Tras revisar el pliego de condiciones y actualizar, en el sentido literal de la palabra, la situación del mundo y del restaurante del parque municipal a la vida del segundo semestre del año 2021, el ayuntamiento de Elche ha sacado por segunda vez a concurso la gestión del emblemático espacio en medio del parque municipal.
Desde los años 50 hasta 2018 estuvo abierto al público como Restaurante Dátil de Oro. Ofrecía cocina mediterránea y en las últimas décadas, el arroz con costra y las delicias de Elche eran el plato y el aperitivo estrella, como reflejaban las entradas en Tripadvisor y otras plataformas online.
Desde su apertura fue el lugar preferido de los grandes eventos, por el amplio espacio de sus salones y por el enclave donde esta situado. Las bodas, bautizos y comuniones tenían lista de espera de años y era conocido el día de apertura de la agenda, en el que llegaban las parejas a señalar su día especial, incluso con dos años de antelación.
Eso era bueno por varios motivos, daba tiempo a ahorrar para el convite, (no eran baratos), y daba tiempo a pelearse, romper e incluso volver a encontrar pareja y mantener la fecha.
Se han sucedido allí anécdotas de todo tipo. Se han presentado partidos políticos, plataformas, candidaturas, creo que la última fue la de Pablo Ruz cuando se presentó contra Mercedes Alonso para presidir el PP local el 1 de junio de 2017 y que se reflejó en este diario, destacando el lugar elegido, el restaurante del parque, símbolo de ilicitanismo en vena.
Por eso y mucho más, el Partido Popular pedía hace unos meses que el restaurante se reconvirtiera a Centro Cultural. Una propuesta con más sentido común que la que hizo el famoso informe de la Universidad Miguel Hernández sobre el Auditorio 'fantasma' de la Diputación, que ya sabemos que no irá a Carrús, aunque algunos lo supimos siempre y que proponía, el informe, meter un Auditorio y/o Palacio de Congresos en medio del parque. Aunque yo creo que es mejor que vuelva a ser un restaurante.
El declive del espacio se manifestó en la crisis de 2008. Habría que analizar si fue el detonante o la puntilla, pero sí es cierto que en aquel momento los problemas económicos que arrastraba se complicaron. En 2011 la gerencia, (el restaurante era jurídicamente una cooperativa), mantuvo varias reuniones con el entonces concejal de Hacienda, Manuel Latour, del PP, encargado de aclarar en plena crisis, las farragosas finanzas municipales.
El consistorio tenía una deuda importante con el restaurante, pero entonces, las cosas se hacían sin plataformas de contratación y todos los filtros que hoy existen. El gerente le explicó a Latour que había unos 25.000 euros pendientes de pago del ayuntamiento de Elche desde el siglo pasado. Una comida de la Federación del Metal y Madera de UGT de casi 400 personas por importe de 10.000 euros, algunas de la concejalía de fiestas, otras de comidas de trabajo o incluso de anteriores alcaldes con periodistas, (yo fui a alguna, el alcalde nos convocaba en Navidad, esas cosas que se hacían antes).
Latour, que desde luego cumplió con su objetivo de racionalizar el gasto y aclarar las cuentas, (acabó muy mal con la alcaldesa Mercedes Alonso, por cierto), le dijo al responsable del restaurante que la mayoría estaban prescritas, otras no había ni rastro de la deuda y que no se pagaban. Incluso regañó al gerente por “dejadez” en el cobro de esas cuestiones.
Visto ahora con ojos de la era post covid y de la normativa europea de contrataciones públicas, aquello era un desmadre, pero entonces las cosas eran de otra manera. Hay historia en esas comidas de políticos para escribir un libro, o un tratado de jurisprudencia...
En resumidas cuentas, que el restaurante cerró en 2018, tras aprobarse el concurso de acreedores presentado en 2016. Después hubo un primer intento de sacarlo a licitación que no obtuvo ninguna propuesta. Seguramente por las condiciones económicas y la necesidad de una buena reforma del edificio. Es un gran restaurante, de tamaño y concepto.
Esta semana se ha vuelto a sacar la licitación, con grandes bonificaciones y un planteamiento más realista. Los nuevos concesionarios no pueden aprovechar todo lo edificado porque se construyó más de lo permitido en el plan urbanístico, deberán acometer una importante obra lo que conlleva una inversión se dice que de no menos de un millón de euros y además, en las condiciones actuales habrá que ver cuándo y cómo se consigue hacer rentable un restaurante de esas características. Sabiendo todo eso se hace una bonificación del canon que lo deja en testimonial. La concesión es de 25 años y el canon de 43.000 euros anuales, con una gran bonificación, del 95% durante los primeros quince años, y del 70% el resto.
El reto, para quien lo quiera recoger es fuerte, pero desde luego puede salir muy bien. Y a lo mejor cuando empiecen a servir de nuevo arroz con costra, el plato ya tiene hasta Denominación de Origen, (otro día entro a ese toro).