de director deportivo, pasando a crearse una comisión deportiva con Ramírez y dos personas de su confianza, Paquito Escudero y Francisco Martínez, que aprovechando el mercado de invierno trató de enderezar desde los despachos el rumbo del equipo: lejos de conseguirlo, los blanquiazules siguieron dando tumbos hasta la afortunada suspensión de la competición. Lo anterior pese a un cuarto cambio en el banquillo, el de Antonio Moreno por Vicente Mir, un movimiento auspiciado por Hernández que ponía fin a la segunda etapa en el Hércules de un técnico de la confianza de Ramírez. Entre los movimientos en el mercado de verano y el de invierno, además de los salarios, el Hércules se ha gastado más de dos millones de euros (no han sido finalmente los 2,5 que revelaba Alicante Plaza porque gracias a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo más de 600.000 euros los va a pagar el Estado por medio de prestaciones).
La mayoría accionarial del Hércules sigue en manos de su Fundación pero Ortiz y Ramírez la controlan a distancia (por medio de Zassh Tecnológica son acreedores de la Fundación (les adeuda más de 15 millones de euros) en sustitución del Instituto Valenciano de Finanzas) haciendo y deshaciendo a su antojo; ponen el dinero de su bolsillo, eso sí (en segunda B el club no genera recursos suficientes ni para asumir sus obligaciones corrientes), pero deudas como la de cuatro millones de euros con la Agencia Tributaria siguen ahí, pendiente y en situación irregular.
La ilusión de muchos de que los empresarios pudieran vender sus acciones y abandonar la entidad, una voluntad anunciada por Hernández en febrero, al poco de regresar a la presidencia invitado por Ortiz, tardó poco en desvanecerse (una vez empezaron a trascender algunos detalles de las negociaciones que mantenía el constructor con terceros, a los que invitaba a participar de la gestión pero no a comprarle sus acciones).
Sorprendentemente, la gota que ha colmado el vaso no ha sido nada de lo anterior (que se haya eludido el descenso en los despachos o que se siga sin saldar la deuda con el fisco (al que hace tres años se acusaba desde la grada de poner en riesgo la supervivencia de la entidad), sino que no haya cristalizado la negociación con Carmelo del Pozo para que regrese al club a pilotar la profesionalización del área deportiva. Ahora bien, en los más de 20 años de Ortiz en el Hércules su masa social ha puesto el grito en el cielo no pocas veces sin que nada haya cambiado más allá de gestos baratos hacia la galería y cortinas de humo de ese que se disipa con rapidez.