VALÈNCIA. ¿Es el hombre quién hace a la máquina o al revés?... ¿Y qué hacen las máquinas por los hombres? Algunas hacen fotografías, otras sirven como soporte para escribir este tipo de artículos, y las más elaboradas pueden hasta imprimir un fanzine. Pero antes de todo ese proceso van la observación, las preguntas y el paseo. L’ETNO busca repasar las innovaciones tecnológicas del río Turia a través de Tecnotúria, un taller fotográfico de edición colectiva que tendrá lugar los días 4, 6 y 7 de julio.
Con Jorge Alamar -el director de La Fotoescuela y miembro de la editorial Polvora- al mando, y de la mano de doce paseantes más, se lleva a cabo un paseo por el río como nunca antes se había visto (ni retratado). La actividad -que culmina en la elaboración de un fanzine- va de la mano con la exposición Antes del jardín que se puede visitar en el mismo museo. En esta muestra se expone todo lo que era el río antes de que se convirtiera en un enorme jardín, y como se debía a la ciudadanía, y ahora Alamar y sus acompañantes actualizan el relato.
Al igual que sucede en Antes del jardín la única manera de dejar constancia de todo esto es fotografiarlo. La valentía está en agarrar la cámara y querer contribuir a un archivo interminable. Explica Alamar que la visión tecnológica lo que busca es aprender sobre cómo se actualiza el río: máquinas, columpios y esculturas aparecen de nuevas en un lugar donde el ser humano ahueca todo a su modo. La idea de capturar esta actualización es lo que les permite explorar los diferentes puntos de vista desde los que vemos el río: “Me interesó pensar en qué elementos o realidades diferentes podíamos encontrar en el río a día de hoy, elementos que no estuvieran en los 80 o en los 90”, algo que no se pueda ver ya en el archivo fotográfico del museo, “con esto queríamos fotografiar la tecnología que ocupa el mundo desde hace 20 años, ver como ha cambiado el mundo en el que vivimos”. El paseo se hace por la cultura, la ciencia y hasta por los hábitos de las personas, que modifican el paisaje.
Las doce personas que paseen junto a Alamar deben tener ojos en todo. Seguro que un runner no transitaba el jardín hace años como lo hace ahora, y seguro que los que pasean ahora lo hacen de manera diferente a los que vendrán. Tecnologías antiguas y nuevas se dan la mano en un espacio que está en constante cambio, y en el que con la fotografía se pueden “revisar y ponerlas a dialogar” en algo que en un futuro servirá como medidor del avance de la sociedad: “Es importante delimitar esto en un espacio tan clave como un parque urbano, grande e importante. Es una especie de representaciones escala de la sociedad a la que pertenecemos, algo así como un muestreo”. En este Alamar es el encargado de ir filtrando todo lo que cabría en el nuevo relato, de la mano de sus ayudantes de laboratorio.
Caminar por el río a cualquier hora permite, según el fotógrafo, poder contemplar un reflejo de la València de hoy, que es diversa y excéntrica: “Hay todo tipo de situaciones, vestimentas y personas. Nos interesa emplear el río como un laboratorio a escala”. De esta forma gracias a la fotografía lo que se hace es poder contemplar las cosas pequeñas que pasan en un gran espacio, en el que de normal todo suele estar bastante disperso. Para Alamar la importancia de capturar estos momentos está en poner el foco en algo completo, que luego formará parte de un fanzine en el que contemplar la mirada amplia de todo lo que sucede.
Con esto se suma a actualizar la historia del río, como si de un brazo de la exposición Antes del río se tratase. Con la misma herramienta se está contando un relato de diálogo con la ciudad y los que habitan su espacio, todo ello desde una mirada más bien evolutiva: “Buscamos algo que dialogue con el lugar, sus realidades y la época en la que vivimos. Buscamos una evolución y un aporte a esa exploración, que cuando pase el tiempo también será un archivo”. Todo esto para poder contar la historia en fotos, en un trabajo que mientras la ciudadanía sea inquieta podrá ser eterno.