ALICANTE. "La digitalización hace que todas las opiniones sean visibles y no lo soportamos; toda la nueva censura nace de ahí", sentencia el periodista y escritor Juan Soto Ivars (Águilas, Murcia, 1985), que ha participado este viernes en las jornadas ComunicALC sobre nuevos formatos y lenguajes de la comunicación cultural, proyecto que, en su segunda edición, ha tratado sobre la división del mundo cultural entre lo analógico y lo digital. El escritor, que ha pasado por Elche, se encuentra, además, presentando su último libro: Nadie se va a reír (Debate, 2022). Aborda una historia "complicada" y que "pone la moral incómoda".
En el libro aporta información sobre el caso que acabó con la condena de quien publicó, a modo de parodia, la falsa ruta que habrían seguido los integrantes de La Manada en las fiestas de San Fermín de 2016: 18 meses de cárcel y 15.000 euros de indemnización por "trato degradante" a la víctima. Lo que pretendía ser una crítica al sensacionalismo de los medios de comunicación acabó volviéndose en contra del autor y arruinándole la vida. Juan Soto Ivars procura no opinar demasiado, pero sí quiere contar la historia "con honestidad" y plantea cuestiones como la influencia que puede tener ese sensacionalismo en la justicia o el auge de la censura.
"El mayor triunfo de la censura es hacernos creer que nos autocensuramos", afirma. Algo que acaba repercutiendo en la libertad artística y de expresión. "El miedo de algunos creadores es evidente, pero si las empresas e instituciones no fueran tan cagadas, otro gallo nos cantaría".
— Vas de lleno a por un asunto extremadamente controvertido ¿Te atraen las polémicas?
— No me gustan las historias fáciles, y no me gustan las conclusiones fáciles a historias que lo parecen. La historia de este libro es complicada, endiablada, casi, y pone la moral incómoda. Si a eso te refieres con atracción por las polémicas, sí, me atraen. Pero el ruido cegato que pueda provocar el libro me tira bastante para atrás. No está escrito con intención de que un idiota salga a pasearme sus dogmas por la cara.
— En este caso, ¿crees que hay que enmendar o revertir la situación? ¿Motivar eso es tu intención con este libro?
— Creo que en este caso no se hizo justicia porque no había información. La información llegó viciada por el sensacionalismo mediático a los tribunales, y allí se dictó una sentencia que no distinguía una parodia de un mensaje literal. Creo que contar la historia bien, con honestidad, ya es un paso para que otros hagan justicia. Pero esos llevan togas.
"Cuando Irene Villa dijo que algunos chistes sobre ella le hacían gracia, se convirtió en mi heroína"
— El “eximente” al que apuntas es la sátira, pero ¿cuáles son los límites del humor?
— El humor no debe tener límites más que para los individuos, donde ya los tiene. Uno se ríe, otro no, y era el mismo chiste. Ahí tienes los límites legítimos de la cosa. Yendo al caso de mi libro, nadie exige a una víctima que se tome a bien una parodia sobre lo suyo, pero cuando Irene Villa salió a decir que algunos de los chistes de humor negro que se hacen sobre ella hasta le hacen gracia, inmediatamente se convierte en mi heroína particular. Como digo, no le exijo a ninguna víctima ser Irene Villa, cada cual que ponga el límite donde sus sentimientos le dicten. Pero que no trate de imponerlos a los demás, salvo si hay calumnia, injuria o daño objetivo a su honor.
— ¿Quién pone hoy esos límites?
Yo desde luego no me atrevería a decirle a nadie de qué se puede o no se puede reír.
— ¿Es la autocensura peor que la censura?
— La autocensura es el criterio propio, y es buena y necesaria. Si tú borras antes de publicar por miedo, entonces no es autocensura, sino censura de toda la vida. El mayor triunfo de la censura es hacernos creer que nos autocensuramos. Significa que nos ha metido el censor dentro.
— Es paradójico que en la era del clickbait, donde la polémica manda, la mayoría de las personas no se atreva a abordar otro tipo de polémicas ¿por qué?
— Las polémicas, lo que tú llamas polémicas, no son tal cosa, en mi opinión. Son alineamientos muy previsibles de individuos en torno a unas trincheras, con cualquier tema como excusa. Se vio con lo del colegio mayor Elías Ahúja, y con tantas otras cosas. Antes de que empiece el debate tú ya sabes lo que van a decir. ¿Polémica? Se parece más a los bailes de salón.
— En el caso de Anónimo, que hizo una parodia, todo su historial activista dejó de servirle a sus compañeros de la izquierda. ¿Por qué crees que le dieron la espalda realmente? ¿Miedo?
— Era una parodia sobre el tratamiento que los medios hicieron del caso de La Manada y, sobre todo, sobre ese sensacionalismo chabacano, morboso e incendiario. Esa parodia era tan fina que la prensa cayó y, al final, no hubo más verdad que la distorsión mediática.
Con ese monstruo en marcha, la izquierda hizo lo previsible: darle la espalda a este caso, mientras protestaban por la cárcel de Pablo Hasél. Yo protesté por las dos cosas, por cierto. Allá cada cual con sus elecciones, pero la libertad de expresión y creación artística solo se defiende con honestidad cuando el mensaje te parece cuestionable.
— ¿La libertad artística y de expresión se están viendo más amenazadas con estas actitudes?
— Lo que más amenaza a esa libertad es el pavor de las empresas, como productoras, editoriales o discográficas, que al final son quienes aplican la censura previa en esta democracia curiosa. El miedo de algunos creadores es evidente, pero si las empresas e instituciones no fueran tan cagadas, otro gallo nos cantaría.
— ¿Es esa una de las brechas entre lo analógico y lo digital en el ámbito de la cultura? ¿La digitalización favorece hordas inquisitoriales que obligan a la autocensura y traen cancelación?
— La digitalización hace que lo que los demás opinan sea visible, en particular las redes sociales han traído eso. Y resulta que no lo soportamos. Toda la nueva censura nace de ahí.
— Como experto en polémicas y controversias, ¿cuáles son las consecuencias de abordarlas?
— No sé si soy experto en nada. Simplemente pienso en voz alta y parece que hay gente dispuesta a pagar para que lo haga. Tengo una suerte tremenda.
— Recientemente te declarabas de izquierdas y, a pesar de tus críticas a la izquierda, decías que les seguías votando “por subnormal”. Pedro Herrero, de Extremo Centro, también decía recientemente que tenía pánico moral a declararse de derechas, hasta que un día su mujer le dijo que llevaba 10 años siendo un ‘señoro’ muy de derechas y lo asumió. ¿Es este tu momento?
A mí es que ya me da igual "ser" de una cosa o de otra. Antes me preocupaba mucho ser considerado facha, porque quería ser de izquierdas. Es una forma de decir: quería que los demás me vieran muy guapo. Ahora me toca un pie. Me gusta mucho la frase de Arturo Pérez Reverte: "No tengo ideología, tengo biblioteca". Desde que lo veo así, no tengo miedo alguno a lo que un grupo de activistas de izquierdas o derechas pueda ir diciendo de mí.